El crimen de Loredana

Según el acusado, todo se debió a un fatal accidente. De no tratarse de una tragedia, el relato podría haber sido considerado humor negro. Catalín confesó que al anunciarle su novia desde hacía ocho años que quería dejarle, me volví loco. Como no concebía la vida sin Loredana, fue a coger un cuchillo a la cocina con la extraña pretensión de suicidarme con las manos de los dos, según testificó en el juicio, celebrado dos años después en la Audiencia vizcaína. Según contó, en medio del forcejeo ambos cayeron al suelo con tan mala suerte que la chica se clavó el arma. Tras esta esperpéntica versión de los hechos, el acusado no supo explicar cómo pudo realizarse además las otras 16 heridas de arma blanca que presentaba el cadáver, algunas de ellas por la espalda.

El tribunal condenó a Catalín a 17 años de cárcel por el delito de asesinato con agravante de parentesco al considerar que su relato de hechos no era verosimil. No es creíble que por simple accidente se cause una herida de 12 centímetros de profundidad (...) por el mecanismo de caerse él encima de ella con el cuchillo en la mano. La herida (en el cuello) por su dimensiones y localización, sólo puede ser producto de una deliberada agresión, zanjó la sentencia.

La sala rechazó, sin embargo, el agravante de ensañamiento al entender que el asesino no quiso aumentar deliberadamente el dolor de la víctima, sino mantener una conducta impulsiva que pretendía garantizar el resultado de acabar con su vida. Tampoco consideró la acusación de malos tratos que incluía una de las acusaciones particulares, representada por la asociación Clara Campoamor, ya que aunque la víctima había visitado a una asistenta social y había contado a una compañera de trabajo que Catalin la pegaba y controlaba, motivo por el que había decidido dejarle, nunca había llegado a denunciarle. Inmigrante en situación irregular, tenía miedo de que la expulsaran. La iba a buscar a la cervecera en la que trabajaba y le miraba el móvil. Según la sala, estas afirmaciones no habían quedado probadas. Tampoco se aplicó el atenuante de alteración mental, ya que aunque Catalín mostraba celos exagerados, no llegaba a sufrir un trastorno de la personalidad que hubiera disminuido la pena.

Catalin y Loredana emigraron de su Rumanía natal y vivían en un piso con el padre de él en Basauri desde hacía un año En una ocasión anterior ya habían roto y el hombre anunció a una amigas de la chica que cuando la encontrara, la iba a matar, a prender fuego. Aquel día, Loredana pretendía recoger sus cosas para marcharse y así se lo comunicó por teléfono, lo que desencadenó la ira del joven. Los agentes de la Ertzaintza que declararon en el juicio desmontaron la versión del acusado al asegurar que toda la escena se produjo en la cocina y que no existió forcejeo. Según los policías, las manchas de sangre que había en el pasillo y en la habitación podían indicar que había caminado con el cuchillo goteando sangre hasta sentarse en la cama para reflexionar. Catalin se autolesionó con el mismo cuchillo y fue encontrado tumbado sobre la víctima, que yacía boca arriba. El homicida ingresó en estado grave con varias puñaladas, pero pudo recuperarse, ser juzgado y condenado.