Agustín Ubal dejó su Montevideo natal con 16 años. Ahora tiene 19 y juega en el Bilbao Basket cedido por el Barcelona. Es puro carácter y ambición. Está decidido a comerse el mundo y hacerlo a bocados, impaciente porque le pasen cosas y por llegar ... muy alto. ¿Hasta dónde? No se pone límites. «Mi meta es la NBA. Veremos si me alcanza con mi calidad, talento y trabajo. Pero una cosa está clara: no quiero pasar desapercibido. Creo que eso se nota cada vez que toco la pista», comenta en una distendida conversación al lado del Teatro Arriaga, que luego deriva en un paseo por el Casco Viejo y culmina con una ronda -él pidió agua con gas, su bebida preferida- en una de las terrazas del barrio. Al base del Surne le encanta la vida urbana y también su nuevo hogar, con gente «cálida. Es una ciudad a la que no le falta nada. Es muy linda, perfecta para mí».
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El base del Surne, que asimismo se desenvuelve en el puesto de escolta, confiesa que quiso ser futbolista. «Era un 9 goleador asesino. Cada pelota que tocaba era gol», suelta divertido. ¿Por qué lo dejó? «Pegué el estirón -fue a los 12 años- y perdí el tacto. Me decanté por el baloncesto. Seguí los pasos de mi hermano mayor, que jugaba al basket. Quería ser como él. Tomé la decisión y ahora disfruto de lo que me gusta». Su padre también fue profesional de la canasta y el balón naranja siguió botando en una casa que dejó siendo niño. Ahora bien, su familia le inculcó el amor incondicional por «Peñarol, el cuadro más grande de Uruguay». Luego amplió el radio geográfico y lo calificó como el «mejor de América». Jamás piensa en pequeño porque sueña a lo grande. ¿Un equipo en Europa? «No tengo».
Con solo 15 años, Ubal probó en cuatro canteras de España: Barcelona, Real Madrid, Valencia y Zaragoza. Regresó a Montevideo y cuando ya tenía 16 se trasladó a La Masía. Fue su elección. Asegura que irse de casa tan joven no le importó lo más mínimo. Ni lágrimas ni dramas, «todo lo contrario». «No me costó nada porque era mi sueño». Su padre le acompañó en el viaje y durante las primeras semanas en la residencia blaugrana. Allí vivió con «Gavi», fue a clase con «Ansu Fati y Balde» y pudo conocer a «Luis Suárez». También tuvo un detalle bonito con él Roland Araújo, central del Barça. «Un día me escribió para presentarse y ofrecerme su ayuda. Me dio su número de teléfono y me dijo que estaría ahí para cualquier cosa que necesitase». Desde entonces están en contacto y suelen intercambiar mensajes. Dos uruguayos que se tienen uno al otro lejos de su hogar.
A sus 19 años, a Agustín Ubal le gusta disfrutar de la vida lejos de las canchas. Confiesa que le encanta Bilbao y que disfruta de su «ambiente» y de sus «calles. Es como una ciudad grande en pequeño. Tiene todo y la gente es muy cálida. No hay nada que no me guste». Suele perderse por la zona de La Casilla, la Plaza Moyua y el Casco Viejo, donde posa paciente para una sesión de fotos. «Es perfecta», define a la capital vizcaína. Pese a su juventud, el uso de las redes sociales lo acota sobre todo a ver lo que hacen los demás. «Estoy con TikTok e Instagram. De vez en cuando subo alguna foto y contesto algún mensaje, pero cuido mi vida privada. No hablo de ello públicamente, lo guardo para mí». Dice que en su tiempo libre descansa «mucho» porque entrena «duro» y quiere afrontar la siguiente sesión con las «piernas frescas. Paseo por Bilbao y me junto con mis compañeros. Son un gran apoyo todos».
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Todo le va muy rápido y a Ubal le parece lento, eterno. «Quiero más y lo quiero ya. Soy muy ambicioso. ¿De uno al diez? Diez. Mi meta es la NBA». Lo dice sin pestañear, convencido de que su fuego interior y el carácter le llevarán a las mejores canchas del mundo. Es consciente de que está bajo lupa. Los 'scouts' de los Spurs, Warriors, Grizzlies, Wizards y Thunder le han espiado en varios partidos de la ACB, muchos de ellos en Miribilla. «Lo sé, pero no puedo quedarme con eso. Siguen a miles de chicos. Es una motivación más para pulir mi juego. No significa nada. Estoy centrado», asegura. Miribilla es su trampolín. «Cuando me gritan ¡uruguayo! me vuelvo loco. Es un ambiente espectacular. Animan, presionan y nos ayudan. Les sentimos muy cerca».
Avanza a pasos agigantados, un jugador que creció admirando a «LeBron y a Kobe Bryant». A ellos les veía por la tele, pero de cerca aprendió de su ídolo Nick Calathes. «Me fijo mucho en él, en su juego, sobre todo en cómo utiliza el cuerpo. Lo tuve en el Barcelona. Es un referente para mí». Dice que en Bilbao entrena a fuego. Enseña la mano. Un golpe. Marca de la casa de Emir Sulejmanovic. Buen espejo en el que mirarse para trabajar la dureza. Sonríe.
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