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Nikola Radicevic es adicto al baloncesto. Se enganchó con cinco años, cuando su madre le compró una pequeña canasta extensible y la instaló en la sala de estar de su casa familiar de Cacak (Serbia). El chaval solía poner la televisión, directos o grabados en cintas VHS, retiraba los muebles y empezaba a jugar. Imitaba lo que veía en la pantalla, su ventana a un futuro que emulaba en el presente.
El paso del tiempo no redujo su dependencia del balón naranja, al revés, acentuó el apego a un deporte que corre por sus venas. «Veo hasta cinco partidos diarios. Si me pagaran por ello sería millonario», comenta divertido en el parqué de Miribilla y luego en la tienda especializada en cómics 'Joker', desde ya su santuario. El base del Bilbao Basket sale por un momento de su piel de jugador y enseña lo que hay debajo. Sorprende con sus aficiones. Van desde la cultura japonesa, el 'anime', el manga y el interés por la I Guerra Mundial hasta la búsqueda del whisky perfecto.
Fuera de la zona es una serie semanal en la que los 'hombres de negro' nos hablan de sus aficiones y pasiones fuera de las canchas de baloncesto.
«No soy una persona especialmente interesante», desliza el hombre que fabrica el baloncesto del Surne, y luego abre su particular cajón de sastre. Desvela que le gusta la historia, una de las pocas asignaturas con las que se aplicaba de verdad en el colegio. «Me interesa todo, pero especialmente la I Guerra Mundial. Soy serbio y mi tierra siempre ha sido un poco convulsa. Quiero saber qué había entonces, en qué contexto se produjo todo, aprender del pasado». Un disparo de Gavrilo Princip en junio de 1914 en Sarajevo acabó con la vida del archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa, Sofía, duquesa de Hohenberg, magnicidio que prendió la mecha de una contienda bélica en la que suele bucear Radicevic. Tiene sed y quiere beber conocimiento.
Su sonrisa perenne solo se ensombrece –enseguida recupera el brillo– cuando se le cuestiona por otro conflicto armado. En 1999, la OTAN atacó su país y lo bombardeó durante dos meses, dos semanas y tres días. Él tenía entonces cinco años. «Me acuerdo de todo. Eso sí, no tengo ningún trauma. Había muchos niños en nuestro barrio. Cuando sonaban las sirenas antiaéreas nuestros padres nos tranquilizaban, restaban importancia a lo que pasaba para que no nos preocupáramos. Había familias que bajaban al sótano, pero mi padre se resistía a hacerlo. Nos quedábamos en casa. Digamos que me tenían en una urna de cristal... y les estoy agradecido. Sé lo que pasó. Y estoy bien», comenta animado, en paz con los recuerdos.
Saltó la chispa cuando se le insistió en que profundizara en su tiempo libre. Tampoco queda mucho porque gran parte lo capitaliza el baloncesto, el que juega y el que ve, pero cuando no indaga en la historia se entrega al 'anime japonés'. «Soy muy fan de sus dibujos animados. Mi serie preferida es 'Naruto' y mi personaje favorito, Itachi Uchiha», dice rodeado de obras en 'Joker'.
Rompe a reír cuando lo cuenta, consciente de la reacción que provoca en sus interlocutores. Itachi es un ninja renegado considerado un prodigio y provisto de grandes habilidades. Cuando se le comenta a Radicevic en clave de humor que también es un asesino y que acabó con su familia, enseguida salta. «¡Es muy poderoso y lo hizo todo por su hermano (Sasuke)! Que nadie se meta con Itachi», bromea. Desvela que tiene «zapatillas con su imagen, que también figura en la carcasa de su móvil, camisetas... «Estoy un poco loco con esto».
Al base del Surne le encanta la cultura japonesa y confiesa que uno de sus sueños es perderse por el país del sol naciente. «Me llama todo de ellos, su comportamiento, el honor. Leo mucho. ¡Hasta hay un pueblo de 'Naruto'!». Radicevic se fue al extranjero con 18 años –eligió España, Sevilla– para vivir el sueño del baloncesto. Ahora tiene 28 y ha pasado por 11 clubes y seis países diferentes. Cuando se le pregunta por su comida favorita, por dónde se ha alimentado mejor, no duda: «En casa de mi madre». ¿Y qué bebida le apasiona? Aquí descubre otra pasión oculta. «Me gusta una copa de un buen vino, pero me encanta el whisky bueno. Suelo ir con mi mejor amigo a buscar nuevos sabores. Si me pregunta por un whisky comercial, le diría Johnnie Walker etiqueta negra. Pero luego hay unos japoneses muy buenos».
Nikola Radicevic
Comenta el base que consume mucha música y que sus gustos van desde «Nirvana al reguetón», en función del estado de ánimo. «Puedo llevar una semana de rockero y luego pasarme a la bachata. Había una época en la que no paraba de escuchar a Romeo Santos», desvela.
¿Y de no haber sido jugador? Radicevic se encoge de hombros. «No lo sé. No me veo en un trabajo de ocho horas. Pienso en ser entrenador. Después del baloncesto habrá más baloncesto. Mi vida está consagrada a este deporte». Terminada la charla, se le reclama para una sesión de fotos en 'Joker', una tienda de Bilbao que jura frecuentar mucho. Saca el móvil y en su parte trasera aparece Itachi. Se quita la sudadera, y también. Sonríe. Y coge uno de sus libros.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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