Un equipo de baloncesto no solo se hace en la cancha, sino también fuera del parqué. Convencer a un grupo de 12 jugadores de siete países diferentes que sirvan bajo una misma bandera es el reto al que se enfrenta Álex Mumbrú, afanado en la ... preparación de una temporada que arrancará en poco más de una semana. No basta con las sesiones dobles, con los sistemas y las jugadas aprendidas de memoria, porque fabricar el pegamento que una un vestuario tan heterogéneo como el del Bilbao Basket precisa de actividades 'extraescolares'. De ahí que el club haya decidido subir a la plantilla en un autobús turístico y darle una vuelta por la ciudad, aún desconocida para la mayoría de los recién llegados. Es una iniciativa que se repite y responde a un perfil integrador. «Queremos que sepan dónde vienen, por quién juegan y para qué», argumentó este martes el entrenador del los hombres de negro, quien trabaja a contrarreloj para encajar todas las piezas en un puzle todavía sin armar e incompleto.
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Solo repiten cinco jugadores del año pasado. El resto -dos americanos (Goudelock y Withey), un brasileño (Rafa Luz), un francés (Bigote), un dominicano (Delgado), un lituano (Masiulis) y un español (Galán)- son nuevos. Nada más llegar a Miribilla, donde les esperaba un descapotable bus rojo, hicieron piña. No había ningún verso suelto, el típico solitario que va a su bola con sus cascos y música, sino que todos se juntaron. La presidenta del club, Isabel Iturbe, también quiso estar con ellos, al igual que Alfonso Gil, concejal del Área de Movilidad y Sostenibilidad del Ayuntamiento de la capital vizcaína. «Estamos con vosotros y os necesitamos. Estábamos incluso cuando no se podía -en referencia a la pandemia y el pabellón vacío-. He visto todos los partidos por la televisión». El edil socialista dijo a los hombres de negro que estaban a punto de darse un paseo por una «ciudad con alta calidad de vida, volcada con el equipo, sus valores y principios. Tienen además a un grandísimo entrenador que sabe lo que es Bilbao y el baloncesto».
Precisamente Mumbrú subrayó la importancia de «adherirse a la ciudad» y su gente. «No han podido ver mucho porque entrenan mañana y tarde. Ahora se darán cuenta lo bonita que es», indicó el técnico, cauto con las valoraciones de la pretemporada. «No hay que hacer caso a los resultados -dos victorias y dos derrotas-. Tampoco sabemos cómo estaban los rivales, en qué momento de la preparación se encontraban. Intentamos ser un equipo, dar pasos y disfrutar de un pabellón parcialmente lleno», señaló sobre la vuelta del público que se hará efectiva el 23 de septiembre ante el Zaragoza. Antes habrá que jugar la Euskal Kopa con el Baskonia. «Es importante para nosotros, una buena piedra de toque», advirtió el barcelonés.
El buen ambiente perfumaba la jornada, que rompía con la monotonía del trabajo diario. Andrew Goudelock, la 'mini mamba', el fichaje estrella, estaba encantado con el paseo. «Nos viene bien para juntarnos y ver la ciudad». En realidad, la ruta tampoco les descubrió demasiado porque el itinerario fue Miribilla-Atxuri-Mercado de la Rivera-Arenal-Ayuntamiento-Plaza Circular-Zabalburu-Miribilla. Nada de la ría, Guggenheim, San Mamés, la Gran Vía... Otra vez será. Estaban juntos, fuera de la cancha, y es lo que importaba. El escolta de Stone Mountain tiene buenas vibraciones. «Estamos bien. Tenemos un equipo con talento y ahora fabricamos la química, que ya se siente en el vestuario. Haremos un gran año porque estamos motivados, centrados en nuestro trabajo y compenetrados». Sonríe cuando se le pregunta por sus cuatro hijos. «No he perdido tiempo, solo sueño», dice divertido.
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También Ángel Delgado rebosaba confianza. El dominicano fue luego a Madrid para asistir a la puesta de largo de la nueva edición de la ACB en representación del Bilbao Basket. Reía cuando se le preguntaba por si ha podido conocer algo de la ciudad. «¡No hemos tenido tiempo, solo entrenamos!». El pívot observa el futuro con optimismo porque hay «mucha pasión en el vestuario. Va a ser un buen año», prometió. Un auténtico soldado de los aros, donde juega con las pinturas de guerra. El autobús avanzaba por un Bilbao que aún se estaba desperezando, con el mercurio estirándose hasta los 28 grados a las nueve y media de la mañana. «Hace muy buen tiempo», se frotaba las manos Goudelock. Luego le explicaron que cuando empiece a llover no va a parar.
Entre el Ayuntamiento y el Teatro Arriaga, con el bus parado, un par de chicas se acercaron móvil en mano. «¿Quiénes son?», preguntó una de ellas. «Jugadores del Bilbao Basket». «Estaba grabando por si acaso», respondía divertida la joven. Un coche de policía atravesó el parque del Arenal haciendo sonar la sirena. Tras una media hora de paseo, la plantilla estaba de nuevo en Miribilla. Tocaba una sesión de fotos con la ACB. Otro compromiso más antes de volver a sudar. Dentro de 10 días levantarán la persiana de la Liga Endesa y hay que llegar perfectos. Hacerlo como un equipo sería la gran conquista.
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