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El Bilbao Basket descorcha esta noche en un Miribilla lleno hasta la bandera la segunda final continental de su historia. La primera, en la EuroCup, ... la perdió hace 12 años en Charleroi (Bélgica) ante un Lokomotiv Kuban intratable, con 2.500 integrantes de la marea negra en las gradas del Spiroudome, donde no hubo consuelo y la derrota conllevó el irrefrenable descenso hacia los infiernos que incluso amenazó la existencia del club. Más de una década después, en la que la entidad vizcaína pasó por una larga travesía en el desierto en la que llegó a morir para resucitar, el baloncesto ha premiado la fe, el trabajo y la entrega del Surne con otro duelo por un título internacional. Las entradas para el choque de ida ante el PAOK volaron en un puñado de horas –ocurrió lo mismo de cara al duelo de vuelta en Salónica–, el equipo jugará con el apoyo de 9.500 gargantas –las 500 restantes son griegas– y tratará de lograr un buen resultado que le acerque a un trofeo europeo que nadie –salvo los chicos del BSR del basket adaptado– ha logrado nunca como club en Bizkaia.
12 años
han pasado desde la última y hasta ahora única final europea del Bilbao Basket, perdida contra el Lokomotiv Kuban
Los hombres de negro han tenido que obrar un par de milagros –ante Tofas y Dijon– para llegar a la gran final de la Europe Cup, la segunda competición de la FIBA. Fue creada en 2015 como sustituta de la extinta EuroChallenge, torneo que llegaron a ganar Joventut y Girona. Pero ningún equipo de la ACB lo ha conseguido en el actual formato, en cuyo palmarés figuran los Fraport Skyliners de Francfórt (Alemania), Nanterre 92 (Francia), Reyer Venecia (Italia), Dinamo Sassari (Italia), Ironi Ness Ziona (Israel), Bahcesehir (Turquía), Anwil (Polonia) y Chemnitz (Alemania). El Surne llegó hasta las semifinales en la pasada edición y cayó ante los germanos, vigentes campeones, y ahora ha dado un paso adelante que le ha permitido citarse con el PAOK en el doble choque por el título.
La final de hoy hunde sus raíces en marzo de 2000, cuando nació el actual Bilbao Basket, que justo en el año 25 de su fundación tiene la posibilidad de poner la guinda en forma de un título europeo. Aunque todo empezó mucho antes, en 1934, cuando en el Club Deportivo dos profesores de natación colocaron unas canastas en el frontón para probar aquello que comenzaba a causar furor en Estados Unidos. Un grupo de aficionados puso la primera piedra para que en 1945 se fundara la Federación vizcaína de la mano de Francisco Manrique de Lara. En 1952 ya se jugó en el frontón Euskalduna un partido internacional entre la selección provincial y un equipo de Valparaíso.
Jaume Ponsarnau
Entrenador del Bilbao Basket
Ordenado el organigrama deportivo nacional en tema de baloncesto, el Águilas irrumpió en la élite en 1958, perdiendo 54-70 en la Feria de Muestras ante el Real Madrid. Fue el arranque de una historia que, gracias a Paco Díaz, se mantuvo en pie mientras su mentor gozó de vida. 14 campañas en la élite y cohabitando con el segundo proyecto, el del KAS, que se mudó desde Vitoria por motivos económico-empresariales. Dos equipos en Bilbao forzaron la construcción de La Casilla, pabellón cuyas paredes hablan y que este año ha acogido tres partidos de la fase de grupos de la Europe Cup en homenaje al cuarto de siglo de vida del Surne.
La desaparición del KAS en 1974 firmó la primera travesía en el desierto. Se tardó más de una década en aunar voluntades, las de Patronato, Loyola Indautxu, La Salle y Tabirako, el cuarteto que dio forma al germen del Caja Bilbao –los durangueses se desvincularon luego del proyecto–. Se logró el ascenso a la ACB en Burgos y el 13 de septiembre de 1986 se cancelaba una deuda histórica con el retorno de Bilbao al primer plano del mundo de la canasta de la mano de un Caja Bilbao que sólo latió durante un quinquenio. En 1994 se regresó a la élite, pero por motivos económicos la hazaña no se consumó en los despachos. Una década después, esta vez sí, el Bilbao Basket entró en la sociedad selecta del basket nacional. Ahora, 21 años más tarde, está a 80 minutos de brindar a la ciudad un trofeo europeo.
Para estar en disposición de hacerlo, los hombres de negro tuvieron que obrar primero un milagro en los últimos cinco minutos mágicos contra el Dijon, cuando pasaron de un 69-66 al 97-68 final. Tenían que levantar un -19 y lo lograron con una proeza carente de lógica, solo adscrita a la locura a la que se entregaron los bilbaínos y al carácter imprevisible del baloncesto. Un club modesto, con un presupuesto ajustado para pelear por la supervivencia en la ACB –maneja cuatro millones y destina 1,3 a la primera plantilla–, abonado al sufrimiento y al mantra de «pico y pala», se ha hecho con un hueco en el segundo campeonato de la FIBA, en el que se han quedado por el camino Tofas, Zaragoza, Cholet, Sassari, Bursaspor, Oporto, Maroussi... Es un paso de gigante para un club humilde, que trabaja con sudor, entrega e ilusión por su lugar bajo el sol.
No hace tanto estuvo a punto de desaparecer, excluido de la ACB por problemas económicos, luego bajó a la LEB y regresó para darse más de un paseo por las nubes. Jugó la Copa, el play-off por el título, ató permanencias holgadas y también dramáticas y ahora disfrutará de una experiencia inolvidable. Desde la humildad, el trabajo y el acierto en la confección de la plantilla, el Surne busca su hueco en la historia ante el PAOK. Quiere coronarse ante uno de los históricos del panorama griego y continental, una nueva oportunidad para volverse un poco más grande y de paso seguir paseando la marca Bilbao por Europa. «Es una final que juegan Bilbao y Bizkaia», dijo Jaume Ponsarnau a este periódico tras eliminar al Dijon.
La gente ha recibido por fin una píldora de felicidad, acostumbrada a perder, caerse y levantarse, ver los partidos con cuadros de ansiedad, calcular distancias con la zona roja de la ACB y festejar al verse fuera de su alcance. Ahora tiene una oportunidad de disfrutar, de sentirse ganadora, de soñar con algo grande y hasta de verse más alta en el espejo. Bilbao y Bizkaia están a 80 minutos de ser campeones, de inaugurar sus vitrinas reservadas a trofeos europeos, ahora vacías y cubiertas de polvo, a la espera de lo que suceda hoy y dentro de siete días en Salónica. Todo empezó con la previa en Lituania ante el Neptunas Klaipeda y acabará en Grecia, cerca del monte Olimpo, donde duermen los dioses. Allí ascenderán por un rato el Surne o el PAOK, dos supervivientes de una carrera que empezó con casi medio centenar de aspirantes al trono. Y ahora llega el momento de apostar... todo al negro.
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