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Mal día en la oficina. Trabajar a oscuras propicia muchos borrones, tantos que es imposible corregirlos con la luz de los chispazos. El Bilbao Basket ya tiene su primera cicatriz en un rostro hasta ahora inmaculado, marcado este sábado por el zarpazo de un Granada ... superior. A los andaluces les salió todo y a los hombres de negro nada, excesivamente blandos en defensa –fue la clave de la derrota– y desdibujados en ataque. Solo Jeff Withey rayó a un gran nivel –21 puntos, 7 rebotes y 20 de valoración–, secundado de vez en cuando por Hakanson, Andersson y Kyser. Nada salió como estaba previsto en un encuentro en el que los vizcaínos dieron excesivas facilidades y muchas segundas y terceras oportunidades a su rival, que jugó con alegría y velocidad. El primer tropiezo de la temporada está compulsado y debe ser digerido cuanto antes, entendido como un aviso y en ningún caso como un golpe. Con un 3-1, el Surne está de pie y necesita seguir sacando carbón. Solo así, empapado en sudor, se reconocerá en el espejo.
El equipo nunca tomó el pulso del partido. Jugaba atenazado, sin fluidez, desprovisto de la frescura y la alegría que caracteriza su baloncesto. Los hombres de negro pueden hacerlo mejor o peor, acertar o equivocarse, pero siempre transmiten con el balón y sin él. En Granada, que también vive un momento dulce y su particular luna de miel con la ACB, el Surne arrancó con los motores a medio gas y terminó con las luces fundidas. No era su día. Tardó tres minutos en convertir su primera canasta por medio de Hakanson. Solo un imponente Withey facturaba como en la época de la declaración de la renta, abonado al acierto en la pintura. Y también fuera de ella porque le iba tan bien que hasta clavó un triple. Lo que no lograba el perímetro –Smith, Hakanson, Alonso y Reyes hicieron un 2 de 14 desde la línea mágica– lo enmendaba la torre californiana.
El Bilbao Basket no encontraba la llave para cerrar la puerta por la que se colaban Felicio y Prince Ali. Con ocho puntos cada uno en el primer cuarto, que los de negro cerraron siete abajo (27-20), el Granada vivía feliz colgada de los brazos de sus jugadores referencia, apoyados luego por el incombustible Renfroe, el siempre incómodo Luke Maye y Lluis Costa. Los locales dominaban porque les entraba todo, movían la bola con rapidez y completaban las transiciones relámpago. Withey encontró un socio en Andersson para diversificar la responsabilidad anotadora. Ni Hakanson, ni Smith ni Francis Alonso fluían, no había veneno en sus muñecas, así que los ‘secundarios’ trataban de conectar con un rival que amenazaba con romper el choque demasiado pronto. Los nazaríes se fueron 14 arriba (42-28) después de un triple de Costa, pero los de Ponsarnau siguieron trabajando como picapedreros.
Fue Andersson quien tiró del carro en el segundo cuarto con ocho puntos –dos triples y dos tiros libres–, siempre apoyado por Withey. El pívot californiano se fue al descanso con 15 puntos y sin fallo en lanzamientos de campo. Pero hacía falta mucho más para reducir a un Granada que empezaba a desatarse, consciente de las dudas visitantes. Los árbitros metieron el dedo en la llaga al pitar dos técnicas –una a Hakanson por ‘flopping’ y otra al banquillo por protestar– y aún así los hombres de negro fueron capaces de fabricar un parcial de 2-10 e irse al descanso solo cinco abajo (53-48). Sin jugar su mejor baloncesto, los vizcaínos estaban con vida pese a conceder innumerables segundas y terceras oportunidades y se fueron con pulso al vestuario.
El Granada abrió la segunda parte con un triple de Bropleh que llegó tras tres posesiones regaladas. Entonces llegaron los mejores minutos de los hombres de negro. Un golpe de inspiración que les hizo volar. Un 3-13 comandado por Kyser, Radicevic, Smith y Andersson obró un pequeño milagro: puso a los de Ponsarnau por primera vez en ventaja mediado el tercer cuarto (56-58). Todo parecía encajar, estar de nuevo en su sitio, pero solo fue un espejismo. El apagón que vino después dejó al Surne a oscuras el resto del partido. Lo leía en el braille. Un demoledor 22-5 sentenció a los vizcaínos, que encima se quedaron sin Radicevic por lesión. Se quejaba del tendón de aquiles de su pierna derecha. A poner velas para que no sea nada.
El último cuarto del partido sobró, al igual que el tiempo muerto solicitado por el técnico local Juan Pablo Pin a falta de un segundo para el final y 15 arriba. Hasta 20 abajo llegaron a ir los bilbaínos, una anécdota que toca adjudicar a una tarde torcida. El martes toca abrir el segundo capítulo de la Champions contra el Bahçeşehir en Miribilla y el sábado visitar al Breogán. Con una cicatriz en el rostro, sí, pero con la convicción de que el equipo tiene mucho más baloncesto del que mostró en Granada.
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