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Duele escribirlo porque resulta hasta desagradable, pero el Baskonia perpetró este miércoles el baloncesto antes del descanso. Y por ese enorme pecado hubo de purgar un castigo sostenido hasta el final. Sonará a relato bíblico, pero el cuadro vitoriano malvivió como un penitente sin amparo ... ni consuelo los dos primeros cuartos y se encomendó a las manos de su redentor a la vuelta de los vestuarios. Y aunque el apóstol San Markus narre milagros en su evangelio, el menudo y gran Howard necesita muchísima más ayuda de la que le prestaron sus compañeros en la noche levantina. Muy cerrada, desde luego, a los ojos del descosido conjunto alavés.
UCAM Murcia
(18+20+23+25) Hakanson (11), Ennis (17), Kurucs (10), Sleva (17) y Birgander (10) -cinco inicial-, Sant-Roos (7), Caupain (5), Radovic (5), McFadden (-), Sakho (2) y Diagne (4).
88
-
76
Baskonia
(13+11+24+26) Howard (23), Mannion (5), Dani Díez (-), Sedekerkis (-) y Kotsar (8) -cinco inicial-, Raieste (3), Marinkovic (5), Miller-McIntyre (11), Rogkavopoulos (6), Kalipha Diop (5), Costello (-) y Moneke (10).
Árbitros: Emilio Pérez Pizarro, Joaquín García González y Carlos Merino Campos. Eliminaron por cinco faltas personales al visitante Kalipha Diop (m.34).
Incidencias: Partido correspondiente a la segunda jornada de la Liga Endesa de baloncesto que se disputó en el Palacio de los Deportes de Murcia ante 4.989 espectadores.
Si no fueran suficientes las sensaciones ahí van dos datos demoledores: un tiro de campo dentro de cada cuatro tentativas en los veinte minutos del horror y dos míseras asistencias. Así se resume la pobreza del juego azulgrana en ese extenso período sufrido como un particular viacrucis. Todo ello frente al único club de la ACB sin un solo nacional en sus filas, un bloque remozadísimo con ocho incorporaciones más la compra de centímetros y talento exterior. Eso sí, manteniendo la dureza como un signo identitario o marca de la casa desde que Sito Alonso, sexta campaña ya en el UCAM, ostenta la jefatura del banquillo pimentonero.
Enfrente, el desnutrido grupo azulgrana apenas se mantenía en pie a base de tiros libres, el penalti del baloncesto que tanto falló el Murcia para alimentar aunque fuera con más fantasía que realidad las esperanzas vitorianas. El Baskonia se movió antes del intermedio con el aire fatalista del individuo superado. Inferior en el cuerpo a cuerpo, las distancias demasiado cortas o el baile agarrado que abraza el técnico madrileño.
Se juntaron el hambre con las ganas de comer. Cierto que los agobiantes contactos locales afectaban a la fluidez visitante. Verdad, asimismo, que el equipo de un Joan Peñarroya entre enojado, meditabundo y abatido se ponía zancadillas sin necesidad de culpar al adversario. Un baloncesto carente de ideas, de ritmo átono, puntería extraviada en la oficina de los objetos perdidos y enredado en una cascada de concesiones y sincronías por construir. Relativamente lógico en la segunda jornada, claro, pero imposible de disimular a base de eufemismos o paños calientes.
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Salvo contadísimas excepciones, al Baskonia le costaba un universo entero generar ventajas en ataque. Contenido Howard hasta el descanso por los marcajes encadenados de su 'alter ego' Ennis, McFaden y hasta Sant-Roos y sin brújula alguna, el cuadro azulgrana parecía un barco a la deriva. No gusta recordarlo, pero Mannion invirtió cuarenta y cinco segundos en ceder la primera pelota y antes de los cuatro minutos ya había sentado su desánimo en la silla. El italiano sufre para dejar atrás a sus pares y tal hecho obliga a acelerar dos procesos: su propia incorporación al engranaje colectivo y, quizá, el fichaje más pronto que tarde del 'uno' para abrochar la plantilla.
Al menos, un conjunto a falta de hilvanes regresó de los vestuarios con otra actitud, bastante menos temerosa que la mostrada antes del descanso ante un adversario recio. El problema no residió en esa disposición, más bien apuntaba a un baloncesto aún por edificar. Y para ello se requieren las aportaciones de muchos más hombres de cuantos trataron de avanzar con pasos firmes en Murcia.
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De los nuevos cabe destacar el voluntarismo de McIntyre y sus encendidos intermitentes o la verticalidad de Moneke. Muy pocas noticias hubo, en cambio, de Rogkavopoulos, el ya referido Mannion y Khalifa Diop. Pero tampoco se supo del sólido Costello del año anterior y de otros aliados para la causa. Conmovedora soledad de Howard, que trató de empujar a su confuso pueblo hasta la tierra prometida frente a un UCAM que sostenía firmemente Hakanson con las notables contribuciones de Ennis, Sleva y Birgander.
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