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Gran noticia. Los jugadores, como el resto de la población, cuentan las horas para que el sábado puedan salir de sus casas para hacer una hora de ejercicio al aire libre. «¡Por fin!», deja escapar Emir Sulejmanovic. El ala-pívot bosnio pasa la clausura con ... su padre, con el que ha aprovechado el tiempo para «conocernos mejor». Se lo toma como el lado bueno de esta tragedia para miles de familias. «Tenemos la ilusión por volver al pabellón aunque sea de manera individual, pero sin bajar la guardia porque el virus sigue aquí. Echo mucho de menos el baloncesto, pero todos debemos seguir siendo prudentes con las precauciones para no tener después que dar pasos atrás».
La historia de este buen jugador y extraordinaria persona acaparó la atención, la admiración y la sensibilidad de los lectores cuando fue expuesta en EL CORREO en una apasionante charla con Robert Basic. Quédense con que nació en un bosque, en pleno conflicto de los Balcanes y que su padre sobrevivió a un campo de concentración. «Hemos hablado mucho sobre ello estos días, de la historia, de la guerra, nos hemos conocido más, tengo más datos de dónde vengo y aprendo cosas».
Se queda el hombre de negro con la moraleja. «Elijo un mes así que un día en un campo de concentración. Lo peor es pensar que en ambas situaciones ha muerto mucha gente. Debemos ser conscientes de cada realidad. Yo nací en un bosque y no me vio un médico hasta que tenía dos meses. En la guerra no puedes evitar que te caiga una bomba. En esta pandemia sí hay muchas cosas en nuestras manos para hacer lo correcto y protegernos».
Como jugador que aún no sabe a qué se expondrá asume que el temor va incluido en el equipaje. «Claro que hay un poco de miedo. Pero hasta que no haya una vacuna nadie puede garantizar por completo que no nos pasará nada. Lo que te decía, somos positivos pero sin olvidar nunca las precauciones».
Hablar le ha ocupado gran parte del tiempo. Con su padre en casa, con los compañeros en cada sesión diaria de trabajo «en las que nos vemos, se hace alguna broma. Nos viene muy bien». Y por teléfono acumula horas y horas charlando con su gente en Bosnia y Finlandia. «Así todo pasa más rápido».
Es Sulejmanovic lo que podríamos definir coloquialmente como 'culo inquieto' cuando toca trabajar. Le gusta, lo necesita, le colma la faena. Tiene contrato para la siguiente temporada y se apunta a la extendida nómina de hombres de negro que están muy a gusto aquí. «Cuando me ficharon estaba lesionado. No hay mayor gesto de confianza. Por eso trabajo para dar todo lo que el equipo necesite de mí. Soy feliz aquí, no pude elegir mejor. Me gustaría seguir en un club con gente tan positiva y ambiciosa». Está en su mano, porque Mumbrú cuenta, mucho, con él.
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