Pablo Martínez Zarracina
Viernes, 20 de marzo 2015, 00:07
La muerte de Iñaki Azkuna sumió hace un año a la ciudad en un estado de ánimo que participaba de la tristeza y el estupor. «Gracias a todos por haberme ayudado y soportado. Habéis sido estupendos». Fue el último mensaje de un alcalde que se ... mantuvo cuatro mandatos en el cargo y consiguió imponer su carácter sobre el ecosistema político, transmitiendo una poderosa sensación de autenticidad. El modo en que Azkuna terminó identificándose con Bilbao fue asombroso. La ciudad fue su pasión y la alcaldía una especie de añadido natural a su personalidad. Vuelvan a reparar en el tono directo, íntimo y vocativo de esa despedida. Resume un estilo. Y es el colofón de una historia de éxito. Azkuna murió como deseaba hacerlo, «con las botas puestas», y mereció el que quizá sea el mayor homenaje con el que puede distinguirse a un alcalde: el titubeo colectivo, el inconcreto desamparo que se vivió en la ciudad, durante unos pocos días, cuando tras su muerte hubo que volver a ponerse en marcha.
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En la despedida de Azkuna, escribí que el alcalde pasaba a la historia sentimental de la ciudad y que la dimensión de su figura crecería con el tiempo. Lo que no sabíamos entonces es que el sucesor de Azkuna sería Ibon Areso y que su mandato adquiriría una dimensión de sensata interinidad. Ha tenido que ver ese mandato más con la complicidad que con la ruptura. Areso ha sido un alcalde de escaso perfil político que ha insistido en que su labor consistía en terminar un proyecto que estaba en marcha. Además de con la virtud de la discreción, Areso ha contado con la autoridad de quien ya ha completado su camino en la vida pública. Dicho de otro modo: un año después de su muerte, la figura de Azkuna no ha encontrado aún el sucesor contra el que comenzará a acuñar el perfil definitivo de su posteridad. Será el próximo alcalde, el que resulte ganador en la cercana batalla de las municipales, quien comience inevitablemente a recordarnos a Azkuna. Para bien y para mal. Será él quien tenga que comenzar a vérselas con el mito, quien sienta cerca el peso de su sombra y tenga que enfrentarse a la tentación catastrófica de la emulación. Ver cómo se resuelve el verdadero relevo de Azkuna es sin duda una de las cosas más interesantes que nos ofrecerá la vida municipal en los próximos meses. El paréntesis ha durado un año y se ha gestionado con sobriedad. Llega el momento de la auténtica sucesión.
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