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J. M. Cortizas
Miércoles, 8 de noviembre 2017
No tiene el Bilbao Basket cuerpo de maniquí. No le queda bien ningún traje. El más holgado, el que exporta su imagen al resto del continente. Tres partidos al amparo de Miribilla, tres derrotas sangrantes porque ninguno de sus adversarios contaba con rango de verdugo. ... Final de la primera vuelta de la fase de grupos que deja a los hombres de negro sujetando el farolillo rojo junto al Partizan. Y con unas previsiones nada esperanzadoras. Las matemáticas no entierran las opciones de los de Carles Duran, que ayer escuchó el desconcierto de los valientes que dejaron sus menesteres en una noche de perros para acercarse al Bilbao Arena con la esperanza de que su equipo aliviara la tensión acumulada durante la jornada. Pero cuesta trabajo confiar en que el ansiado, necesitado y exigible cambio llegue ya. Y no hay tiempo. Cruda realidad.
Otra vez los picos extremos en las constantes vitales. Cumbres y valles, más los segundos, por doquier. Muy cerquita de repetir marcador centenario adverso, 52 puntos encajados al descanso y, más que nunca antes, la sensación de que el Alba Berlín era un oponente al que se le podía hacer pasar por caja con no demasiado. Un ajuste defensivo, que llegó puntualmente en los primeros cinco minutos de la segunda parte, sirvió como confirmación de esa teoría. Pero el grupo está de que no y, para colmo de males, protagonizó un nefasto sprint final, un tramo de tres minutos que inició con siete puntos de demora en el que concentró su impotencia. Un grupo que se supo ya para entonces derrotado.
RETAbet Bilbao Basket
(18+24+28+16): Fischer (4), Todorovic (8), Hammink, Hervelle (9) y Gladness (12) -cinco inicial-; Tabu (5), Redivo (20), Tomàs (9), Mumbrú (17) y Vucetic (2).
86
-
94
Alba Berlin
Siva (15), Butterfield (13), Vargas (11), Sikma (11) y Clifford (2) -cinco inicial-; Saibou (6), Peno (12), Grigonis (14) y Radosavljevic (10).
Parciales 18-18, 42-52 (descanso); 70-77 y 86-94 (final).
árbitros Joseph Bissang (Francia), Milija Vojinovic (Serbia) y Mario Majkic (Eslovenia). Eliminados por faltas Clifford (m.32) y Redivo (m.40).
Incidencias Partido correspondiente a la quinta jornada del Grupo C de la Eurocopa, disputado en el Bilbao Arena de Miribilla ante 4.102 espectadores, según la estadística oficial del partido.
Huelga decir que cuando no se está fino, cuando se atraviesa una depresión galopante, querer y nopoder suele ser el resultado. Entre lo que se hace mal, lo que el rival hace bien y las tesituras del juego que barren para el lado del más fuerte emocional y físicamente, el drama está servido. Es un juego, se gana y pierde. Cuando se repiten las situaciones, los modus operandi, cuando un guión deja de sorprender y aún así la historia navega por sus renglones es cuando nadie en el entorno sabe a qué atenerse. Jugadores replicando a su entrenador, rosarios de faltas en ataque en bloqueos que, más allá del rasero arbitral, denotan cierta desidia por su reiteración. Inferioridades palpables en el dibujo táctico que convierten a los aplicados alumnos de Aíto en una cuadrilla de demolición. Infalibles desde la línea de tres, pero con truco, en este caso agravante. Liberados hasta tener más de un metro de margen para automatizar sus lanzamientos.
Pareció que el RETAbet se ponía en marcha con tracción, pero no tardó en patinarle el embrague en cuanto hubo que ir jugando con la caja de cambios. Gladness, en un clásico ya de la temporada, se cargó con dos faltas prescindibles, y Vucetic era el único cinco alternativo, al margen de Hervelle, ya que Kempton no se vistió. El pívot serbio se merece un monumento. Como meritorio que es lo intenta hasta la saciedad, pero su capacitación aún no entra en los parámetros de la competición. En ataque el resto del grupo prescinde de él y en defensa aporta su envergadura y centímetros para soportar estoicamente en el uno contra uno. Cuando necesita ir y venir o tomar decisiones es cuando se agrieta. Pero lo mismo se puede decir de Gladness aunque su estampa parezca más intimidatoria. Que lo es, como demuestran sus tres tapones, pero en cuanto hay que moverse lateralmente, la cosa cambia.
Los errores estuvieron esta vez más repartidos por demarcaciones. Jonathan Tabu pagó su indolencia de la jornada anterior viendo a Fischer llevar al equipo de inicio. El internacional belga tiene un problema. Su forma de ser, cómo se maneja, ese aire caribeño de parecer no acabar de meter la quinta marcha. Si las cosas van bien suena hasta cadencioso, pero cuando no es así el público y sus compañeros se impacientan, llegan las pérdidas y el retardo en la toma de decisiones. Fue el último en encestar entre los que jugaron y sólo Hammink se quedó sin aportar a la hucha anotadora.
Lo dicho. No empezó mal la cosa, pero el Alba, con Siva en modo mandón, dio la vuelta al dominio y situó su proa por delante de la del anfitrión. Redivo y Mumbrú respondieron y las tablas cerraron el primer acto. Ni para ti, ni para mí. En el segundo tramo comenzó el descalabro defensivo. La berlinesa parecía una máquina infalible, pero lo era por las facilidades concedidas. Seis puntos de Saibou y una manita de Siva relanzaron a los alemanes para alcanzar por primera vez la decena (36-46) en pleno desconcierto vizcaíno. Siete triples encajados que nutrieron en primera persona los 34 puntos encajados en esos diez minutos.
Y, creánlo si no vieron el partido, la sensación era que con una pizca de cada ingrediente (dureza, interés, decisión, solidaridad, ambición, confianza, suerte) la receta era recuperable y no tenía por qué acabar en la basura como incomible. Lo entendió el Bilbao Basket porque mostró el que ojalá sea su verdadero potencial durante cinco minutos. Para el minuto tres de la reanudación ya había comprometido a los dos cincos visitantes, Radosavljevic y Clifford, con sus terceras personales y al americano no tardaría en caerle la cuarta. Mejor defendido el rival, los de Duran se vinieron arriba. 18-8 para empatar a 60 y dar la sensación de poder hacerle un interior al Alba y arrancarle las pegatinas en el adelantamiento decisivo. Sólo lo pareció.
Aíto llamó a filas a los suyos y les recolocó las pilas. Devolución de la moneda. 4-12 y otra vez a remolque (64-72) en poco más de tres minutos. Principio del fin. Y de regreso al quiero y no puedo mientras el viejo profesor les apuntillaba con una de las suyas. Parecen acciones aisladas, pero tienen un componente emotivo brutal. Posesión de 1’3 segundos y tiempo muerto para dibujar esa jugada casi onírica. Y salió por la magia de un gran pase y la muñeca de Vargas para mantener a los de casa esposados a la decena. Del remate, mejor no hablar. No hubo por dónde cogerlo. Un manual de cómo no sedebe acabar un partido. Una pena.
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