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El barrio bilbaíno de Rekalde inundado durante la riada en agosto del año 1983.

El día que el agua engulló a Bilbao

Este viernes se cumplen 33 años de aquella trágica Aste Nagusia en la que las devastadoras inundaciones de 1983 dejaron más de una treintena de muertos y 101 municipios vascos arrasados

Ivia Ugalde

Viernes, 26 de agosto 2016, 01:34

Era viernes, como hoy, del año 1983. Día grande de la Aste Nagusia y una lluvia torrencial comenzaba a anegar las calles de Bilbao. Durante toda la semana, las fiestas ya habían estado pasadas por agua pero en la mente de nadie cabía sospechar que ... una catástrofe de magnitudes épicas se cernía sobre la villa. Las inundaciones, de las que este 26 agosto se cumplen 33 años, dejaron una imagen devastadora que aún permanece grabada en la memoria de muchos vizcaínos. En total, 34 muertos, cinco desaparecidos y 101 municipios vascos arrasados en el que ha sido el mayor desastre natural de todos los tiempos en Euskadi.

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Los 600 litros por metro cuadrado que cayeron en apenas 24 horas dejaron una estampa desoladora en Bilbao de la que aún quedan huellas. Daños por valor de unos 200.000 millones de las antiguas pesetas (1.200 millones de euros) y miles de familias viviendo entre el barro, sin electricidad, ni agua potable. El tremendo drama causado, sacó a las calles a 5.000 voluntarios que se unieron a policías, bomberos y soldados para ayudar con las labores de rescate y desescombro. El agua había engullido todo lo que encontró a su paso. Arrancó puentes como el de Bolueta o La Ribera, destruyó edificios en barrios como La Peña o el Peñascal, carreteras y vías de tren, y anegó centenares de comercios del Casco Viejo.

En apenas unas horas, con la crecida del Nervión, Bilbao se quedó sin entrañables símbolos como el barco 'Consulado', que permanecía atracado de forma permanente en la ría. Se hundió por el fuerte caudal y no ha vuelto a tener reemplazo desde entonces. Tampoco sobrevivió Marijaia, el emblema de aquella Aste Nagusia que se transformó en pesadilla. Su rostro apareció totalmente despedazado, como recuerdo de aquella noche del viernes al sábado en la que las calles se transformaron en canales de agua y el lodo sepultó la ganas de fiesta de las miles de personas que al día siguiente contemplaban con angustia y asombro un paisaje de apocalipsis.

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