Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Era cuestión de tiempo que cambiara de crisálida. Los moldes no van con él. No tardan en oprimirle y provocar la necesidad de deshacerse de ellos para no frenar su proceso de crecimiento. Axel Bouteille (Roanne, 14 de abril de 1995) está llamado a llegar ... a una estación término afín a su calidad. Los números le delatan, son su tarjeta de visita, la guía que demuestra un recorrido de aspecto sobrio y composición burbujeante. El RETAbet, sus responsables deportivos, lo tuvieron claro desde el minuto uno. Intentaron involucrarle mientras aún no se había confirmado el retorno a la Liga Endesa. En cuanto el visado tuvo vigor el alero francés dio el visto bueno. Necesitaba volar del basket de su país y entendió que el trampolín bilbaíno podía dotarle de la propulsión y altura necesarios para escalar hasta donde le lleve el basket, que será muy alto. Seguro.
Desde que fue captado por el Chalon vieron en él algo diferente, un cromosoma que le convertía en un jugador ajeno a la manada, aunque su compromiso coral sea indestructible. «Ningún tiro parece imposible», reconocía ya entonces Romain Chenaud, el técnico que le brindó la oportunidad de debutar como profesional, con el que fue campeón en Chalon. Lo decía de un muchacho que si destacaba en algo no era precisamente a primera vista. Con 15 años medía 188 centímetros, lo que le convertía en un jugador del montón desde el punto de vista de la talla entre los jóvenes valores con posibilidades de crecer en el deporte de la canasta. «Hace cosas que no aparecen en los libros de baloncesto», se reafirmaba tiempo después su entrenador, cuando veía ya que hasta un equipo campeón de Francia amagaba con quedarse escaso para sus posibilidades.
En Francia ven en él una especie de réplica de su padre, Franck, dos décadas profesional. No era un jugador sublime, no epataba. Sin embargo se ganó un tremendo respeto por dos virtudes tangibles: era un baloncestista inteligente y eso le llevaba a desempeñar sus funciones con una precisión de relojería suiza en lo referente a su cometido y espacio a ocupar.
Quizá sin darse cuenta lo fue asimilando Axel cuando seguía desde la banda las actuaciones de su padre. Lo vio jugar casi todo ya que el progenitor tiene 48 años en la actualidad. De esa genética procede, por ejemplo, la capacidad para ofrecerse en zonas de turbulencia. Balones calientes cuyo quemazón soporta más que nadie.
Herencia. Se empapó del juego de su padre, inteligente y siempre en el sitio correcto»
Romain Chenaud (Chalon). «Hace cosas que no aparecen en los libros de baloncesto»
Lo mismo que siempre ha sentido cierta temporalidad por su afán de crecer, ha tenido que lidiar con momentos inesperados. Dejó Chalon porque reconoció querer huir de una posible «zona de confort». Acababa de ser campeón y su caché revalorizado le llevó a Limoges, donde se dio de bruces con una sensación desconocida. Es un jugador de corte introvertido, que reconoce hacer «mi juego sin hacerme muchas preguntas». Pero siempre había sabido a qué atenerse y en su nuevo destino vio que no encajaba. «No entendía mi papel en el equipo», explicó. Estuvo a punto de pedir la cuenta, pero tiró de entrañas para superarse a sí mismo.
Cambiar de país era una meta, un propósito acuñado mientras crecía. Bilbao le abrió las puertas de la mejor liga del continente y lo ha agradecido rompiendo más moldes. Esta vez los de sus estadísticas como jugador. Alero de moda en la ACB y ya un icono en Miribilla, posee el mejor porcentaje de acierto de tres puntos, un 51,4 por ciento que retumba como barbaridad. Las enchufa de colores, casi con tanta frecuencia como cuando tira desde posiciones más cercanas al aro (60,4). Es además quinto en Liga Endesa en anotación (18,4), sexto en valoración (17,4) y séptimo en minutos jugados (28).
Respecto a su pasado año en Limoges supera su media en seis minutos y siete puntos. Lo del triple es un escándalo en su vida deportiva, siendo además un tirador no precisamente al uso. En sus tres años en Chalon firmó medias del 44,4, 33,3 y 35 por ciento desde la línea mágica. En Limoges arrancó con un 33,3 y elevó el listón hasta un ya bestial 47,3. Y ahora se marca el largo en Bilbao de anotar más de la mitad de lo que lanza. Además de romper otras marcas personales. Que no pare.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.