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j. m. cortizas
Martes, 24 de octubre 2017, 22:20
Las rachas. Creía el Bilbao Basket tener controlado no su destino pero sí el modo de labrárselo cuando la competición le ha devuelto a la realidad. Sin medias tintas, ni vendajes. Nada de anestesia. De golpe y porrazo, doliendo. Tercera derrota seguida con la que ... iguala su anterior tacada positiva, pero con el agravante de ensartar dos duros, por inesperados e importantes en la clasificación, tropiezos ante una marea negra incrédula. Es como si hubiera truco y el respetable comienza a mosquearse. Cuando mejor parece irle a su equipo los trileros de turno mueven los cubiletes y ya no son capaces los hombres de negro de acertar dónde se encuentra el haba. Es lo que sucedió ante un Partizan que ejerció de su sobrenombre, de enterrador en un último cuarto para enmarcar de los belgradenses, amos, dueños y señores de la situación.
Ver en acción a los demoníacos Miller y Williams-Goss con Velickovic, sí él, el acabado, como director de la orquestina fue, para el espectador neutral, un gozo para los sentidos baloncestísticos. También, obviamente, para la media docena de seguidores de la franquicia del Pionir que se dejaron la voz al tiempo que los suyos crecían, se venían arriba y pillaban por sorpresa al RETAbet fuera de su trinchera, en campo abierto donde no tuvieron defensa posible.
Quizá lo peor es que los belgradenses no pasan de ser un equipo aseado, con dos torbellinos en la línea exterior que sólo saben facturar para sí mismos y capacidad ingente de trabajo, sacrificio sordo y mudo de sus jóvenes valores en la costosa tarea de cerrar espacios y apoyar el rebote. Llegaba el Bilbao Basket como conjunto con más capturas en su haber en las dos primeras jornadas de la Eurocup, y en cuatro días ha ido bien servido. Veinte más le cogió el Tenerife en La Laguna y nueve más el Partizan en esta ocasión, sobre todo en una segunda parte en la que los de Carles Duran fueron incapaces de oler esa estadística.
Da grima que haya actuaciones individuales estelares, brillantes mucho más allá de lo que dicta el resultado que quedan deslucidas por perder y porque el poso que queda es que no hay equipo,entendido como grupo que rema al compás, músicos que siguen las mismas notas en el pentagrama. Ni táctica, ni física, ni mentalmente. Y no se trata de actitud. Hay fisuras por los que no dan más de sí -cada vez se queda más solo en esa parcela Kempton- y por los que llegan justitos de varios ingredientes a la hora de emplatar. Y ahí entra casi el resto.
Todorovic fue hasta el descanso el recurso ya habitual y sus galones se dejaron sentir tanto en las decisiones tomadas en ataque -sólo un fallo al intermedio en tiros de campo- como en su capacidad para actuar de especialista sobre Miller. Ese fue el primer gran acierto de la velada procedente del banquillo. Quizá también el último. Con su quinteto inicial, Duran logró que el partido llevara un camino de intercambio de canastas y con las rotaciones activó una marcha más que acusó el Partizan. Un mate de Gladness, un alley-oop servido por Mumbrú a Todorovic y un triple de Tabu en el primer balón con el que apuntó a la canasta. 19-13 en un ejercicio de solvencia. Un teórico cinco ideal, o lo más parecido a él, sobrado ante los serbios. Dejó la recta final del cuarto esa sensación de que iba a ser fácil si los de casa se ponían chulos.
Williams-Goss sumó siete puntos seguidos como recordatorio de que todo rival se merece un respeto. A la par, Kempton se autoflagelaba con dos personales seguidas. Palo en el brazo de tiro que se ve hasta conlos ojos cerrados y empujón de lo que da su envergadura en lalucha por un rebote. Desactivado porque no es garantía de nada. No importaba, mal que bien seguía avanzando el Bilbao Basket por esa senda continental en la que se desfoga en ataque y soporta un castigo similar en defensa.
Dos triples seguidos de Todorovic y la omnipresencia del gran acierto del curso, la llegada de Pere Tomàs, mantuvieron el control en manos de los anfitriones. Y se desprendía de lo visto que a poco que cambiara de ritmo, que cerrara algo más el rebote y se plantara bien en el parqué el RETAbet iba a sumar su segunda muesca continental.
Pero llegó la temida desconexión. Era posible contra con ellas a raíz de lo visto en las jornadas precedentes. Cuatro minutos sin anotar encajando un 0-7 que fue el aperitivo de un 2-10 en casi la mitad del parcial. Y vuelta a empezar, o mejor decir regreso a lo mismo. Buena conexión entre Mumbrú abriendo espacio a Redivo y la garra de Hammink unidas para recuperar el mando, las sensaciones y el amor propio. Y Gladness recordaba esporádicamente que había un gigante suelto.
Y lo que nunca debió suceder, ocurrió. Cortocircuito, segundo seguido en el inicio de un cuarto y rosario de puntos facturados entre Miller y Williams, llegando hasta la cocina, colgándose en el aire, encontrando el hueco para el rectificado. Velickovic era una palanca con la que el Partizan se hacía espacio. 0-7 para escaparse sin remisión. Ni los 13 puntos del ejemplar Hervelle surtieron efecto, ni la pelea descomunal de Tomàs que enlazó un tapón, un rebote defensivo, una falta cobrada y la provocación de una pérdida para ir acercándose en el luminoso pero sin conseguir adelantar. Batacazo sin excusas.
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