Bilbao Basket 90-72 Breogán

Broche de oro a una semana fantástica

Había ganas de ver a los hombres de negro en la ACB, donde uno se gana la sal y el pan. El partido coincidió con el del Athletic –no hubiese estado de más que las autoridades competentes lo hubieran tenido en cuenta para tener un gesto con la fecha o la hora– y la asistencia se resintió un poco, pero los más de 7.000 que estuvieron no paraban de dar la mano al equipo cada vez que se caía. También la levantaba Miribilla para protestar las controvertidas decisiones del señor Caballero, integrante más intervencionista del trío arbitral y casi siempre en perjuicio del cuadro local. El Bilbao Basket tenía enfrente a un Breogán con jugadores más que interesantes como Moore y Hilliard, entre otros, y que no paraba de hacer goma y estirarla hasta convertirla en hilo. Cada vez que el Surne amenazaba con romper el choque y poner ventajas de dobles dígitos volvían los gallegos mediante triples o transciones rápidas.

Los muchachos de Ponsarnau encajaron pronto un parcial de 0-8 gracias al buen trabajo de Moore y Hilliard, pero replicaron con otro en forma de 1-8 liderado por Pantzar, Kullamae y Dragic. El esloveno es un profesor de baloncesto disfrazado de jugador. Se las sabe todas, amaga y golpea, enseña y esconde, hace la vida más fácil a sus compañeros y también pica cuando puede –solo suspendió en los triples con un cero de cuatro–. Al igual que Frey, un noruego que vino del frío para encender Miribilla, dirigir y anotar. El base forma una pareja noble con Pantzar, siente el juego, ve cosas antes de que ocurran y pasea una muñeca cargada de dinamita. El Breogán sobrevía en el cuarto inicial gracias a los triples –12 de sus 17 puntos llegaron desde la línea mágica y tres fueron tiros libres– y el Surne lo cerró cinco arriba (22-17).

Acelerón definitivo

Jones puso la máxima nada más descorchar el siguiente período. Siete arriba (24-17), que Sakho y Vila dejaron en tres. Los gallegos estiraban la goma como si fuera un chicle, cómodos con su baloncesto de rachas alimentado por un afilado Hilliard y un gran Moore. La mala noticia vino en forma de la tercera personal de Hlinason poco antes del descanso, que se convirtió en cuarta en el tercer período. ¿La buena? Trabajaba Marvin Jones, un tanto acelerado y precipitado a veces, pero por los aires dejaba el perfume de su poderío físico. ¿Otra cosa positiva? Por fin enseñó la patita Ali, seguro desde los tiros libres y buen trabajo en pista. Sacó hasta siete faltas y su hoja de servicios solo la afeó el uno de cuatro en triples. Hlinason devolvió el más siete y luego también Dragic (37-30), pero entonces apareció el señor Caballero con varias decisiones erróneas y la versión más letal de Hilliard para empatar a 37. Entre Ali y Frey mandaron el choque al vestuario con los hombres de negro tres arriba (42-39).

A la salida de la caseta apareció la manada de lobos que prometió Ponsarnau. Un parcial encadenado de 17-2, encabezado por un estelar De Ridder (14 puntos, 7 rebotes y 21 de valoración) –el muchacho pelea hasta las migas de pan a su hermano pequeño y luego le quita también el postre–, disparó a la franquicia de Miribilla hasta un más 13 (54-41). Todo era vino, música, chocolate y rosas en un pabellón feliz, una caja de resonancia, que esperaba el golpe de gracia, pero el Breogán reaccionó otra vez con una serie de 4-16 que apretó de nuevo el duelo (58-57). Y hasta ahí llegaron los lucenses.

El Bilbao Basket pisó el acelerador con Frey y un inmenso Pantzar, el director de orquesta que distribuye y escupe veneno, de la nada salió Gielo con dos triples seguidos y el equipo se marchó 17 arriba (78-61). El Breogán saltó por los aires y la goma se rompió. La acabaron masticando los hombres de negro, una manada de lobos que hizo feliz a Miribilla.