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Hace unos meses, Jonathan Rousselle andaba cabizbajo por el parqué de Miribilla. Atendía con amabilidad a todo el mundo y en una conversación informal confesó lo que le atormentaba. «Mi juego es una mierda», se sinceró. Y añadió: «Mumbrú es paciente conmigo, pero yo creo ... que la paciencia tiene un límite. Tengo que hacerlo mejor». Promesa cumplida. El base francés del RETAbet Bilbao Basket dio un paso al frente y subió el nivel de su baloncesto, que incluso le ha llevado de regreso a la selección gala. Ayer, en el Martín Carpena, completó un gran partido y se puso al frente de un grupo de guerreros que desconoce el significado de la palabra rendición. «Luchamos hasta el final. Es lo que somos», resumió el técnico de los hombres de negro tras caer contra el Real Madrid. Le vale.
A Rousselle se le notaba cómodo desde el inicio. Dirigía al Bilbao Basket con criterio, tomaba decisiones y hacía que el balón circulara con fluidez. Dentro, fuera, bloqueos, tiros liberados y anotación. Metió siete puntos - dos lanzamientos de dos y uno de tres- y dio una asistencia en el primer cuarto, en el que los hombres de negro aguantaron al Real Madrid y jugaron sin complejos. En realidad, no los tuvieron en ningún momento con independencia del marcador. Arriba o abajo, poco o mucho, el RETAbet no se quitaba el mono de trabajo, encajaba y devolvía los golpes. Antes del descanso, el francés añadió tres puntos más y un par de pases de canasta a su cuenta particular . 50-47 favorable al gigante blanco y todo por decidir.
Mumbrú dio descanso a Rousselle en el tercer cuarto y activó a Schreiner, quien no tuvo su día. Un par de pérdidas consecutivas y varios lanzamientos fallados, unidos a una mayor intensidad defensiva del Madrid, dispararon a los blancos. Parcial de 14-0 para irse 16 arriba (71-55). El base galo retornó a la pista y el Bilbao Basket resucitó para ponerse a diez. Enseñaba los dientes, se los rompían, los volvía a enseñar y las piezas caían al suelo, pero aunque quedaran solo dos los de Mumbrú seguían mordiendo.
Rousselle continuó con su dirección en el último cuarto, roto por Llull, y paró el contador en 16 puntos, cinco asistencias y cinco faltas cobradas. Los hombres de negro lucharon hasta el final, incluso cuando se sabían derrotados. Es lo que son, puro carácter.
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