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Los 100 cines de Bilbao: Una guía sentimental de locales, 'explicas', multisalas y un particular Broadway

Hubo un tiempo en que esta ciudad tenía un cine casi a cada vuelta de la esquina. Muchos, con nombres rimbombantes: Vistarama, Coliseo, Consulado, Olimpia, Astoria... Los repasamos todos

Miércoles, 24 de enero 2024

Hubo un tiempo en que esta ciudad tenía un cine casi a cada vuelta de la esquina. Muchos, con nombres rimbombantes: Vistarama, Coliseo, Consulado, Olimpia, ... Astoria... Hablamos de finales de los años 60 y los 70, y los bilbaínos, como en muchas ciudades del mundo, llenaban las salas los fines de semana y el día del espectador, hacían cola, aguardaban los estrenos, admiraban los carteles. No había vídeo en casa y solo dos cadenas de televisión. En el interior, las luces ya apagadas en las enormes salas repletas, los espectadores degustaban incluso los anuncios; muchos recordarán el de aquel ambientador, con la chica presionando el difusor del espray dirigiéndolo a los espectadores... «Aspire el aroma de Menforsan», decía la voz en off. Luego, la diosa de la antorcha de Columbia Pictures, el león de la Metro, la isla de Izaro Films... Comenzaba la película. Se sacaban los bocadillos, porque entonces la mayoría se llevaba el tentempié de casa. Y a soñar. Cantaba Mecano... «El cuerpo de esa chica que empezó a temblar / Cuando el protagonista la intentó besar / Me hicieron sentir que yo estaba allí / Que era feliz»...

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De aquella época, del apabullante Bilbao cinematográfico que existió en los años 50, 60 y 70, queda muy poco hoy, pero merece la pena recordarlo. Este reportaje trata de esa preciosa parte de nuestra historia y está basado en el libro 'Arquitecturas para el cine en Bilbao', de Bernardo I. García de la Torre, editado por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro. Recoge la exposición que hasta el próximo día 2 de marzo puede verse en la Sala Ondare (María Díaz de Haro, 11, Bilbao).

La afición al cine continúa, pero el número de salas ha disminuido desde entonces de forma estrepitosa hasta rozar mínimos históricos. Solo los Multicines de la calle José María de Escuza, los 'Multis', resisten desde hace más de 40 años. El formato de pequeñas salas dentro de un mismo cine fue la fórmula para sobrevivir en una sociedad cada vez más alejada de esta oscuridad tan evocadora.

Los últimos en llegar fueron, en 2004 los cines Zubiarte, en el centro comercial que lleva su nombre, y en 2010 los Golem dentro del Azkuna Zentroa, la antigua Alhóndiga. Ambos multisalas pero de gran tamaño, primando el espacio, la comodidad del espectador y recogiendo las novedades técnicas del cine actual y sus formatos digitales y sonido envolvente. Lejos quedan las salas teatrales, con grandes lámparas y decoración que sobrecogía al entrar y envolvía al espectador de la magia de ver una película. Esa parte romántica del cine quedó sepultada hace muchos años con el invento del vídeo, las plataformas de contenidos audiovisuales y la llegada de las salas de cine actuales, en las que el sonido, la visión y la comodidad es óptima, pero el ambiente, mucho más frío.

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  1. Por décadas: la época dorada, a mediados del siglo pasado

Los aforos de las distintas salas de proyección fueron cambiando mucho en relación con la evolución de la población de Bilbao. El año 1965, coincidiendo con el final de la llamada Edad de Oro de Hollywood, fue el que alcanzó el ratio más elevado, el mayor número de localidades de cine por habitante, el mayor apogeo de la actividad cinematográfica. Ese fue el año de 'Sonrisas y Lágrimas' o de 'Doctor Zhivago'.

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Pero hasta llegar a esos años de oro el camino fue largo. El inicio del cine en la villa fueron los espectáculos ambulantes (el cine Ferrusini) que recorrían las ciudades y los recintos feriales, los pioneros en encandilar a la gente con sus imágenes en movimiento. En un principio se pensó que la primera vez que los bilbaínos asistieron a una proyección en una sala cerrada fue el 8 de agosto de 1896 en el Salón Mercantil del Teatro Arriaga, solo meses después de que los Hermanos Lumiere presentaran su asombrosa máquina en París: «Hoy se inaugura el precioso kinetógrafo (cinematógrafo) que tanto ha llamado la atención (...). Es una maravilla digna de ser visitada por las personas de gusto», anunciaron en su día. Pero se ha descubierto que dos días antes ya disfrutaron de él en la sociedad El Sitio, en un local en la calle Jardines. Y así, poco a poco, en la ciudad fueron naciendo locales, en Iturribide, Bidebarrieta, San Francisco... El proyector al fondo de la sala, pantallas de unos cuatro metros cuadrados y bancos corridos para ver películas breves y de calidad muy deficiente. Pero había llegado la fiebre del cine.

