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Julia Fernández
Lunes, 29 de septiembre 2014, 01:34
De un cementerio siempre se habla en bajito. Sobre todo si se trata del nuestro, en el que descansan nuestros familiares, amigos o vecinos. Regañamos a los niños cuando son pequeños y corren por sus caminos, y miramos con desdén a quienes tienen el poco cuidado de pisar las tumbas de un muerto ajeno. Pero en algunos cementerios, además de muchos recuerdos, también hay mucho valor. Dos ejemplos cercanos son el de Bilbao y el de Iurreta. Ambos están nominados en un concurso organizado por una revista especializada, 'Adiós Cultural', con la colaboración de Funespaña.
El camposanto de Derio participa en dos categorías que atienden al valor de sus elementos históricos, mientras que el del Duranguesado ha sido seleccionado por su última ampliación, que ha dibujado un lugar moderno, amable y espacioso para despedir a los que nos han dejado. Si serán ganadores o no lo decide el público, que vota en la web de la publicación hasta mañana. De momento, los dos están bien situados.
El mausoleo dedicado a los fallecidos en la tragedia del Teatro Circo del Ensanche, 44 niños y dos adultos, acontecida en 1912, compite por ser el mejor monumento arquitectónico dentro de un cementerio. Nos lo encontramos nada más entrar por la puerta principal e impresiona por su plata y su estado de conservación. Se hizo dos años después de la tragedia y todavía hoy está perfecto. "Hace unos años se le hizo una intervención importante", explica Óscar Garbizu, actual gerente de Bilbao Zerbitzua, la empresa que gestiona el camposanto.
Un mausoleo "muy representativo"
Gracias a esa rehabilitación y a los mimos que cada día se le proporcionan podemos disfrutar de la gran obra ideada por Ricardo Bastida y del importante trabajo escultórico que llevaron a cabo los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. Con regularidad, la plantilla de Bilbao Zerbitzua -compuesta por 27 personas que se encargan de las áreas de enterramiento, cremación y mantenimiento ordinario-, le realiza una serie de cuidados básicos, como pintar, cortar y limpiar. Y si detecta algún problema en la piedra, dan aviso para que se llamea "especialistas" que se encarguen de esos desperfectos.
La elección del mausoleo para representar a Bilbao en el concurso no fue aleatoria. "Nos parece muy representativo del cementerio y de nuestra historia", explica Garbizu. Detrás de él no solo hay valor arquitectónico, hay un importante valor "alegórico". En su piedra pueden leerse los nombres de los niños que perdieron la vida en la avalancha originada por una falsa alarma de fuego.
Pero el mausoleo solo es uno de los 90 elementos de interés censados por el Gobierno vasco en el campo santo de Derio. Su riqueza en este área es tal que en 2008 se pusieron en marcha las visitas guiadas por el mismo. En estos paseos, se cuentan los pormenores de una treintena de ellos. "Alguno no tiene valor artístico, pero si histórico", matiza el responsable del cementerio. Es el caso de muro de fusilamientos durante la Guerra Civil.
La envidia de París
Todo la información sobre los mismos se entrega a los interesados en hacer la visita, algo que ha impresionado incluso al jefe del cementerio de Pere Lachaise, en París, cuenta Garbizu. Este camposanto es uno de los que más visitas turísticas recibe al año. En él están enterrado Oscar Wilde, Marcel Proust, Edith Piaf y el mismísimo Jim Morrison. Pero es que hasta los propios parisinos lo utilizan como parque. Eso aquí sería casi impensable. "Tenemos un sentimiento diferente al patrimonial", apunta el responsable municipal.
Entre ese casi centenar de lugares interesantes que hay en Derio está el panteón de la familia Maiz, que lucha por ser considerada la mejor escultura funeraria de España. Se trata de un templete donde se alojan cuatro esculturas: Verónica, con el paño con el que Jesús se limpio la cara camino del calvario; María, rota de dolor por ver a su hijo en ese trance; San Juan, que trata de reconfortar a la madre de Dios; y al fondo, José, el padre. Es obra del escultor vizcaíno Quintín de Torre.
En este caso, es la propia familia quien se encarga de mantenerlo en buen estado. Y se puede decir que lo está. Fue el propio Garbizu quien lo propuso. La obra destaca por su volumen y por el realismo de sus figuras, pero si hay algo que llama la atención es cómo se ha plasmado el movimiento de la tela en la piedra. Todo ello es mérito de De Torre, una de las grandes figuras de la generación novecentista.
Un mensaje de esperanza en Iurreta
Si el cementerio de Derio acapara interés por sus esculturas y panteones, el de Iurreta lo hace por su concepto. Batalla por ser considerado el mejor de España en términos generales. Ángel Basabe, el arquitecto municipal, fue el encargado de dibujar la segunda ampliación que se ha llevado a cabo. Su concepto era sencillo: crear un espacio "agradable, amable", explica el profesional. Era algo muy diferente a lo que le pidieron en la primera ampliación del camposanto: entonces se necesitaban, por ejemplo, aparcamientos, crear una fachada hacia la carretera de Goiuria...
Yo quería que la gente no dijera eso de 'puff, tengo que ir al cementerio', subraya. También escuchó lo que decían los usuarios, entre ellos, los más ancianos, que consideraban los nichos como algo mucho "más frío" que las antiguas tumbas en la tierra. Entonces, pensó en aunar ambos tipos de enterramiento, el tradicional y el moderno.
Ponerse manos a la obra le hizo recordar, además, del poema de Machado 'A un olmo seco'. "Con las lluvias y el sol de mayo le salieron algunas hojas verdes pese a estar podrido. Es un mensaje de esperanza", relata Basabe. Y eso era lo mismo que él quería hacer con este proyecto. Ahí empezó a "encajarlo" en su cabeza y a dibujarlo en papel. Lo hice con más mimo de lo normal, se trataba de algo especial. "Cuando te pones delante de algo así, te acuerdas de muchas personas", subraya el arquitecto.
Un camposanto de y para personas
Ahora, el cementerio de Iurreta es un lugar muy lejano a esos otros, "grises y oscuros". Los 200 nichos nuevos se reparten en grupos, que forman "familias" y envuelven al visitante, para que se sienta abrazado y reconfortado. No se tratan, además, de bloques prefabricados y de líneas rectas, son ondulantes y en tonos claros, para darle luminosidad. Asimismo, están semienterrados en montículos verdes para conectar con la tradición y darle calidez, eso que reclamaban algunas personas.
"Es un cementerio de y para personas", concluye Basabe. Su uso es similar a cualquier otro, pero tiene muy en cuenta las emociones y las sensaciones. Se trataba de neutralizar la carga emotiva negativa y parece que ha cuajado entre vecinos y extraños. "Yo me quedé muy a gusto con el proyecto, pero si gusta fuera, estupendo", se felicita el profesional.
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