Zoran Dragic posa en las gradas del polideportivo Artxanda, centro de operaciones del Bilbao Basket. Mireya López
Zoran Dragic | Alero del Surne

«De niño jugaba por helados, no cambiaría mi infancia por nada»

El veterano jugador esloveno dice que no dudó ni un segundo en aceptar la oferta del Surne, ve bien al equipo y hace un repaso a su vida y carrera con especial mención a su hermano Goran, un tipo con casi 1.000 partidos en la NBA. Él también estuvo allí

Jueves, 26 de septiembre 2024, 02:27

Llega antes del tiempo acordado, vestido con la ropa de entrenamiento del Bilbao Basket. Es el decimoctavo escudo de su carrera, que promete defender con honor, entrega y humildad. Zoran Dragic (Ljubljana, Eslovenia, 35 años) sabe lo que es jugar la NBA, la Euroliga, la ... Eurocup, la ABA y la ACB, entre otras competiciones, un hombre curtido en cientos de batallas que ahora librará otra teñido de negro. Ofrece una charla deliciosa que va más allá del baloncesto, regresa a su infancia, habla de su hermano e «ídolo» Goran, un tipo con casi 1.000 partidos en la NBA, de su pasión por el fútbol y el tenis y del «nuevo desafío» en el Surne que afronta con mariposas en el estómago.

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- ¿Por qué ha elegido al Bilbao Basket?

- Me llamó mi agente y me dijo que me querían en Bilbao. Me pareció fascinante porque me gusta la ACB. He pasado cuatro años bonitos en España -entre Unicaja y Baskonia-, donde empecé a jugar como profesional por primera vez lejos de mi país. Es la mejor liga de Europa. El Bilbao Basket es un desafío nuevo en mi carrera. Conozco además al entrenador (Jaume Ponsarnau) porque me había enfrentado a él.

- ¿Ponsarnau y Pueyo tuvieron que insistirle mucho para que aceptara la oferta?

- No hizo falta. Tampoco quería esperar mucho. Cuando mi agente me dijo «Bilbao» le contesté que sí y que mandara los papeles. No tuve dudas.

- Ha jugado en 17 equipos y ocho países diferentes, incluida la NBA. El Surne es el 18. ¿Aún se pone nervioso antes de los partidos?

- Sí, siempre. No soy un pasota. Es un nerviosismo positivo. Todavía me gusta jugar al baloncesto, competir. Llevo un poco peor las pretemporadas, pero cuando empiezan los partidos y las victorias cuentan entonces me gusta estar en la pista.

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- ¿Empezó a jugar por su hermano mayor, Goran?

- Empecé con el fútbol. ¡Era bueno! Me gustaba muchísimo. Jugué un año y entonces mi hermano se fue al baloncesto con sus amigos. Entonces me dije a mí mismo: «Voy a probarlo yo también». Me metí y vi que podía hacerlo, y además me gustaba. Firmé mi primer contrato con el Slovan. Con 15, 16, 17 años me di cuenta de que quería que el baloncesto fuera mi trabajo. No era fácil para mí porque mi hermano era tan bueno...

- ¿Quería ser como él?

- Era mi ídolo. Primero lo fue Dejan Bodiroga, y a día de hoy lo sigue siendo. El otro día en el partido de homenaje a mi hermano -estuvieron en su despedida de baloncesto gente como Nikola Jokic, Dirk Nowitzki, Luka Doncic, Luis Scola y Chris Bosh, entre otros- le vi y quise sacarme una foto con él. Tengo una anécdota con Bodiroga.

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- Adelante.

- Tenía 12 años y fui a un partido de la Euroliga entre Olimpija y Barcelona. Estaba con mi padre, quien al verle a Dejan le dijo «Deki -es su apodo-, ¿puedes firmarle un autógrafo a mi hijo?». Yo estaba alucinando con tanta familiaridad, pero ya sabe cómo somos los balcánicos... «Por supuesto», le respondió Bodiroga. Me firmó en mi tarjeta de transporte escolar, la del autobús. Lo que pasa es que me la quitó mi hermano y se acabó perdiendo. Ahora, al verle tantos años después, nos dimos un abrazo. Sabía que el ídolo de Goran era Predrag Danilovic y que él era el mío. Luego mi hermano se convirtió en mi héroe.

- Hubo comparaciones.

- Claro. Decían «este -en alusión a él- no es como su hermano». Tenía que luchar con mis demonios. Me vino bien. Era difícil cuando era más joven, pero me empujó a trabajar más y más duro. No quería que dijeran 'es el hermano de Goran Dragic', sino 'es Zoran Dragic'. Creo que lo he conseguido.

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- Goran jugó casi 1.000 partidos en la NBA y usted también llegó a la mejor liga del mundo, pero no se quedó mucho. ¿Le dolió?

