«El Bilbao Basket no es un club normal, es una familia que me ha lanzado una mano cuando me caía»
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Tomeu Rigo deja el brazalete de capitán y al Surne después de seis años como hombre de negro: «Siempre he trabajado para el equipo»Secciones
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Tomeu Rigo deja el brazalete de capitán y al Surne después de seis años como hombre de negro: «Siempre he trabajado para el equipo»«Ha sido un honor defender estos colores». Con esta frase, acompañada de una sonrisa. Tomeu Rigo ha arrancado este miércoles su discurso de despedida de la que ha sido su casa durante seis años. Será extraño no verle en la pretemporada, vestido de negro, pero toca mudar de piel. «Son etapas en la vida de un jugador. Sabía que llegaría el momento de decir adiós». El capitán del Bilbao Basket, que vino en 2018, en la LEB, y vio a la franquicia de Miribilla recuperar la categoría, «consolidarse en la ACB» y pelear en Europa, unas semifinales continentales incluidas, estaba arropado en uno de los días más especiales de su carrera por sus compañeros de la plantilla -Pantzar, Rabaseda, Barandalla...-, empleados del club y directivos, como la presidenta Isabel Iturbe y el director deportivo Rafa Pueyo, además de Javi Salgado. Todos querían estar a su lado. «El Bilbao Basket no es un club normal. Es una familia que me ha lanzado una mano cuando me caía. Y no me he caído gracias a vosotros».
Rigo se ha roto ambos cruzados y el Surne no tardó nada en renovarle y decirle que confiaba en él, que era de los suyos. «Fueron dos-tres años difíciles, pero lo superé. Estaba en la camilla -se acordó y dio las gracias a los fisios y recuperadores que le ayudaron a volver a ponerse de pie- y decía: '¿Por qué me pasa a mí? ¿Por qué no repartimos las lesiones entre todos y así se vuelven más leves?'. Ahí estuvo a punto de romperse, voz quebrada por la emoción, pero logró recomponerse y condensó seis años en media hora de comparecencia. «Recuerdo cuando recibí la llamada de Álex (Mumbrú) y de Rafa (Pueyo). Confiaron en mí y me dieron una oportunidad real». La tuvo en la LEB y, tras lograr el ascenso, pisó los parqués de la ACB. «Pensé que no iba a seguir». Pero el Bilbao Basket le trasladó su apoyo y le dijo que su defensa era importante.
El escolta aseguró que trataba de aportar tanto dentro como fuera de la pista. «He dado lo que tenía. Procuraba hacer piña. Siempre he trabajado para el equipo. Aquí he crecido como persona y profesional«. Cuando se le preguntó por el Surne, en qué situación estaba, el balear trasladó tranquilidad absoluta. »El club está en buenas manos. Todo es bueno y sano, gente que cuida de su gente. Y nunca he visto una afición como esta. Es el corazón del equipo«, dijo Rigo sobre la marea negra. Sin duda, los malos momentos han sido las lesiones; los buenos, dos. «La final para subir a la ACB y la victoria en el Palau para jugar la Copa», rememoró aquel drama resuelto con una alegría en la prórroga.
Jugar y ser protagonista
Rigo afirmó que su mejor momento «está por llegar». No arrojó pistas sobre su futuro, dónde proseguirá con su carrera, pero lo que tiene claro es que se irá a un sitio en el que pueda pasar muchos minutos en la pista. «Donde pueda soltarme, coger confianza, crecer como jugador y ser mejor cada día». Después de seis años en Bilbao y poco protagonismo, con 53 partidos en la ACB y unos cuantos más en Europa, el escolta necesita vivir el baloncesto en toda su intensidad y de forma continua. Está decidido a convertirse en imprescindible en su próximo entrenador porque tiene «27 años» y todo el hambre del mundo por triunfar.
El balear recalcó que deja a un Bilbao Basket asentado en la ACB y «jugando en Europa». No quiso acabar sin trasladar su cariño a la afición, a la marea negra, de la que solo guardará un recuerdo inmejorable. «Me he sentido muy querido. Siempre me han tratado bien, sin ningún reproche, todo lo contrario». Reveló que los seguidores del Surne le mandaban mensajes pidiéndole que suba a la grada un día para celebrar la victoria. Acabó haciéndolo. «Era el momento». Al acabar su intervención, Rabaseda, Pantzar y Barandalla le cogieron en brazos. La piña que ayudó a construir estaba ahí una vez más para sujetarle.
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