Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Virginia Urieta
Lunes, 14 de diciembre 2015, 01:44
En febrero de 2014, la Ertzaintza investigaba la implicación de una banda juvenil en una veintena de robos con violencia o intimidación a menores en los barrios de Santutxu y Txurdinaga. Un grupo de jóvenes, de entre 11 y 18 años, abordaba a las víctimas ... y conseguía que les entregaran -mediante amenazas, a veces con una navaja- los teléfonos móviles. Siempre con el mismo 'modus operandi'. Tres fueron detenidos como presuntos implicados en alguno de esos delitos, uno de ellos -de 11 años- identificado como perteneciente a la banda de 'los Pichis', conocida por un amplio repertorio de sucesos relacionados con la delincuencia infantil.
En abril del mismo año, siete miembros del grupo -cinco menores- eran imputados por repetidos hurtos en Otxarkoaga. Hace apenas una semana, uno de los cabecillas era detenido por una decena de robos en pisos de Bilbao durante los últimos meses, cuando todavía algunos vecinos tienen presente el tiroteo que sorprendió al barrio de Santutxu a plena luz del día. Trapicheos, intentos de violación, amenazas... Y mucho miedo. A eso están sometidos y aseguran que ya no pueden más.
Vecinos de Begoña, Santutxu, Basarrate y Ollerías, entre otras zonas, han decidido unir sus fuerzas para luchar con «el incivismo y los focos de delincuencia» que forman ya parte de su vida cotidiana hace tiempo. Desde hace algunas semanas han convocado reuniones para constituir una asociación, 'Barrios por la convivencia', que tomará forma en los próximos días. Y con ella pretenden sumar voces y fuerza a una demanda que, aseguran, «continúa sin ser respondida a pesar de las constantes quejas». Demandan más presencia policial, mejoras en el barrio -sobre todo en los denominados 'puntos de terror'- y colaboración por parte del Ayuntamiento de Bilbao, ya que ellos mismos tienen miedo a denunciar a título particular por las posibles represalias. «Nosotros sabemos quiénes son y ellos quiénes somos nosotros. Estamos con las manos atadas, y nadie hace nada», revelan.
«A raíz de los últimos hechos que han tenido lugar sobre todo en Santutxu hemos querido reunirnos y compartir nuestras opiniones no sólo para quejarnos de la violencia y los destrozos que producen ciertos grupos, o protestar por la delincuencia y el comportamiento de esas personas que no saben convivir. También queremos buscar una solución para los barrios, hay vecinos que no pueden más», señalaba Esperanza el pasado miércoles durante una de esas reuniones. Quieren pasar de ser un grupo de vecinos a formar parte de una plataforma con capacidad para ejercer presión y hacerse escuchar.
Reclaman mejoras en Ollerías Altas y Bajas, Mina del Morro, Basarrate, Lauaxeta o el mercadillo de Fika «Allí mismo el otro día estaban deteniendo a un tipo que llevaba una pistola. Como si nada», denuncia una vecina. «Robos, salvajismo No respetan nada. Se suben por los patios, entran en casa por las ventanas. Si llego a casa en taxi le digo al conductor que me acompañe hasta el portal, ha habido más de un intento de violación. Otros días te llaman al timbre a las mil, un montón de veces. Están mirando a ver si estás para entrar a robar», señala.
Miedo a denunciar
Aunque la agrupación surge de la inquietud ante la delincuencia juvenil y los actos incívicos, también mira más allá y trata de proponer mejoras generales, potenciar las «facetas positivas» de los barrios donde ha nacido. Plantean organizar actividades, desde chocolatadas para los txikis hasta torneos o concursos, para dar más vida a Santutxu, Begoña, Bolueta y Atxuri y hacer que los residentes se impliquen en buscar soluciones.
A los robos -en viviendas o comercios- se suma el paro juvenil, «el racismo», la falta de espacios lúdicos y de aparcamiento o las carencias en cuanto a animación sociocultural. «Yo en Santutxu vivo bien. Es cierto que últimamente han pasado algunas cosas -desgraciadamente con asiduidad- pero no quiero que se vea como un barrio conflictivo. Hay focos de personas, independientemente de su etnia, que por lo que sea no saben convivir con los vecinos. Y eso es lo que queremos solucionar, pero también lanzar nuevas propuestas para responder a otras necesidades», indica Amaia Hueso.
Los promotores quieren dejar claro que en esta plataforma tienen cabida personas de cualquier condición e ideología, y esperan sumar voces y fuerza para ser más efectivos. «Con el paso de los años, el impulso de acciones sociales, culturales o administrativas necesarias para mantener y fomentar la convivencia vecinal ha ido desapareciendo, o bien por nuestras condiciones laborales estamos dejando que Santutxu y los barrios de alrededor se conviertan en zonas dormitorio», lamentan. Por eso creen que «es necesario cambiar ciertos hábitos. Puede que no prestemos la suficiente atención a lo que sucede a nuestro alrededor, pero es hora de hacer algo para que los barrios no mueran», reclama la junta directiva.
Apunta otra vecina, que no quiere dar su nombre, que ya lo intentaron en su casa. «Con una palanca. Me di la vuelta porque se me había olvidado algo y ya habían empezado. Me estaban vigilando, me vieron volver y corrieron». Señoras con roturas de cadera por culpa de algún tirón de bolso o rincones en los que se practica el 'trapicheo' a plena luz del día son escenas habituales en el barrio, tal y como denuncian, donde también se estila el robo del 'abrazo' y otras maneras de estafar a las personas más mayores.
En la calle Ollerías Altas algunos vecinos tienen que atravesar un pequeño callejón para acceder a sus portales. «Te metes ahí y no tienes salida. Y encima hacen de todo: sus necesidades, trapichean, meten miedo». Aseguran que en esa misma calle han robado «más de 50 veces. Maltratan a los perros, salen desnudos, aparcan donde quieren y se pegan todo el día en las hamacas, en la calle. Dejan a los menores solos, atraen a otros clanes». Prácticamente pegada, en Ollerías Bajas, denuncian el paso de 'los Pichis'. «Se ha ido gente del barrio porque no pueden estar y los que se quieren ir no pueden vender, porque los que vienen se asustan», resumen.
Confiesan que les prvocan, les increpan y les encaran, que salen a la calle con miedo. «Atemorizada», matiza Rosa Mari, que asegura que ha presentado quejas en el Ararteko y «no me ha hecho ni caso». Muchos vecinos no se atreven a denunciar, al menos a título particular. «La Policía sabe quiénes son, y como son menores no hacen nada. Hasta que no haya un cadáver en el portal no van a hacer nada», denuncia un vecino.
Se enfrentan, explican, «a un grupo de delincuentes que hacen apropiación indebida del espacio público. Tú vives al lado, evidentemente quieres hacer algo y que se solucione. Pero ¿qué consecuencias puede tener una denuncia? Tenemos derecho a hacerlo, pero miedo a las represalias». En menor medida, otros sí se han atrevido. «Y si me pasa algo, ya sabéis quiénes son. No será la primera vez, pero estoy harta de tomar Lorazepam para sentirme más tranquila, para poder dormir. No puedo vivir con miedo», denuncia una vecina que no quiere dar su nombre.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.