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Iniciado el siglo XX, el Salón Olimpia y el malogrado Teatro Circo del Ensanche se convirtieron en los primeros cines. Y poco a poco, los teatros de nueva creación fueron dando mayor presencia a las proyecciones cinematográficas, con una programación más estable: es el caso del Teatro Trueba o el Coliseo Albia.

A mitad de esta etapa, en 1922, surgieron las primeras proyecciones en salones parroquiales y en salones docentes. Tendrían que pasar varias décadas para que este tipo de locales alcanzara su máximo apogeo.

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A partir de este momento, la actividad cinematográfica fue la que tomó la delantera a las demás. Las construcciones se hicieron pensando en ella; las salas eran en su mayoría rectangulares y prescindían de la caja escénica. El Ideal Cinema, el Cine Actualidades y el Teatro Arriaga tras su reconstrucción abrieron una época que se cerró con la apertura del Cine Izaro en 1943, primer local dedicado exclusivamente a la proyección de cine que se construyó en Bilbao tras la Guerra Civil.

Se estaba dando un crecimiento pausado pero constante que fue interrumpido por esta contienda, lo que provocó un descenso en la actividad cinematográfica hasta 1941, cuando comenzó a remontar.

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El cine ya era un movimiento imparable. Más de cuarenta locales se abrieron en apenas quince años. Salones parroquiales y docentes tuvieron también en esta época su momento de mayor actividad. Esta etapa se cerró en 1965 alcanzando las 65.000 butacas, el número más elevado disponible en la ciudad. Fueron años de actividad frenética que hicieron del cine la actividad de ocio por excelencia de la villa, que incluso llegó a tener unas salas dedicadas exclusivamente al porno, los Abra (Nicolás Alcorta, 5-7, en el Centro Comercial Zabálburu); desde 1977 hasta 1985 fueron cines 'normales' y a partir de ese momento pasaron a denominarse Sala X, donde se proyectó el famoso título 'Garganta Profunda'. En 1993 regresaron a la programación para todos los públicos pero cerraron en 1995.

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En torno a 1990, el número de localidades había descendido en casi 47.000 en apenas veinte años. La afluencia iba bajando al ritmo en el que otras actividades de ocio se iban abriendo camino: los espectáculos deportivos, las discotecas y la entrada del vídeo y nuevas cadenas de televisión en los hogares, entre otros.

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Un apunte arquitectónico

De salones parroquiales a cines con todas las comodidades

Desde mucho antes de que comenzara la actividad cinematográfica, ha habido distintos tipos de salas y espacios en los que se llevaban a cabo actuaciones teatrales, circos, óperas y demás actividades. Estos lugares se fueron adaptando a marchas forzadas para satisfacer las necesidades que el cine requería, sobre todo en lo referente a avances tecnológicos. Por eso, al principio, la mayor parte de los locales donde se veía cine eran realmente teatros reconvertidos.

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Muchos colegios y escuelas fueron conscientes también de las posibilidades que el cine podía ofrecer como metodología formativa y adaptaron algunos de sus espacios, salones de actos fundamentalmente, para incluir proyecciones de películas. Lo mismo hicieron los salones parroquiales, aprovechando las capacidades que ofrecían.

A partir de ese momento fueron muchos los nuevos cines que se construyeron para llevar a cabo exclusivamente esta actividad. Aspectos como la correcta recepción acústica, el confort de la sala, las medidas de seguridad y de evacuación y la adecuada visibilidad de la pantalla, entre otros, junto a los aspectos estilísticos y decorativos de los espacios, produjeron una amplia variedad de lugares de proyección.

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Desde plantas en forma de herradura propias de los teatros, pistas circenses, plantas simétricas o asimétricas hasta espacios con una gran verticalidad o una profunda longitud desde la zona de butacas hasta la pantalla.

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