"Queremos saber a qué atenernos"

«El barrio está muy revuelto, la gente habla por hablar O no dice nada. Yo me meto en mi tienda y les digo que no opinen sin saber. Porque algunos están acusando a una persona que puede no ser culpable. El chaval es cliente mío, estudió con mi hija. Yo lo veo muy confuso todo desde el primer momento», relataba ayer un comerciante. Casi en voz baja, mirando la puerta para ver quién entra. No quiere desvelar su nombre, y no es el único. Sólo desea «que toda esta historia se resuelva cuanto antes» para poder seguir con su vida. «Si viene mi hija con esas marcas yo no espero hasta el sábado a mediodía para denunciarlo. Lo hago en el momento, a la hora que sea -opina-. Igual por miedo... Lo que tengo claro es que los psicólogos de la Ertzaintza se lo van a sacar todo con cucharilla».

Asegura que varios de sus clientes sacan a sus perros a pasear a la misma hora en la que se registró el suceso. Pasa el gautxori por esa misma calle cada media hora. «Y nadie vio ni oyó nada, es todo muy raro». Los jóvenes del barrio, asegura éste vecino, suelen subir en cuadrilla o con alguien cuando salen de fiesta. Todos por la misma cuesta. «Casualidad, ese día no. Cogió el metro y fue andando. Solo. Y por ahí arriba pasa gente a esas horas». Hay quien prefiere no hacer valoraciones, solo recuperar la normalidad «en un barrio en el que nos conocemos todos», como aseguran los propios vecinos. Poco menos de 5.000 habitantes, donde quien más o quien menos, todos te suenan de vista. «No hay que precipitarse», pide la mayoría, que reclama la actuación de las autoridades, la Ertzaintza y la Justicia.

«El chaval agredido es de aquí de toda la vida, le conozco desde que era txiki. Últimamente llevaba unas pintas un poco llamativas, con botas, la chupa y la cabeza rapada. Tipo skin, pero de los otros. Ya me entiendes», comenta otro comerciante. Muchos vecinos coinciden en que el imputado, también del barrio, es «una persona normal, aunque impone cierto respeto», al igual que el denunciante. Ninguno de los dos ha dado nunca problemas, pero tampoco en el barrio había pasado nada parecido. «¿Cosas de éstas? Nunca. Alguna pancarta, puede. Pero es un caso aislado -valora Floren García-. Eso sí, no puede pasar algo así y que no se haga nada. Hay que investigar, y que no se repita. Es lo más importante». Montserrat Díez, también vecina, señala que desde hace algunos días ve pasar a la Ertzaintza más a menudo. Y lo agradece, aunque asegura que en el barrio no se sienten inseguros, ni mucho menos. «Nosotros no hemos visto nada, ningún grupo ni gente rara. Aquí no se ha movido ni un pájaro». Ahora, añade, se ha quedado todo «como en una incógnita, dicen que no ha sido el acusado. La verdad, estamos todos muy confundidos».

«Aquí hay algo raro»

El día a día de Arangoiti se ha visto tan alterado que comienza a hacerse pesado para muchos. Están hartos de cámaras y de preguntas, «llevamos así toda la semana». Más aún para los que acaban de aterrizar de las vacaciones -que son muchos- y, o conocen «de oídas» parte de lo que ha pasado, o les ha llegado tan de sopetón que no lo entienden. «En la denuncia hay algo raro. Si dicen que el que era culpable se presentó en la Ertzaintza cuando lo estaban buscando y probó que él no había sido, que no estaba aquí ese día, ¿entonces quién? Igual era algo que se traían entre ellos», especula José Luis. Él participó, junto a otros muchos vecinos, en la manifestación que el pasado lunes recorrió las calles de Arangoiti para denunciar lo ocurrido.

Teresa Gotxi lleva 52 años en el barrio y asegura que lo mejor que tiene es su tranquilidad, «algo que nadie va a arrebatar a sus vecinos. Aquí nunca ha pasado nada semejante. Los niños han estado siempre tranquilos en la calle, ¿de qué vamos a tener miedo?», abunda. Conoce a los implicados y a sus familias. «Aquí nunca se ha palpado nada de esto: ni grupos neonazis ni nada similar. No ha sido algo que nos esperásemos, ni que pudiéramos prever. No entiendo esta historia».

Si es él -por la persona imputada-, valora Mari Sol Díaz-Santos, «nos lo seguimos cruzando por la calle». Pero tiene dudas. «Con todo lo que están diciendo no sabemos qué pensar, a qué atenernos. Ya nadie señala a nadie». Y no descarta que todo pueda ser, finalmente, una gran pantomima. «Si miente, qué le vamos a hacer. Conocemos a la familia, aquí nos conocemos todos. Así que nada: asumir y callar. Lo único que queremos es que se resuelva pronto. Que sea lo que tenga que ser, pero que se aclare de una vez por todas. Maika Usil y Carmen Fuentes conceden a ambos vecinos el beneficio de la duda. «Aquí estamos muy tranquilos porque si pasa algo, el barrio se vuelca. Somos como una piña».

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virginiaurieta

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:: fotos: luis ángel gómez