![La última conserva con label vitoriano](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202201/13/media/cortadas/label13-ksPG-U160522665783xCG-1248x1170@El%20Correo.jpg)
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Cuesta tomarle la temperatura al baloncesto alavés. Por un lado están sus equipos de élite, el Baskonia y el Araski, y entrenadores de la talla de Pablo Laso, Ibon Navarro, Roberto Íñiguez de Heredia o Made Urieta, asentados en la máxima categoría. Sin embargo, existe ... un vacío preocupante al más alto nivel en materia de jugadores pese a las casi 5.000 licencias que maneja la federación entre federados y escolares. En féminas, Laura Pardo e Itsaso Conde salvan los muebles, pero hay que cruzar la frontera pirenaica para encontrar al único vitoriano que todavía se desempeña sobre el parqué del profesionalismo, Asier Zengotitabengoa (Vitoria, 1988).
«Tristemente es así. Yo tuve que emigrar al Barça a los 13 años. Si me hubiera quedado en Vitoria, no sé si hubiera sido profesional del baloncesto. Seguramente, no. Tengo amigos que jugaban muy bien y que al final lo han tenido que dejar». El penúltimo alavés en debutar en la ACB hace ya 16 años -el último fue Martín Buesa en 2010- cumple su quinto año de carrera en Francia. El primero, en un Lille con el que aspira a alcanzar los play off de ascenso a Primera, una promoción que logró en cuatro ocasiones en España.
«Al poco de subir con Andorra, tuve una lesión grave de rodilla. Fui a Burgos, subimos y desapareció el club al no certificar el ascenso. Subí con Melilla, tenía apalabrado el fichaje por el GBC y el 15 de agosto bajó a LEB Oro por temas económicos. Estoy muy contento y agradecido con lo que voy haciendo en mi carrera, pero me ha faltado ese puntito de suerte tan necesario».
El vitoriano se formó en las filas del Gasteiz de su padre Iñaki, del que heredó el dorsal 10, y en las canteras del Barça -acérrimo seguidor-, Valencia y Bilbao, con el que llegó a la ACB. Pese a que ese tren se le escapó, fue un jugador distinguido durante nueve temporadas en LEB Oro, categoría considerada semiprofesional, con escasos recursos y en la que se desempeña el joven gasteiztarra Iñigo Royo (Iraurgi). En 2017 decidió «cambiar de aires y ver baloncesto nuevo». «Viví una gran diferencia contractual desde el primer año entre la segunda división española y la tercera francesa. Y una vez subimos, todo está muy bien regulado».
Zengotitabengoa no se refiere solo al dinero, sino a las condiciones laborales. «Tenemos un mínimo salarial alto, paro de dos años tras 24 meses trabajados, una aplicación para ver cuando quieras todos los partidos de las cuatro primeras categorías con comentaristas...». También los siete días de vacaciones obligatorias en Navidad, que el vitoriano aprovechó para regresar a su ciudad natal y despedirse de su abuelo Óscar Martínez, fallecido el 4 de enero.
Asentado en la que muchos consideran la mejor segunda división del mundo, con promedios de 8,1 puntos y 3 rebotes por partido, el alero estima que «hay equipos que podrían competir con los ocho últimos de la ACB».«Tiene un nivel intermedio entre la ACB y la LEB. A nivel físico son caballos, son una pasada, y cada vez está sumando más calidad». Desde su panorámica del norte de Francia, mira con recelo a la actualidad del baloncesto nacional. «Me da pena ver cada vez menos jugadores de la casa en la ACB. No vale de nada que haya cuatro o cinco cupos en la plantilla si se dedican a pasar la toalla. Lo que debería interesar es que jueguen. Que mínimo tenga que haber alguno sobre la cancha como en Alemania y Turquía», valora.
A sus 33 años destaca los ascensos y las personas que le ha dado el baloncesto -casado con la internacional croata Matea Vrdoljak- por encima de momentos individuales como anotar diez triples en un solo partido en Francia, aunque rememora con orgullo que Laso le hiciera debutar en la Eurocup con 16 años. «Aprieta mucho y echa muchas broncas, pero sabe transmitirte muy bien su confianza». Para el futuro, intenta no planificar a largo plazo. «Lo único que me provoca es agobio», dice. Tras estudiar empresariales y con un máster en gestión y patrimonio, le gustaría introducirse en el sector económico. De regreso a Vitoria o lejos de ella. «Siempre volveré y a mucha honra».
Antes de hacer su estreno oficial en el Camp Nou, Messi ya se había llevado varios golpes sobre el césped azulgrana. Uno de ellos, con 'recuerdo' vitoriano. El astro argentino y Asier Zengotitabengoa convivieron seis meses en la antigua La Masía, junto al estadio más grande de Europa.
Fueron más de una las veces que con nocturnidad y alevosía casi medio centenar de chavales se dejaba caer por el terreno de juego blaugrana mientras la ciudad dormía. En la clandestinidad no existen normas. Solo valía el gol. Messi lo tenía entre ceja y ceja y comenzaba a trazar esa diagonal imparable que ha culminado con tantos aciertos a lo largo de su carrera. Pero la de aquella noche de 2001 iba a ser diferente.
En una de esas pachangas improvisadas, un baloncestista se cruzó en el camino de Messi para arrebatarle la pelota. «Esa era mi intención, pero toqué pierna y le dejé varios días temblando», recuerda Zengotitabengoa. En el entrenamiento del día siguiente, el rosarino se dejó caer a las primeras de cambio y los médicos le recomendaron reposo varios días. «Aquel partido no podía salir a la luz, así que fingió». A la vista de los siete Balones de Oro que ha recibidoMessi, secuelas de aquel lance no le han quedado. «Imagínate mi función jugando contra cracks del fútbol y con los focos apagados. O pasaba el tío o pasaba el balón. Con luz hubiera tenido más posibilidades. De darle en el estómago, digo», bromea el vitoriano.
A los seis meses, la familia del argentino se instaló en la ciudad condal y Messi se fue a vivir a un piso. Aunque siguió compartiendo clase con Zengotitabengoa, que destacaba en inglés. «Me ponía en la última fila y me iban llegando exámenes en blanco para que los rellenara». También coincidió con Fábregas, Bojan, los Alcántara... «Cesc era el más liante. Aquello era pura supervivencia y yo me las arreglaba para estar del lado de los futbolistas». Ahora, casi veinte años después, espera poder reunirse con ellos en los próximos meses. «La última vez que estuve con Messi fue en el hotel de Bilbao antes de un partido. Con Fábregas coincidimos el año pasado en el aeropuerto de Niza y estuvimos rememorando historias. Sigue tenenindo la misma pinta. Ahora que juegan los dos en Francia, a ver si puedo ir a verles cuando jueguen aquí en Lille».
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