Virginia Urieta
Domingo, 6 de diciembre 2015, 02:52
Cuentan algunos, todavía jóvenes, que la mitad de los bilbaínos han nacido en el hospital de Cruces, y la otra mitad en La Gota de Leche. Resulta difícil imaginar en los entresijos del Hotel Indautxu aquellas habitaciones amplias, luminosas y perfectamente preparadas para acoger a ... las vecinas que estaban a punto de ser amatxus. Y en ellas, hoy convertidas en suites, se daba a luz en tiempos en los que acuciaba la necesidad, fruto de la Guerra Civil, y la mortalidad infantil apenas había comenzado a resolverse. El hotel conserva todavía la fachada principal de la antigua clínica maternal, que, aunque con alguna reforma para superar el paso de los años, continúa fiel a sus orígenes. Unos que han marcado una época y parte de la vida de muchos bilbaínos, que todavía acuden al Silken Indautxu para casarse, como homenaje a un recuerdo que queda hoy salvaguardado por los mismos muros que les vieron llegar al mundo.
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El Sanatorio Maternal y Quirúrgico del Dr. José Luis Echevarría -como se llamaba oficialmente la Gota de Leche- fue fundado en 1936 siguiendo las enseñanzas modernas en el campo de la salud «en España y el extranjero», tal y como rezan los folletos que, antaño, ofrecían a las mujeres para que acudieran al centro de Bilbao a dar a luz. En él tenían cabida todas las clases sociales «con asistencia escrupulosa y un personal competente» en cuartos de lujo -dotados de un enorme ventanal, la cuna para el bebé y asientos para las visitas-, habitaciones «de primera clase» con su gran terraza, lugares de aseo para el recién nacido, quirófanos, salones y salas de espera al más puro estilo victoriano.
El factor económico, incide la misiva, consiguieron salvarlo con la creación de cuatro clases de estancias en tiempos en los que se producían cerca de un millar de alumbramientos al año -eran sólo 124 una década atrás-, y con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las parturientas. «Tenemos la intención, y creemos que lo conseguiremos, de incorporar la práctica sanatorial de la Obstetricia y Ginecología de nuestra patria a la de las naciones que marchan a la cabeza del progreso, y si conseguimos este propósito, que es el de evitar que la mujer muera o enferme en el sacrificio de su maternidad, daremos por bien empleadas penosas y largas horas de trabajo».
La suite que le vio nacer
John Veit-Wilson, ciudadano inglés de padres alemanes, fue el primer niño que nació en La Gota de Leche. Una fotografía suya en brazos del Dr. Echevarría da buena fe de ello. Y él, que asegura que siempre se ha sentido «intrigado, agradecido y atraído» por la coincidencia de haber nacido en Bilbao, quiso volver. Visitar sus orígenes. Hace apenas unos meses se puso en contacto con la dirección del Hotel Indautxu para comunicarles que viajaría a la villa y que le gustaría alojarse allí para enseñarles a su hijo y a su nuera el lugar en el que nació, hace casi 80 años. Consiguió la suite, la habitación 326, la misma que le vio nacer décadas atrás para inaugurar la clínica, y una de las pocas que todavía hoy conserva parte de la estructura que mantenía antaño el edificio.
Cuenta John -en una carta que envió a los responsables del hotel para recordar su historia y el pasado del edificio- que llegó a Bilbao casi por casualidad. Su aita trabajó en una fábrica internacional de metales, con base en la villa, allá por los años 30. Él y su mujer, alemanes, se casaron aquí y vivieron en un apartamento de la calle Doctor Areilza. Tuvieron que marchar cuando estalló la guerra. «Los ciudadanos alemanes fueron evacuados por barco de Bilbao, y a mi padre lo mandaron a Londres», recuerda, en perfecto inglés. Pero relata con orgullo su historia, una que cuenta con mucho cariño y que, al fin y al cabo, siempre le ha unido a la villa. Al menos así lo siente.
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«No sólo para él, que también, pero fue una institución importante para muchos bilbaínos. Y no hace tanto, hay personas de treinta años que aún recuerdan haber nacido aquí», explica Cristina Payo, relaciones públicas del Hotel Silken Indautxu. «Esa historia le engancha a la ciudad: no es un hotel que de repente emerja, éste siempre estará unido a las raíces del barrio, por el nombre, pero también porque abraza a lo que fue la clínica, en la que nacieron muchos bilbaínos», valora César Navarro, su director. Hoy queda todavía como parte de aquél recuerdo la asociación benéfica La Gota de Leche, de la que el hotel forma parte como colaborador, enfocada a la ayuda para menores y familias en riesgo de exclusión social. La entidad organiza cada año diferentes eventos y colabora con otros tantos, entre los que se encuentran los premios al Personaje silencioso de la villa. Uno que pasa sin hacer ruido, pero marca. Y tiene cierto reconocimiento: como la propia historia que bucea entre los recuerdos de cientos de bilbaínos que fueron a nacer en los entresijos de lo que hoy es el Hotel Indautxu.
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