- No, porque se dio una situación concreta. Me dieron la oportunidad, jugué de maravilla, metí 22 puntos y firmé por dos temporadas con el Miami. Tenía un contrato elevado y no había sido drafteado. Hubo un problema con el límite salarial -si te pasas pagas el doble- y me dijeron que me traspasaban al Boston. El manager general (de los Celtics) me dijo que sería parte del equipo pero que no me podía garantizar jugar. Lo rechacé. Me dio pena porque sabía que podía haber jugado allí. Tampoco es tan...

Su primer ídolo

«Bodiroga me firmó un autógrafo en mi tarjeta de transporte escolar, y me la quitó mi hermano»

Amor al deporte

«De pequeño jugaba al hockey sobre hielo, tenis, baloncesto, fútbol... ¡Era bueno en el fútbol!»

Satisfacción

«El Bilbao Basket es un desafío nuevo en mi carrera. Aquí se trabaja muy bien»

La sombra del hermano

«No quería que la gente dijera 'es el hermano de Goran Dragic', sino 'es Zoran Dragic'. Creo que lo he logrado»

Las trampas del padre

- Volvamos al principio. Todo empezó en el Slovan de su Ljubljana natal. ¿Cómo fueron aquellos días en la cancha?

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- Nos ayudaron mucho nuestros padres. Si no hubiesen estado a mi lado, no sé si hubiera jugado al baloncesto. Hay una línea muy fina entre 'ir por este lado' o 'ir por el otro', el de las tentaciones. Los amigos podían arrastrarte. De pequeño jugábamos al hockey sobre hielo, fútbol, tenis, baloncesto... Lo importante era el deporte. La mentalidad era otra.

- Había más calle.

- Así es, y no había teléfonos móviles. Todo el mundo sabía dónde estabas, en la cancha. Papá y mamá siempre estaban con nosotros, nos llevaban a los partidos. Jugábamos por helados. Goran y yo contra nuestro padre. Y el padre siempre hacía trampas (risas). Pero bueno, al final nos caía el helado. No cambiaría mi infancia por nada.

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- ¿Cómo lleva la vida nómada, mudarse cada pocos meses, cambiar de países y clubes?

- Ahora es difícil. Por eso volví a casa -jugó las últimas dos temporadas en la Cedevita-, porque tengo a dos niños que van a clase. Cuando iban a la guardería no había problemas, pero con el colegio necesitan estabilidad. Sería una felicidad jugar seis o siete años en un mismo club. Es raro en el baloncesto. Por eso tienes que moverte, para ganar dinero.

- ¿Se acuerda del primer dinero que ganó con el baloncesto?

- Como si fuera ayer. Me dieron 100 euros y me compré una chaqueta de Helly Hansen. Estaba en el Slovan y había firmado mi primer contrato. Tenía 14 años. Así que me compré la chaqueta para el invierno y me la cogió mi hermano. Bueno, la llevábamos los dos. La pagué y ya no tenía más dinero para el resto del mes.

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- ¿Quién ha sido el mejor entrenador de su carrera?

- El que más me ha ayudado a subir a otro nivel ha sido Joan Plaza. Tampoco me olvido de Jasmin Repesa y de Boza Maljkovic.

- ¿Y el jugador que más le ha impresionado?

- Russell Westbrook. Ahora ha bajado un poco, pero entonces -cuando estaba en la NBA- nunca había visto a un jugador como él. De la nada te venía una explosión. En cuanto a Europa, lo más difícil para mí era defender a Spanoulis y a Jaycee Carroll. Jugaban para ellos, les montaban diez bloqueos, los árbitros...

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- ¿La afición más caliente?

- Las del Partizan y del Estrella Roja. Eso no hay en ningún sitio. Hay muchos pabellones llenos, pero aquellas puestas en escena, los cánticos... Ardes en deseos de pisar la cancha y jugar.

- A sus 35 años regresa a la ACB de la mano del Surne. ¿Le gustan las emociones fuertes?

- Sabemos que no somos un club para estar entre los cuatro primeros, pero aquí se trabaja muy bien. Es una pequeña familia, muy unida, dura. Saben lo que pueden dar, hasta dónde pueden llegar. Mis respetos. Estoy con muchas ganas de empezar, de ver dónde estamos.

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- ¿Dónde ve el equipo?

- Cerca del play-off. Pero lo primero es salvarnos, algo que todos queremos.

- Tienen Miribilla. ¿Qué importancia da a la afición?

- Lo más bonito es jugar con el pabellón lleno. Me han dicho que aquí jamás falta el apoyo de la afición, incluso con los malos resultados. No te presionan tanto en la derrota, como puede pasar en otros sitios, donde te paran por la calle para decirte cualquier cosa sin tener ni idea del baloncesto. Aquí la gente sabe estar.

- ¿Cuánto baloncesto le queda?

- Quiero jugar hasta los 37.

- Podría retirarse en Bilbao.

- Tal vez. Ya se verá.

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