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En medio de la era del consumo más desenfrenado, la ropa se erige como uno de los productos que más residuos generan. Para hacer un pantalón vaquero se necesitan más de 3.000 litros de agua. Algo insostenible si tenemos en cuenta cuánto duran o lo rápido que nos cansamos de ellos. ¿Quién no tiene en el armario un montón que nunca usa? A esto hay que añadir las emisiones de CO2 que se producen durante el proceso, así como la utilización de químicos peligrosos y la gestión inadecuada de los residuos. Un escenario insostenible si se continúa por esta deriva consumista. Ante esta problemática, numerosas empresas de producción textil y ecologistas llevan años ofreciendo alternativas para disminuir el impacto medioambiental de la ropa.
La moda forma parte del día a día y tanto las redes sociales como la publicidad se encargan de recordar a la sociedad qué es lo que se lleva ahora, qué está 'pasado' y lo bien que ibas a lucir con ese vestido del escaparate que, aunque parece más hecho para recoger un Goya, seguro que sabes encontrar una ocasión para él. Pero claro, una ocasión, pues ese estampado o su composición no es apto para andar llevándolo habitualmente a reuniones sociales o al trabajo. O ni siquiera se puede lavar en casa. Y ese vestido no es la excepción. Ocurre con faldas, blusas, zapatos o accesorios... y estos caprichos tienen tal impacto medioambiental, que deberíamos repensarnos si realmente son necesarios.
Según la memoria elaborada por Cáritas y que muestra los datos de recogida ropa usada en España, «en los últimos 50 años la producción mundial de fibras textiles se ha multiplicado por cuatro mientras que la población lo ha hecho aproximadamente por dos». Por su parte, las ventas se han incrementado en un 15% en los últimos 15 años, pero cuando una prenda llega al final de la vida que le hemos dado, «esta ropa ha sido utilizada un 36% menos veces que al inicio de este periodo».
Cuando nos cansamos de una camiseta, la tiramos, así de simple. Hay quien se molesta en meterla en un contendor de ropa usada o hay quien la entrega en alguno de los puntos de recogida destinados a este uso. En España existen 19.548 contenedores ubicados en la vía pública para depositar prendas usadas. Y en 2020 se recogieron «108.296 toneladas de ropa usada».
Uno de los datos que más debería animar a la población a darle una vuelta a eso del reciclaje textil es el siguiente: «Alrededor del 60% de la ropa recogida se puede volver a utilizar para el mismo fin por el que se creó. La indumentaria». En este sentido, Euskadi lidera el ranking de comunidades autónomas en función de su ratio de recogida, respecto a la generada. Si la media española se sitúa en un 12,16%, la CAV duplica esa cifra con un 24,93%.
Antes de hacernos con una prenda nueva, hay una pregunta que deberíamos responder: ¿Puedo encontrar esto en una tienda de segunda mano? Si la respuesta es afirmativa, y suele serlo en la mayoría de los casos, no tendríamos que darle más vueltas. En Euskadi hay numerosos locales dedicados a esta actividad que nos ofrecen lo mismo que las grandes corporaciones.
A fin de cuentas, estamos estrenando la ropa. Sea de primer uso, de segundo o de tercero. Y se pueden encontrar verdaderas prendas vintage en cualquiera de las tiendas que hay en los barrios bilbaínos. Además de sudaderas, pantalones o faldas completamente atemporales que nos sirven tanto para el día a día como para una ocasión especial. Pero este cambio de mentalidad pasa por poner en último plano nuestras ansias consumistas y traer al primero el cuidado del planeta.
La marca bilbaína Pura Madre lleva tiempo apostando por una filosofía en consonancia con esta línea: «Que cuidarse no implique devastar el planeta, ni sus recursos». La artesanía y la sostenibilidad es la piedra angular sobre la que se construye esta concepción de vestir sin caer en estereotipos de la moda. Mara Montiel, creadora de la firma, apunta que «nuestro objetivo es crear menor residuo, dinamizar el reciclaje y trabajar en unión para conseguir mayor resolución». Y para ello, su objetivo es «dar segundas oportunidades a la ropa que quedó en el olvido; la idea es reducir, reciclar, reutilizar y transformar».
Si no somos capaces de cambiar por completo el chip, sí hay dos cosas que podemos hacer para alargar la vida de las prendas: no cortar las etiquetas de la composión, pues a través de ellas resulta más sencilla la tarea de reciclaje, y llevar a un contenedor especializado aquellas que sabemos que ya no tienen sitio en nuestro armario.
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