Denzel Andersson examina los cómics con delicadeza, los abre y los repasa con la mirada clavada en los dibujos, sin perder detalle de unos mundos en los que le gusta perderse. «Este es bueno, este también, y este...», no para de saltar de ejemplar en ... ejemplar en la tienda especializada 'Joker' para recomendar historias que devora cuando quiere desconectar del baloncesto, deporte que aprendió a amar de pequeño y que practica por herencia familiar. El sueco creció en una casa en la que todos vivían colgados de los aros, padre, madre, hermana mayor y él, el chiquitín, que ahora estira hasta un 2'04 y que probó con otros balones hasta quedarse con el naranja. Le apasiona, pero cuando deja de pegarse con las moles rivales se entrega a los «videojuegos y el manga», aficiones que le permiten evadirse de los sistemas, canastas, fallos, derrotas y ruido que llena los pabellones en los que se gana la vida. «Es una manera de entretenerme. Si no, estaría pensando las 24 horas en el basket».
Estaba predestinado a hacerlo. El padre de Andersson, Jerome, jugó dos temporadas en la NBA con Boston e Indiana. El ala-pívot del Bilbao Basket descubre entre divertido y orgulloso que ganó un anillo con los Celtics en 1976. «Conoció a gente interesante», comenta con una amplia sonrisa sin mencionar a jugadores como Havlicek, Silas, Jo Jo White, Cowens y compañía, con los que compartió el vestuario y la gloria. «Era estadounidense -de Virginia- y luego se trasladó a Suecia, donde conoció a mi madre». También jugaba al basket, «aunque a nivel local», precisa el hombre de negro, quien acaba de superar una lumbalgia. «Lo intenté con el fútbol, pero lo mío era el baloncesto». Una profesión que le llevó a Italia, Polonia y España, donde intenta demostrar que vale para la ACB.
Cuando no entrena ni compite, Andersson suele dar «paseos por Bilbao» y meter horas con la consola y los cómics. «Veo anime, leo manga y me divierto con los videojuegos. Trato de relajarme». Rodeado de miles de libros en 'Joker', una tienda cuya existencia desconocía y que promete frecuentar con asiduidad, el sueco revela que es un amante incondicional de 'Dragon Ball'. «Es el primer cómic que leí en mi vida. Cuando era pequeño fui a visitar a mi familia a Estados Unidos y vi que tenían dibujos animados de 'Dragon Ball'. Me enganché. Luego empecé a leerlo, con los videojuegos...». Acota que su personaje favorito es «Gohan. Me gusta desde que le vi enfrentarse a Cell (Célula). Es muy poderoso», dice sonriente.
Doremus Bennerman
Ríe cuando se le pide que cuantifique las horas que mete a la semana en su mundo paralelo. «Lo hago casi siempre cuando mi novia trabaja», suelta entre risas. «¡Y trabaja de lunes a viernes!». La consola le tira mucho, la PS5. «Me encanta jugar a Pokemon». También se refugia en la Nintendo. «Mario Kart, Mario Maker, Mario Party...», enumera mientras regresa a las obras que le rodean. Enseguida comienza a recomendar cómics y elige unos cuantos. «'Aoshi', 'Hunter Hunter' (Yoshihiro Togashi), 'Guardianes de la noche' (Koyoharu Gotouge), 'Jujutsu Kaisen' (Gege Akutami), 'My hero academia' (Kōhei Horikoshi), 'Neon Genesis Evangelion'...». Tanto los videojuegos como el manga los consume en casa y en viajes, sin conseguir que su pareja entre al trapo. «No pierdo la esperanza de lograrlo. Seguiré intentándolo», promete risueño.
Lleva siete meses en Bilbao y está encantado con la ciudad, gente, Miribilla y comida. «He descubierto una carne que puedes comprar y también comer en restaurantes que... ¡Dios mío! Eso sí que es algo diferente. Antes de venir no era de filetes ni de chuletas, pero aquí están buenísimas. ¿Bebida? Me gustan cosas con soda, como Fanta. Y también zumos de manzana y de naranja». Andersson subraya que el baloncesto es el deporte de su vida, pero sigue también «balonmano, fútbol, Fórmula Uno». De hecho, cuando vuelve a casa suele dar patadas al balón con sus amigos. «No soy tan bueno como Zlatan (Ibrahimovic)... aún», bromea. De pequeño, tenía un ídolo. Se llamaba Doremus Bennerman, un jugador de basket estadounidense que hizo carrera en Europa. «No es conocido, pero le entrenaba mi padre. Llevo el número 5 por él», explica el ala-pívot del Surne.
El escandinavo está a gusto vestido de hombre de negro, encantado con el ambiente del 'infierno'. «Antes de fichar -puntualiza- vi varios partidos en Miribilla. Es fantástico jugar allí. Viene mucha gente y siempre apoya, en la victoria y en la derrota. Nos sentimos orgullosos y por eso siempre peleamos. No luchamos solo por nosotros, sino por todo Bilbao. Y en los malos días, ellos (los aficionados) hacen que sigamos adelante». Andersson disfruta de los paseos por la ciudad y de sus «museos», de sus rincones y la oferta cultural. Ahora bien, confiesa que tiene una visita pendiente. «Algunos de mis compañeros han ido a San Mamés. Me han enseñado fotos. ¡Tengo que ir!». Un tipo de 2'04 en un estadio de altura.
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