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Toca reaccionar y para ello no es ningún desdén modificar los planteamientos. No la forma de juego, que según el técnico sigue siendo la pretendida y en la que confía, pulidos los fallos que se han sucedido recientemente. Se trata de limpiar la cabeza, vaciarla ... de archivos que hablaban inicialmente de lideratos y ascenso directo, temas que se han quedado lejos de su alcance. Maximizar el disco duro pasa porque los hombres de negro aparquen su inestabilidad, dejen de concentrar en cuarenta minutos lo mejor y lo peor que le puede esperar a un equipo sobre el parqué y saquen conclusiones sobre el parqué antes que el oponente de turno.
La liga se ha apretujado y eso es tan bueno para la competición y el espectáculo emocionante que brinda como nocivo para los corazones débiles o los rosters que no acaban de tenerle cogido el tranquillo a la partitura. Por momentos, el Bilbao Basket se alinea en ese segundo apartado. Y debe borrarse de inmediato. Los muy malos veinte minutos iniciales ante el Oviedo y los aún peores y demoledores dos cuartos finales el miércoles en Castellón dan triste y preocupante constancia de ello. Siempre con el planteamiento de que estamos en la LEB, que la plantilla responde al standard de una segunda división y a sabiendas de que según se bajan peldaños crece la incertidumbre por el efecto kamikaze de muchas propuestas a las que se tiene que enfrentar el conjunto de Álex Mumbrú.
Pero necesita dejar de dispararse en los pies la escuadra vizcaína. Era un poema el estado de ánimo de los jugadores tras caer en el Ciutat de Castelló. Por la derrota en sí y por la incredulidad, la incomprensión de que sean capaces de quedarse varados, clavados, inertes durante tantos minutos. La confianza y algo más. Los tiros abiertos no están entrando. Nota positiva que se sigan fabricando. La negativa, que en vista de que la racha decrece y las muñecas no están on fire no emergen otras variantes del juego en ataque.
Clasificación igualada. Victoria y average forman en las quince jornadas restantes un pack indivisible.
Reacción. El equipo no comprende lo que le sucede, el motivo por el que se queda clavado en la pista.
Porque los equipos aprenden de los vídeos y de lo que sufren en sus carnes. Esta segunda vuelta va a ser un suplicio para la conexión Salgado-Lammers. Les han tomado la matrícula y aunque seguro que mantendrán su vigencia, la enseñanza se centra ahora en no acusar en exceso cuando esa línea es cortocircuitada. Porque deja al de Santutxu a merced de metros laberínticos bajo la canasta rival y sin opción de ayuda de otros compañeros.
En ataque también se han detectado inesperados problemas de Larsen para anotar. El danés, que canjeaba casi todo lo que pasaba por sus manos en el poste bajo, también está siendo maniatado por pívots con más kilos y ayudas constantes para que los dos contra uno le desestabilicen cuando busca la verticalidad. Y otra pata que ha hecho que el banco cojee son las canastas despreciadas, involuntariamente pero con todo a favor. Contras en superioridad de efectivos que acaban en pérdidas provocadas por la ansiedad de la que aún no saben despojarse estos hombres de negro.
Lo mejor es que, con las plantillas, currículos y gráficas individuales en la mano, Álex Mumbrú cuenta con todo lo necesario para provocar la correcta carburación que busca y no encuentra con la constancia deseada. Brown y Edu Martínez son dos jugadores que en cuanto se encuentren a sí mismos pondrán en órbita al colectivo. Mientras, como decían los viejos entrenadores, a agachar el culo.
Este nuevo panorama es obvio. Quedan 15 jornadas para reivindicar una candidatura al ascenso, ahora vía play-off y Final Four, que sigue siendo válida, posible y exigible. Al menos llegar a ella, a sus últimas consecuencias. Toca cerrar heridas, como hizo la pasada jornada un Lleida que llega a Miribilla resoplando. Y no olvidar que en adelante la mayoría de partidos contarán el doble. Victoria y average forman un pack indivisible. Hay diez equipos concentrados en un mínimo margen de dos victorias. Para pensar en la Copa hay tiempo. Por el camino esperan dos rivales que podrían serlo directos cuando la campaña toque a su fin. Este Lleida que volverá a cotizar al alza y un Huesca que ya ha hecho el año y todo lo que le venga será una recompensa extra.
Álex Mumbrú quiere cortar la hemorragia y poner fin a una racha de tres derrotas seguidas que lleva en la mochila el Bilbao Basket. Para aligerarla y recuperar las buenas sensaciones, el técnico de los hombres de negro receta confianza y pide entrega incondicional. «Tenemos que hacer las cosas que hacemos bien. Cuando dejamos de ponerlo en práctica nos caemos. El acierto no se puede controlar mucho porque depende de estados de ánimo, pero hay que trabajar duro, ir a cada rebote y luchar por cada balón. Eso está en nuestro ADN», dijo ayer el barcelonés de cara al partido de mañana contra el Força Lleida.
El entrenador del RETAbet aseguró que las tres derrotas seguidas obligan a «volver a sentar las bases y trabajar» como saben hacerlo sus hombres. Subrayó la importancia de «salir bien y concentrados desde el inicio. Necesitamos jugar en casa ante 6.000 personas en las gradas. Cuando alguien no está bien necesita contar con su familia y Miribilla es la nuestra», destacó la importancia de la afición. Sobre todo en una situación como la actual y frente a un Lleida del que no se fía. «Son muy sólidos y han estado arriba. Cuentan con un juego interior muy potente y grandes tiradores, además de con un base físico. Es un equipo compensado que juega buen baloncesto», declaró Mumbrú.
El técnico invitó a olvidarse del líder y pidió centrarse en el trabajo propio. «Mirar al Betis o a los demás me da un poco igual. Me importa el Lleida, que es el próximo, y luego el Huesca. Me interesa lo que hacemos nosotros». Reconoció que la derrota ante en Barça B hizo daño al equipo, pero pidió «tranquilidad y saber que hay buenos y malos momentos». Toca gestionarlos y, además, no olvidar el pasado más reciente. «Venimos de una historia muy mala, de un descenso. Aunque parezca lejano pasó hace cinco o seis meses. Es normal que la gente exprese su malestar, pero necesitamos a nuestra familia, sentir el apoyo de nuestra gente. Responderemos a las expectativas».
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