El chef bilbaíno Eder Montero monta su cuarto restaurante en Nueva York

Eder Montero no para. Recaló hace más de 15 años en Nueva York y en breve abrirá su cuarto restaurante. Está a punto de sumar otro establecimiento al año recién comenzado. No se puede decir que pierda el tiempo. Ha heredado el carácter emprendedor e hiperactivo de su padre, Marino Montero, el popular personaje bilbaíno que ofició durante décadas de relaciones públicas del grupo de hostelería Iruña. Su hijo sigue lanzado a la conquista de la Gran Manzana.

Sin embargo, en vez de pegarle un buen bocado, quiere convertirse en una de las mejores despensas, con establecimientos repartidos por Manhattan y Brooklyn. Decidido como es, ha saldado con éxito todos los palos que ha tocado hasta la fecha. Se ha llevado en varias ocasiones el premio a la mejor hamburguesa de Nueva York, que tiene lo suyo que vaya a parar a un vizcaíno. Además de ganarse los paladares con alta cocina entre pan y pan, que prepara con jugosa carne con pepinillos, cebolla, guindilla y queso Idiazabal, ha seducido los estómagos más exigentes. Tanto que Michelin, la prestigiosa guía de las tapas rojas, premió con una estrella La Vara, su propuesta más ambiciosa. Montero es de los que deja huella allá por donde pasa. Posiblemente porque da la vara hasta conseguir sus propósitos.

Empezó a ganarse fama con Txikito, un restaurante de cocina vasca, y siguió con El Quinto Pino, centrado en el tapeo. Ambos funcionan en el barrio de Chelsea, donde ha dado a conocer las guindillas de Ibarra. Eder, que se las ingenia para organizar cada año el Día del Txakoli, siempre ha ido de la mano de su mujer, la neoyorquina Alex Raij, una reputada chef con la que ha formalizado un imparable tándem profesional y sentimental.

En Brooklyn

Pero aún hay más. La nueva aventura responde al nombre de Tekoa. Llevaba tiempo dándole vueltas al asunto. Quería que el nuevo local fuese algo más que un restaurante. Y como Montero es de los que se empapa del ambiente donde se instala, creyó que había llegado la hora de tener un local que sirviese comidas, pero que recordase también a los cafés neoyorquinos de toda la vida. Esos locales tantas veces mostrados en las películas donde entrar a comer algo, pero también a charlar, a hacer amistad, a cultivar, en definitiva, algo más que los paladares, sin renunciar, por supuesto, a un buen sándwich o un café de media mañana. Tampoco se trata de un local cualquiera. El inmueble al que le han echado el ojo tiene su historia. Es legendario porque, para muchos residentes de la zona, continúa siendo el «café de la esquina».

Montero pensó que para diversificar el negocio lo mejor era situarlo junto a alguno de sus hermanos mayores. Que se levante junto a La Vara tiene su motivo. Brooklyn sigue al alza. Cada vez está más de moda y en una ciudad donde nada es barato, y mucho menos los alquileres, que siguen por las nubes, al menos es más barato que Manhattan. A Eder le motiva seguir en un lugar que ha experimentado un gran cambio desde que llegó a Nueva York, pero que continúa regenerándose. Quiere ser testigo y vivir in situ ese momento. Qué mejor que desde el otro lado de la barra.

Había otro asunto que ansiaba: poner en marcha un establecimiento «coloquial» para gente de barrio. «Queremos integrarnos en la comunidad», relata. Un espacio con «rollo familiar», donde la gente pueda quedar y sentir como su segunda casa. O, simplemente, su bar donde poder departir con los amigos. Lo mismo para tomar una caña o festejar un cumpleaños. Un «punto de encuentro» en el que poder merendar y cenar sin preocuparse «de dónde tomar después las copas».

Tekoa significa zona de acampada. Y eso es lo que busca también: ser un «asentamiento» para todas las gentes: musulmanes, católicos, hindúes... Tekoa funcionará con un alma similar «a nuestros txokos. Queríamos contar una historia distinta, porque lo que nos va es inventar historias». Con Eder nunca se sabe cuál será la siguiente aventura culinaria. La única certeza es que siempre habrá una nueva. Es lo que tiene ser hijo del gran Marino.