Bilbao Basket 91-88 Granada

Más que victoria, ración de tranquilidad

Antes de que el balón volara por los aires, materia cargada de electricidad estática, la jornada había dejado purpurina en el aire y aroma a oportunidad. Todos los clubes metidos en la pelea por la salvación habían perdido: Coruña, Girona, Breogán, Lleida y Andorra. El Bilbao Basket estaba ante una ocasión inmejorable de pegar un hachazo a la clasificación, partirla y quedarse con el trozo más firme, el que lleva a los buenos alumnos al siguiente curso. La plantilla era consciente de la relevancia del duelo ante los andaluces, subrayado en rojo pasión, y cumplió ante un rival que no dejó de pelear hasta el final. Un rival que llegó sin Wiley –cortado– y los lesionados Bamforth, Tomàs, Ubal y Clavell, pero con un letal Griffin que casi amarga a los locales después de dos entrenamientos con su nuevo club.

Noticia relacionada

Pantzar, el mejor. ¿Y para ti quién ha sido el más valioso?

El inicio del Bilbao Basket fue un cuento de hadas que no tardó en complicarse y oscurecerse, como los cuentos de Edgar Allan Poe. Del 8-0 y el 11-3 se pasó a un 13-10 y luego, con otro parcial de 0-12, los nazaríes se pusieron seis arriba (18-24). Debieron de verlo tan fácil los de Ponsarnau al principio que creyeron que con unos pocos golpecitos acabarían por derribar al rival. Craso error, porque sin intensidad ni defensa es imposible ganar a nadie en la ACB. El Granada empezó a encontrar canastas fáciles con Griffin, Nouá, Guerrero y un buen Sergi García. El partido se puso feo, con los hombres de negro faltos de solidez, abonados a rachas y golpes de riñón. Por alguna razón extraña no terminaban de explotar su superioridad en la pintura –dos puntos entre Hlinason y Jones al descanso– y solo funcionaban a latigazos, por inspiración individual.

Un buen ejemplo fueron los tres triples sin fallo de Gielo, o las penetraciones de Pantzar premiadas con un dos más uno, mientras que Cazalon no se reconocía en el espejo y Dragic tardó en tirar la puerta abajo. De ahora en adelante debería olvidarse de la línea mágica y ponerse el traje de 'míster catering' con sus entradas. El esloveno tuvo una magnífica actuación tanto en defensa como en ataque. Ali iba y venía, alternaba buenos momentos con fallos –dos de nueve en triples–, y el Granada no paraba de encontrar huecos en la defensa local. Así se explican los 46 puntos concedidos al descanso, por lo que sellar fugas en el armazón se imponía como una asignatura obligatoria tras el paso por los vestuarios. Un 46-46 tras los 20 minutos iniciales indicaban por dónde tenía que llegar la mejoría.

Y llegó en el tercer cuarto. Los vizcaínos apretaron los dientes, subieron de intensidad y comenzaron a defender. ¿Traducción? Un parcial de 13-5, sensaciones diferentes y otra presencia en la cancha. Pantzar volaba, magistral en la dirección y anotación, Dragic administraba por fin veneno y De Ridder desbrozaba caminos con puntos y rebotes. De aquel 46-46 se pasó al 72-59 a falta del cuarto final. Cuando todo parecía hecho, el Surne se vino abajo. Rebotes concedidos –hasta 12 bajo su aro–, pérdidas, tiros liberados fallados... Del 79-65 se pasó al 81-78, un parcial de 2-13 que puso un nudo en la garganta al personal. Menos mal que aparecieron Pantzar y Dragic para dejar el triunfo en casa, que lo celebró como un título.