Un parque de atracciones en Miribilla

En Miribilla es primavera. El verde de la esperanza brilla con fuerza esta temporada en los emblemas de la marea negra. Oficialmente, el otoño arrancó el sábado, pero no había llegado aún este domingo al Bilbao Arena. En pantalón corto y camiseta, la hinchada del Surne ha acudido a su templo bajo un sol estival, en una tarde en la que todo el mundo quería ver en directo a su nuevo equipo, los brotes de un proyecto que ha disparado la ilusión en la hinchada del Bilbao Arena.

Ya una hora antes del comienzo del encuentro, el rock and roll del grupo Random Key animaba el primer día de curso en el Bilbao Arena. Los compañeros de la pasada campaña volvían a verse a las puertas del pabellón y bajo su fachada de hojas muy verdes. Un padre acompañaba a su hijo con un cuaderno en el que estamparían su firma los hombres de negro. Iñaki, un treintañero venido de Durango, ansiaba seguir a sus jugadores en partido oficial, pero recalcaba que hay que «tener paciencia, mucha paciencia. Este equipo exhibe cualidades y hay jugadores con hambre de triunfar».

A unos metros se había formado una cola para probar suerte con la ruleta de una aerolínea que daba regalos. El público novato buscaba la puerta de acceso mientras veteranos de Miribilla charlaban en corros sin aparente prisa por entrar. En una barra exterior se servían bebidas que ayudaban a sofocar el calor cuando por las escaleras ya desfilaban familias enteras, grupos de amigos, parejas y hasta una delegación de mujeres de Acambi (Asociación contra el Cáncer de Mama y Ginecológico de Bizkaia) con sus llamativas camisetas fucsia.

En el interior, el zepelín de Surne hacía pruebas de vuelo a media altura sobre una cancha donde se reencontraban viejos compañeros. Saludos a diestro y siniestro a los ex hombres de negro Andrew Goudelock y Rafa Luz, miembros de la 'embajada' con pasado vizcaíno en el Andorra, al igual que los jugadores Tobias Borg y Felipe Dos Anjos y los técnicos Natxo Lezkano y Paco Vázquez. Los seis recibieron una cariñosa ovación en las presentaciones.

Un rincón explosivo

La grada de animación se ha revitalizado y recuperado sus mejores momentos. Las peñas enarbolaron sus banderas y las enseñas negras de su club cantando y girando pañuelos al unísono, como una orquesta bien ensamblada en todas sus piezas. Decenas de entusiastas animaron con cánticos y al son de tambores desde ese córner que insufla aire fresco cuando la atmósfera está cargada de malos augurios. Ayer no necesitaron empujar demasiado al Surne, pero no pararon de alentar a su equipo con sus voces. Son una parte muy importante de la liturgia del Bilbao Basket, en la que se corean los nombres de los hombres de negro cuando aparecen en el videomarcador, aunque algunos ahora sean muy desconocidos o casi impronunciables. Qué más da, si Armi ha vuelto con todos sus brazos a abrazar a la menuda marea negra, si desde las gradas se grita a rabiar de nuevo 'jo ta ke irabazi arte' o 'Bilbao Basket, Bilbao Basket' tras una bella canasta. Así respira el Bilbao Arena cuando disfruta con su equipo.

«Creo que este año nos vamos a divertir mucho», adelantaba un cincuentón a su pareja después de haber gozado con la victoria. Finalizó el partido y el otoño tampoco había llegado al pabellón de Miribilla, bañado por el sol y transformado en un parque de atracciones que promete futuras fiestas de baloncesto.

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