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La FIBA Europe Cup se ha convertido para el Surne en el bálsamo purificador de las penas ligueras, aunque más por resultados que por juego. Y es que, por mucho que los hombres de negro sumen el pleno de victorias en la competición europea -ocho-, ... frente a sólo una en los últimos ocho duelos en la ACB, las sensaciones que transmite el en ambas no son buenas. Se le ve falto de confianza.
Para recuperar el ánimo la mejor medicina es sumar efectivos a la causa, que no terminan de arrancar. Es fundamental una mayor aportación colectiva para no depender tanto de la inspiración de los Sacha Killeya-Jones, Adam Smith y Alex Renfroe o de otros demasiado jóvenes aún para asumir ese rol como los Pantzar o De Ridder. Y eso que, tanto el sueco como el belga lo han hecho en encuentros concretos como el disputado en Valencia o contra los alemanes.
Eso da para ganar en la cuarta competición europea, pero la ACB es otra cosa. Para remontar el vuelo en la segunda mejor liga del mundo después de que las cosas se hayan torcido en los últimos tiempos, se antoja fundamental recuperar algunos efectivos llamados a tener cierto pese en la cancha como Álex Reyes que no atraviesan por un buen momento. La amenaza exterior del alero cacereño es clave para que las defensas rivales no se cierren con ayudas constantes sobre jugadores como Adam Smith, referente ofensivo de los de Posnarnau en el perímetro.
Esa es precisamente una de las razones que explican las dificultades que está teniendo el escolta norteamericano para encontrar situaciones claras para mirar al aro. También es cuestión de estado que los que salgan del banquillo sumen y muestren regularidad. En esa segunda unidad se encuadran jugadores como Kristian Kullamae, Denzel Andersson o Georgios Tsalmpouris.
El pívot griego, tras la baja de Hlinason -sufrió un esguince en el ligamento lateral externo del tobillo izquierdo ante Unicaja y se espera que regrese ante el Zunder Palencia el próximo día 30 o bien ante el Baxi Manresa el 7 de enero- se ha convertido en el único recambio de Killeya-Jones por mucho que la pintura le genere cierta alergia. Pero los números de la torre helena son realmente preocupantes -cuatro puntos en la derrota ante el Breogán en casa, dos contra Unicaja y cero en el triunfo en Valencia en lo que se refiere a la ACB, así como dos y cero puntos ante Gottingen y Oporto en la segunda fase de la FIBA Europe Cup-. Su efectividad desde la línea de tres -uno de sus fuertes cuando desembarcó en Miribilla- también ha caído en picado.
El Bilbao Basket está obligado a resetear. No volverá competir en Europa hasta el 10 de enero, pero los próximos cuatro compromisos ligueros pueden marcar lo que le espera de aquí a final de campaña. Los de Ponsarnau visitan el sábado (20.45) al Gran Canaria, una cancha en la que no ganan desde 2014, y luego se miden a rivales directos como el Girona, el día 22 en casa; Zunder Palencia el 30 fuera y Baxi Manresa el 7 de enero en Miribilla. Sumar un mínimo de dos victorias en esos cuatro duelos, tres de ellos ante rivales directos, y acabar la primera vuelta con siete triunfos es de obligado cumplimiento. Para lograr el objetivo no hay otra que sumar efectivos a la causa.
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