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Pablo Martínez Zarracina
Lunes, 13 de junio 2016, 03:57
Vivimos un momento delicado. Mediados de junio. La culpa es de la Tierra, que tiene el eje de rotación inclinado de aquella manera y facilita que en estas fechas comience el sol a pegar en serio en nuestra parte del planeta. Los jugadores de fútbol ... también tienen una enorme responsabilidad en todo esto. No en lo del eje de rotación, entiéndame, sino en lo del momento delicado. Ellos son al fin y al cabo los primeros que cada año terminan de trabajar. Y lo suyo es llegar a Ibiza y comenzar a colgar fotos en las redes sociales: playas, piscinas, chiringuitos Si los jugadores de fútbol ostentan la condición de superestrellas es aún peor y son los 'paparazzi' los que se encargan de airear unas fotos en las que aparecerá con toda seguridad un yate suntuoso y un número indeterminado de 'top models' en cubierta.
La mezcla del buen tiempo y las fotos de los futbolistas alcanza de un modo infalible el efecto subliminal. Se instala en los cerebros de la gente y enciende uno de esos neones obsesivos: vacaciones. No pasaría nada, por supuesto, si a partir de ahí comenzase cada cual a preocuparse de sus propias vacaciones, a elegir sus destinos, planificar sus excursiones y reservar sus vuelos. Lo malo es que nunca sucede así. Lo que hace la gente es más complejo. Y antes o después alguien te lo pregunta:
- ¿Qué? ¿Te vas a algún sitio en vacaciones?
Lo primero que piensas entonces es que no es muy normal andar contándole tus planes a todo el mundo. Con la de robos de pisos que dicen siempre en la tele que está habiendo. Lo segundo que piensas, claro, es cómo van a ser tus vacaciones. Y van a ser como siempre, es decir, no demasiado impresionantes. Consistirán a grandes rasgos en ir a la casa del pueblo de tus abuelos, pasarte el día tumbado en las piscinas municipales y recorrer por la noche las fiestas del entorno, bebiendo demasiado y haciendo a veces el ridículo en las vaquillas y a veces en la verbena. Como no estamos ante la clase de actividad humana que otorga prestigio en nuestros días, no queda más remedio que improvisar.
- Sí, bueno, marcho unos diítas a Birmania. Quiero aprender artes marciales arcanas junto a un monje ciego que vive en una cueva cerca del Himalaya. Y aprovecharé también para hacer algo de turismo vivencial, en los poblados del valle de Hukawng, ya sabes. Me apetece mucho liderar una patrulla nocturna contra los tigres asesinos.
Hay que reconocer que de este modo juegas una baza perfecta. Quedas como un tipo interesante y al tiempo neutralizas la réplica de tu interlocutor, que con un poco de suerte solo tiene contratado un crucero por los fiordos noruegos, el muy pringado. Esto es sin duda lo mejor de todo. El noventa por ciento de la gente te pregunta por tus vacaciones con el único motivo de contarte cómo serán las suyas. La probabilidad de que alguien se disponga a explicarte sus vacaciones es por tanto muy elevada. Culturas ancestrales, gastronomía exótica, calas secretas, hotelazos ¿Se entiende ahora por qué vivimos un momento delicado? La única forma de escapar consiste en preparar un repertorio de destinos que serán todo lo imaginarios que se quiera, pero son también invencibles. Yo les recomiendo que a partir de esta semana no salgan a la calle sin tenerlo todo preparado.
- ¿Vacaciones? No, solo una escapadita. Iré cinco semanas a las regiones del desierto interior australiano para participar en una experiencia de purificación totémica y competir en las que se consideran las olimpiadas del lanzamiento de bumerán. ¿Tú a Salou como siempre?
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