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Jesús J. Hernández
Martes, 2 de agosto 2016, 01:06
Con las botas puestas, a pie de obra junto al túnel, Imanol Pradales lo reconoció abiertamente. «De forma transitoria, vamos a asfaltar todo el alto de Autzagane con una nueva capa de rodadura, que mejorará la adherencia y también los peraltes de las curvas de Gorozika», explicó el diputado de Desarrollo Económico y Territorial. Son actuaciones menores, a las que hay que sumar una capa de microaglomerado y un pretil en el paso inferior del ferrocarril. Son, sin duda, un gesto con los gerniqueses que suben el puerto a diario y con quienes lo atraviesan en su camino hacia la villa foral y Bermeo, por ejemplo. Es un parche hasta que el corte de cinta en los túneles de Urdinbide, previsto para marzo de 2018, ponga fin a uno de los trazados con más dificultades del territorio.
Autzagane es uno de los grandes quebraderos de cabeza para la Administración vizcaína. Las máquinas volvieron a trabajar en febrero, tras un año de inactividad en la boca norte la más próxima a la villa foral y unos ocho meses en la parte del túnel que encara Amorebieta. Fue entonces cuando la UTE Autzagane, formada por Sacyr, Mariezcurrena, Bycam, Viconsa, Cavosa, Zubieder y Febide, trasladó que no podía «asumir los altos costes que se derivan de las exigencias técnicas medioambientales del proyecto». Una decisión que el propio Pradales atribuyó en las Juntas a «un error de cálculo por parte del contratista», que perdió su margen, constreñido entre su oferta y unos pliegos que decían, de forma taxativa, que en aquellos túneles «cualquier incremento derivado de condiciones geológicas o hidrológicas se repercutirá a la UTE». Aquel párrafo justificó una multa foral de 4,2 millones de euros. Con un acuífero de 50 metros de agua y tierra sobre sus cabezas, los operarios trabajan ahora en la parte más complicada. Son pocos metros, pero el tajo es lento y costoso. De media, un 30% más que el mismo avance en un túnel normal.
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