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TERESA ABAJO
Viernes, 8 de abril 2016, 00:34
El mercado de La Ribera luce su renovada solera tras someterse a una reforma integral que culminó hace tres años, pero de puertas adentro presenta deficiencias de mantenimiento que provocan quejas de los comerciantes. El mal estado de los suelos de las pescaderías, las fuertes ... corrientes de aire y los fallos en escaleras mecánicas llevaron ayer a la asociación a anunciar un gesto sin precedentes: un plante de diez minutos hoy al mediodía para hacer visible su enfado con la sociedad municipal Bilbao Zerbitzuak y forzar soluciones «a cuestiones básicas que se arrastran desde hace tiempo». Enviaron la convocatoria, redactada en duros términos, ayer por la mañana, pero la anularon bien entrada la tarde tras una reunión de urgencia con la concejala de Salud y Consumo, Yolanda Díez.
El Ayuntamiento ha conseguido evitar a última hora una foto que sin duda le dolería. Si un edificio ha sido mimado por las autoridades municipales es la plaza de abastos diseñada por Pedro Ispizua, tan representativa de la ciudad como deteriorada cuando se abordó su reforma. Derribar el edificio y reconstruirlo preservando sus señas de identidad ha costado 18 millones de euros, en su mayor parte fondos municipales con aportaciones del Gobierno vasco y los titulares de los puestos, que no cerraron ni un solo día durante las obras. La rehabilitación provocó serias tensiones entre los comerciantes y el Ayuntamiento, que acabó tomando el mando, pero el resultado es motivo de orgullo para los bilbaínos y cita obligada para los visitantes.
Ni siquiera en los tiempos duros de la reforma se recuerda un plante como el que anunciaron ayer los comerciantes para mostrar su «absoluto descontento» con Bilbao Zerbitzuak. La mayoría de las deficiencias que denuncian se hacen notar detrás de los mostradores, especialmente en los de pescado. El suelo radiante no resiste el trajín diario de mangueras y baldeos y en algunos puestos los desperfectos son aparatosos, como pudo comprobar este periódico. El suelo azul es apenas reconocible y en su lugar hay amplios desconchones cubiertos de «arenilla» que se encharcan, e incluso un hoyo donde se puede meter el pie. Los tenderos tienen que mirar dónde pisan. «Un día tropecé y casi me abro la cabeza con la puerta de la cámara», relata otro vendedor de la planta de arriba, la más afectada. Estas humedades, que no son nuevas -aseguran que empezaron meses después de la reforma- provocan filtraciones y goteras en los gastrobares.
Las escaleras mecánicas exteriores del ala de La Merced llevan tiempo sin funcionar -dos meses, según los comerciantes- y ayer tampoco estaba operativo el tramo de entrada desde la calle Ribera. También se quejan de malos olores y piden un refuerzo de la seguridad tras haber detectado «pernoctaciones» dentro del mercado. En concreto, el pasado sábado, a la seis y cuarto de la mañana, un tendero encontró a dos personas durmiendo en las escaleras interiores. Al parecer, se habían quedado allí tras el cierre de los gastrobares, a la una de la madrugada.
Quejas «sin respuesta»
En el comunicado que enviaron ayer a las 12.40 horas a los medios de comunicación relataban todo eso y sobre todo criticaban la actitud «despótica» de la sociedad municipal Bilbao Zerbitzuak, después de transmitirle sus quejas «en reiteradas ocasiones y sin respuesta». Ayer la reacción fue fulminante. El área de Salud y Consumo, que dirige la concejala socialista Yolanda Díez, ya tenía concertada una reunión para la próxima semana, pero no tardó en mover ficha y el encuentro se produjo por la tarde.
La lista de reclamaciones era bien conocida por la concejala, que atribuye a problemas «de comunicación» el malestar que dio origen a tan efímera protesta. Destacó que aunque el edificio ha vuelto a ser nuevo -la reforma del ala de San Antón y la parte central acabó en diciembre de 2010 y la de La Merced dos años después- tiene un uso «muy intensivo» (dos millones de visitas el año pasado) que plantea algunos problemas de mantenimiento. El más serio es el del suelo de las pescaderías. Tras poner «algunos parches», se ha asumido que hay que cambiarlo y así se hará este verano. Díez asegura que la decisión se tomó el año pasado, pero se decidió esperar a la temporada de menor actividad para no tener que cerrar ningún negocio. Sobre los accesos, recuerda que hay «veinte medios de elevación» entre escaleras y ascensores y dice que el contrato de mantenimiento funciona, aunque con algunas averías «cuesta más conseguir la pieza de repuesto».
El área busca también «soluciones técnicas» para las corrientes de aire, especialmente fuertes en la zona expuesta a la ría, «con los arquitectos de Obras y Servicios». En cuanto a la gente que se ha quedado a dormir, lo califica de «excepcional. Las cámaras no han detectado nada, y hay un vigilante de seguridad hasta que se cierran los gastrobares», dice. También se hace «continuamente» el vaciado de sifones, aunque en algunos momentos se puedan generar olores. «No huyo de los problemas. No nos escondemos», garantizó ayer tras desactivar la protesta. A las 20.18 horas, la asociación anunció que desconvocaba el plante. Ambas partes han quedado en estudiar «detenidamente» las peticiones de los comerciantes a puerta cerrada.
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