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Ainhoa De las Heras
Martes, 7 de junio 2016, 01:40
Ayer, 6 de junio, se cumplió el tercer aniversario del homicidio de María Ángeles López Marrón, Angelines, una mujer de 79 años que vivía ... sola en un piso de la calle Gordoniz, en el barrio bilbaíno de Amezola. Tal día como ayer en 2013 fue encontrada sin vida, amordazada, atada de pies y manos y boca abajo en su vivienda. Murió asfixiada; la cinta de embalar que le habían colocado en la cabeza le taponó las vías respiratorias y le dejó sin aire.
El crimen sigue aún sin esclarecer y lleno de incógnitas. Coincidió en el tiempo con el más mediático caso del shaolín, el maestro de artes marciales que mató a dos mujeres y que ya ha siso juzgado y condenado. El o los homicidas de Angelines siguen, sin embargo, impunes. La Unidad de Investigación Criminal (UIC) de la Ertzaintza, que se hace cargo de los homicidios más complicados, ha seguido varias líneas de trabajo, pero no han dado resultado. El modus operandi del crimen no se correspondía con el que utilizaban las bandas que en ese momento robaban en viviendas en Bilbao.
Según ha podido saber este periódico, los investigadores cuentan con el ADN de un individuo encontrado en la cinta con la que amordazaron a la víctima y en una lata de refresco, lo que indicaría que esa persona estuvo en el piso en el momento de los hechos. Este perfil genético apareció también a finales de 2015 en un atraco cometido en un país europeo, aunque problemas burocráticos ajenos al equipo de investigación han impedido avanzar en esta información.
Los investigadores sospechan que en el asalto pudieron intervenir una o dos personas y que accedieron al domicilio de la anciana mediante engaño, ya que la puerta no había sido forzada. Su hijo, que solía visitarla los fines de semana, se encontraba aquel día en Pamplona, donde trabajaba como ingeniero. Aquel día le había advertido a su madre que un transportista le llevaría un paquete sobre las doce y media del mediodía, pero a esa hora ya no le abrió. Inquieto, el familiar pidió a unos amigos que acudieran a ver qué le ocurría a su madre, pero tampoco les contestó. Cuando los ertzainas franquearon la puerta, la encontraron ya muerta.
No faltaban joyas ni dinero
Había signos de registro en dos de las habitaciones, así que en un primer momento se barajó el robo como posible móvil. Sin embargo, no se echó en falta ninguna joya u objeto de valor. Tampoco se llevaron una pequeña cantidad de dinero en metálico que la víctima guardaba en casa. No se descarta que los asaltantes se encontraran con algún imprevisto, como el hecho de que la mujer falleciera, y optaran por huir. No existe testigo alguno del suceso.
El propio Gervasio Gabirondo, director de la Ertzaintza, señaló esta como la principal hipótesis del homicidio, el tercero registrado en Bilbao en apenas una semana. «El ladrón evidentemente iba a la vivienda a robar, pudo encontrarse con ella sin querer y amordazarla, o ir sabiendo que era vulnerable», afirmó, antes de calificarlo como un «episodio aislado». «El que va a robar no va a asesinar, porque sabe a lo que se enfrenta, no tiene nada que ver con una forma organizada». La sucesión de crímenes en aquellos días conmocionó a la sociedad vasca, lo que obligó a los responsables de la Policía autonómica a salir a la palestra para calmar los ánimos.
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