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El Miguel Ángel se especializó en paellas.
El Miguel Ángel, otro restaurante histórico que baja la persiana en Bilbao

El Miguel Ángel, otro restaurante histórico que baja la persiana en Bilbao

El establecimiento de la Gran Vía cierra por sorpresa y se suma a la lista de 'víctimas' por la extinción de las rentas antiguas

luis gómez

Sábado, 21 de marzo 2015, 01:25

La clausura de históricos establecimientos de la hostelería bilbaína no cesa. Con la desaparición de grandes mesas y barras, la ciudad continúa asistiendo al cierre de una época. Para asombro de clientes y vecinos que frecuentan los últimos números de la Gran Vía, muchos transeúntes y funcionarios del Gobierno vasco se han desayunado estos días con una de las peores noticias al encontrarse bajada, por sorpresa, la persiana del Miguel Ángel.

Otra enseña legendaria que se pierde por el camino en medio del profundo cambio que está experimentando el sector con el desembarco de franquicias y la apertura de tabernas de diseño. De la clausura de bares y restaurantes de toda la vida no se salva ninguna zona. Si la crisis venía castigando con saña hasta la fecha al corazón de Abando e Indautxu, ahora fustiga a su principal arteria. El Miguel Ángel era reconocible a la legua por sus elegantes toldos de color burdeos y su terraza de la plaza Ramón de Basterra, con vistas al Parque de Doña Casilda.

Pero había que entrar y dejarse llevar por una gastronomía de corte tradicional para comprobar el alcance de unos fogones que echaron a andar en 1982, coincidiendo con la celebración del Mundial de Fútbol de España. Nueve años después, pasó a manos de los hosteleros que fundaron el Kate Zaharra de Artxanda, aunque posteriormente se desvincularon de la cafetería del número 76 de la Gran Vía y la traspasaron a sus actuales gestores.

Para acompañar el café de media mañana, siempre destacaba su variada colección de tortillas de patatas y sus pintxos de jamón con pimiento verde. A la hora de sentarse a la mesa, no había motivo para la discusión. Era el momento de degustar las paellas, de las mejores que se servían en la villa. De marisco, de carne, de pollo... Para Javier García, jefe de cocina del restaurante Lepanto, grupo que explotaba el local en colaboración con otros socios, todas "eran estupendas". Las preparaban "al gusto y por encargo", según lo que le apeteciese al cliente. García recomendaba pedirlas con langostinos y cigalas: "Jugositas y en su punto".

Cocidos y purrusaldas

La carta también satisfacía los gustos más sencillos con una amplia oferta de cocidos, purrusaldas y legumbres. Promovió una cocina muy casera y "con productos de primera calidad". El chef del Lepanto de la Plaza Eguillor destacaba también las albóndigas de ternera con salsa española. Cuenta que estaban "para chuparse los dedos".

Sin embargo, el negocio llevaba tiempo mostrando síntomas de agotamiento. También ha pesado, como en el cierre de otros negocios, la extinción de la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU). Iñaki Alicante, encargado del Lepanto, reconoce que han puesto fin a la actividad al concluir el contrato de arrendamiento y optar "por no renovarlo". La crisis había provocado una "importante caída de la facturación". La desaparición del Miguel Ángel se suma a las de emblemas como la Taberna Taurina, el Kirol, el Perro Chico y, más recientemente, el Lekeitio, asolado por las deudas.

Precisamente, el Lepanto se prepara para afrontar una nueva etapa en medio de esta convulsa etapa, marcada por la irrupción de establecimientos de vanguardia y la caída del consumo. Cerrará desde el 28 de marzo hasta el 17 de abril para acometer una reforma con la que dar mayor luminosidad y un aire más moderno al local, pero conservando las "líneas antiguas".

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