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Muy locuaz con un simple comentario. Álex Mumbrú sabe repartir juego entre sus hombres y no quiso que la trascendencia de la victoria en Burgos y el apabullante partido firmado por Axel Bouteille dejaran sin la recompensa del reconocimiento al jugador que más tuvo que ... aportar. Con la baja de Rousselle, Thomas Schreiner se quedó como único base, ayudado en varias rotaciones por Brown y con el junior Miguel Ruiz -que llegó a la concentración horas antes dado que tenía un examen de inglés la mañana del partido- a la espera de que no hubiera problemas de faltas o de salud entre sus mayores.
Le vienen bien los elogios. El veterano director de juego gustará más o menos, pero su experiencia le lleva a digerir todo lo que le sucede con sentido común. Un tipo sincero que charlando con EL CORREO aún en el Coliseum se felicitaba del bien común. «Era un partido especial, con dos bajas importantes, pero hemos jugado como equipo, porque lo somos. Todos hemos aportado, como llevamos haciendo todo el año. Después de tres derrotas y en una cancha muy difícil hemos ganado».
No ocultaba la sensación de alivio, ni lo bien que sienta saber que su entrenador se refirió a él como el héroe de la cita, calificándole como «titán». Schreiner no contuvo una enorme sonrisa. «Me alegro de escuchar eso, pero Axel (Bouteille) ha hecho un partidazo, algo que ya nos está pareciendo hasta normal. He intentado ayudar como siempre y lo he podido hacer mejor que otros días. Sigo luchando para el equipo».
Y en esa tarea le mueve algo muy concreto que está por encima de filias o fobias. Porque su nombre, junto al de Jonathan Rousselle, han ido de la mano cuando se adivinan problemas en la carburación del equipo. «Yo siempre reconozco cuando juego mal o lo hago bien. Intento ayudar al equipo. Faltaba Jo (Rousselle) y me tocaba jugar más. Puede que haya hecho más cosas. Cuando él vuelva me tocará jugar menos, apoyar en defensa, no sé, lo que me toque hacer para que el equipo gane lo haré. Sigo siendo el primer interesado en que gane el equipo».
Sobre el triunfo, entonces aún reciente, en una pista que conoce bien, puso el énfasis en la lucha «cuarenta minutos como equipo. Con ellos arriba por tres o cuatro puntos no nos hemos vuelto locos y hemos seguido jugando con nuestras reglas, como nos ha pedido Álex. Ese trabajo da éxito». El cuerpo le pedía unas horas de desconexión y celebración y desde ya «sólo pensar en el siguiente, de verdad. Sólo en Sevilla en casa y que venga mucha gente, que nos apoye, como siempre».
A Schreiner no le pilló por sorpresa el ambientazo vivido la tarde del sábado. «También en Andorra -su otro destino ACB-, pero cómo se vive el baloncesto en Burgos y Bilbao es muy especial, el ambiente es increíble. Estoy encantado de haber estado un año en Burgos y llevar dos en Bilbao donde la gente disfruta tanto el basket y cada partido es un espectáculo. Se disfruta mucho jugando en canchas así».
Se despide con una risa cómplice cuando el tema es la pizarra de Mumbrú. Se quedó sin rotuladores el sábado con tanta variante, en la que casi siempre estaban implicados de manera especial los jugadores exteriores. «Hemos tenido algunas combinaciones en la pista inusuales. Por eso hemos trabajado duro durante la semana. Así es el baloncesto. A veces debes improvisar y esta vez lo hemos hecho muy bien».
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