Walter Tavares | Pívot del Real Madrid
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Walter Tavares | Pívot del Real Madrid
«Me pareció increíble que alguien tan exitoso como Laso llamara a un simple jugador como yo»La generación de Walter Tavares (Cabo Verde, 1992) en Maio, una isla del país africano del tamaño de la ciudad de Vitoria, aborrecía las pocas canastas que había. Quitaban espacio para soñar con convertirse en futbolistas del Benfica. Tuvo que ser el baloncesto, una oportunidad ... para prosperar, el que atraído por su altura (2,20) se arrimara al humilde coloso del Real Madrid. Un comerciante le hizo un hueco en Gran Canaria ya tarde, con 17 años, con anemia y sin saber botar. A base de una inagotable fuerza de voluntad superó obstáculos como casi no poder bajar unas escaleras. No tuvo freno hasta convertirse en uno de los pívots más dominantes de la historia de la Euroliga, que amenaza «con pena» a un Baskonia que se juega ir a la Copa.
– ¿Preparado para jugar cuatro partidos en siete días?
– Nunca se está, pero iremos uno por uno.
– ¿No le parece una salvajada?
– En el futuro habrá cinco, seis… a este ritmo que vamos (risas). Siempre hay algo que te duele, pero al final es nuestro trabajo. Donde lo pasamos bien es jugando.
– ¿Qué le dice su mujer cuando se queda con los dos pequeños?
– Le gustaría que no estuviera tanto tiempo fuera de casa. Siempre me dice lo mismo, medio en broma medio en serio. Que por qué juego tantos partidos, por qué tantos minutos, que por qué no digo que no. Pero es lo que hay. Ella, en verdad, lo entiende. Le encanta el baloncesto. A mí me cuesta más por los niños, porque cada vez que te vas de casa parece que se ha muerto alguien. Da pena, pero por suerte es para hacer baloncesto.
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– ¿Puede que la solución esté en empezar antes la temporada?
– Así algunos igual tienen pocas vacaciones con los torneos y concentraciones de las selecciones. Para mí, una buena opción sería poner más partidos seguidos y tener más tiempo de descanso en verano, pero eso depende de los que mandan.
– ¿Pero jugar tantos partidos seguidos no hace que saltéis a la pista sin la motivación y energía necesaria para dar lo mejor?
– Es difícil de mantener y no siempre es la misma, pero al final si tienes disciplina y disfrutas jugando, puedes prepararte bien. Hay que cuidar muchos detalles, pero se puede tener energía para jugar todos los partidos.
– Hoy, hace once años, debutó en la ACB. ¿Le motiva?
– Fue uno de los mejores regalos de Reyes que nadie me ha dado nunca. Lo recuerdo con mucho cariño y alegría. Pensaba que no iba a jugar porque llevaba mucho tiempo entrenando en solitario, porque me tenía que poner fuerte. Todo el mundo me empujaba por todos lados y me tiraba. Pero llegó ese momento que Pedro Martínez decidió darme.
– Otro baskonista que marca su carrera es Laso, quién le llamó para fichar por el Madrid en 2017.
– Soy de los que me tienen que decir lo que tengo que hacer en la pista. Me dejo guiar. Y él me lo dejó claro desde esa llamada. Fue un placer y algo sorprendente. Pensaba que era otro tipo de persona.
– ¿Cómo? ¿Muy gritón?
– No, pero lo que no pensaba es que era un tío tan normal y tranquilo. Me parecía increíble que alguien tan exitoso y que ha conseguido tantas cosas hablara con un simple jugador como yo. No me esperaba ese cariño y el respeto que me transmitió desde el primer día. Me impactó mucho. Yo no doy importancia si alguien es gritón, al final cada uno tiene su personalidad. Pedro Martínez no gritaba tanto, pero también era muy exigente en todos los entrenamientos.
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– En los últimos años con Laso lanzaba bien desde cinco metros. ¿No tuvo la tentación de animarse con el triple?
– Él confiaba. Me decía, 'si sabes que lo vas a meter, tíratelo'. Pero como no lo sé, casi nunca lo he probado. El tiro de media distancia me vino bien para tener más opciones en ataque y no solo exigirme atrás. Eso lo tengo. Pero soy un jugador de sistemas. No me gusta romper las jugadas. Sé que a veces también tengo que pensar más en mí, ser un poco egoísta y tirar más. Los ayudantes echan broncas a los tiradores por lanzar de más. A mí por lanzar de menos (risas). Pero en este equipo, que todo el mundo tiene capacidad de anotar, yo me quedo con defender y dejar bien al equipo para atacar.
– ¿Por qué ningún jugador de su altura se acerca a tener su dominio?
– No sé, creo que será por mi trabajo, las ganas de querer mejorar y mi deseo de no pasar por Europa por pasar. Si todos los jugadores piensan en dejar una marca, la historia sería diferente. Pero al final cada uno tiene sus metas en la vida. La mía es dejar un legado. Que al día siguiente de dejarlo no se olvide que Tavares ha jugado en la ACB y en la Euroliga. Por eso no me gusta perderme ningún partido.
– ¿Qué es lo mejor de venir a Vitoria?
– La comida (risas). Siempre me alegro cuando nos quedamos un día más aquí. La gastronomía de Vitoria es una de las mejores. Y luego tienen un pabellón increíble, la afición también anima mucho y la verdad es que siempre nos gusta jugar aquí. Lo tomamos como un equipo muy grande y nos da mucho respeto.
– ¿Se imagina una Copa sin el Barcelona y el Baskonia?
– No, es inimaginable, aunque se ve que puede pasar. Si no está el Baskonia, me dará pena por su afición. Es multitudinaria, lleva mucha música, mucha diversión para la gente y el ambiente se resiente algo sin ellos.
– ¿Cómo no se quedó un año más en la NBA (2015-2017) para recibir la pensión vitalicia que entrega la Liga Norteamerica por estar tres cursos?
– En ese momento sudaba sangre para jugar, entrenaba y entrenaba y no tenía recompensa. Llegué a odiar el baloncesto. Estaba cabreado y no quería seguir así. Y apareció el Madrid… es que para mí es como otro equipo más de la NBA. Yo quería haber fichado en 2015 por el Madrid, pero ganaron la Copa y cerraron el equipo. Eso me hizo dar el paso antes para ir a la NBA. Y estoy agradecido porque esos malos ratos me hicieron ser el jugador que soy hoy.
– Por aquel entonces alucinaba con el cariño que le profesaban desde Maio. ¿Cómo es ahora después de ganarlo todo?
– Lo mejor es que es lo mismo. Me tratan como uno más, me han visto crecer y ni me piden fotos. Para mí, eso es muy gratificante. Que vean que no he cambiado, que sigo siendo la misma persona de siempre, que vengan a hablar conmigo y que me vean paseando por la calle. A veces me preguntan qué hago yo paseando por mi isla así, sin ningún reparo. Yo digo que soy de aquí y que no debería haber ningún problema.
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