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Un profesional que, a sus 32 años, luce una plata y un bronce olímpicos, un título mundial y otro europeo, un entorchado de la Euroliga, tres Ligas ACB o cuatro Copas del Rey, entre otros galardones, y una trayectoria acreditada en la NBA, y que ... podría hablar desde el púlpito de quien está de vuelta de todo. Sin embargo, en el discurso de Sergio Rodríguez surge de manera constante el verbo 'aprender'. Recuperado de las molestias que le impidieron medirse la pasada jornada al Real Madrid, la magia del base canario amenaza el feudo azulgrana, donde mañana irrumpirá como punta de lanza de un CSKAde poderío formidable. «No creo que hayamos alcanzado aún nuestro techo», tercia el Chacho.
–Descansó ante el Real Madrid en la pasada jornada, ¿listo para reaparecer en el Buesa Arena?
–Sí. Después del partido en Montenegro tuve algunos problemas físicos que me obligaron a parar unos diez días. Tampoco era cuestión de forzar en noviembre sabiendo lo que nos queda. Viendo cómo iban las cosas y que persistían las molestias decidimos parar con el objetivo de poder volver de cara al partido en Vitoria, aprovechando también el parón en la Liga VTB debido a las 'ventanas' de las selecciones.
–La última vez que pasó por aquí se fue a los 35 de valoración, su segunda mejor estadística en la Euroliga.
–Lo cierto es que me encanta jugar en Vitoria. Desde siempre, el Baskonia ha sido un referente para mí. Lo era cuando estuve en el centro de formación Siglo XXI de Bilbao entre los 14 y 17 años. Entonces, era el club ACB más cercano que teníamos. Además, fue una época muy buena con aquel gran TAU Céramica. El Buesa Arena es una cancha en la que siempre gusta jugar.
–¿Quizás es alarmista considerar el choque de mañana como una final para el Baskonia?
–Tal y como está organizada la Euroliga, juegas finales que, si las ganas, no pasa nada y que tienen un resultado muy llamativo si las pierdes. No son finales de verdad. Pueden ser duelos importantes, partidos que disputas en octubre que te van a contar en abril. Terminas por arrastrar cualquier derrota, pero hay que ponerlo todo en perspectiva. Hay que entender que la temporada es muy larga. Todos tenemos la experiencia que nos enseña que partidos como el que viene son muy importantes, que no puedes dejarlos atrás porque pueden panalizarte más tarde, pero también es verdad que estamos aún en diciembre.
–¿Hay alguna entrevista en la que no le hayan preguntado por el frío de Moscú? Parece que un tinerfeño como usted las tiene que pasar canutas por obligación en la capital rusa.
–Cada vez lo hacen menos, porque es algo que dan por hecho. Desde el principio, sabía a dónde venía; a una ciudad fría. Tampoco es la primera. No tuve reparos en irme a Bilbao con 14 años, teniendo opciones más cálidas. He jugado en sitios como Portland o Nueva York, Madrid es más cálido pero no como el clima canario, y Filadelfia también es bastante frío.
trayectoria
–En su día, creó escuela con su barba. Ya es un rasgo distintivo suyo. ¿También una forma de esconder que los años pasan?
–Es algo más de mi personalidad, con lo que terminas por encontrarte cómodo. Me sentiría muy raro si ahora me diera por afeitarme. Respecto a la edad; todo depende de la etapa en la que estés. Ahora, me siento en un momento muy bueno. Sé que llevó quince años de profesional, con muchas experiencias que te ayudan a afrontar las cosas de forma diferente. Estoy muy orgulloso de la carrera que he tenido hasta ahora y quiero seguir disfrutando porque me lo paso muy bien.
–Lo que no caduca es su estilo de juego. ¿Cómo se alcanza la madurez sin perder esa esencia tan divertida?
–Siempre he tratado de mejorar en muchos aspectos. El oficio te da más facilidades, haber vivido situaciones que quizás antes te sobrepasaban o no podías controlar y que ahora las llevas de una forma diferente por muy negativas que sean. En el baloncesto moderno, me ha ayudado mucho el trabajo que he hecho en el tiro. Es lo que hace que tenga un juego diferente, más cómodo y en el que puedo ser más peligroso desde situaciones diferentes en las que podría tener más complicaciones dado el nivel físico actual.
–Ha vivido lo mejor y lo peor de los dos mundos del baloncesto, la NBA y Europa. ¿En cuál de las dos orillas aprendió más?
–En las dos. Me encanta aprender, estar en situaciones nuevas, difíciles y sacar lo positivo de todo. En cada lugar ha habido su parte buena y mala, pero siempre hay que absorber lo que más pueda servirte. Mis años en el Estudiantes fueron muy bonitos, porque todo era nuevo. Las temporadas en la NBA me ayudaron a crecer y madurar, no solo en lo deportivo sino también en lo personal. En el Real Madrid llegué a la madurez. Confirmé que había cosas que te salían bien, que debías repetir, aprendiendo un poco de las rutinas que debías llevar. El año en los Sixers fue diferente a los anteriores y lo disfruté mucho. Ahora, en el CSKA me toca aglutinarlo todo y vivir una experiencia nueva fuera de mi entorno.
filosofía
–¿Llegó a sentirse incomprendido cuando todo el mundo le reprochaba haber dado el salto a la NBA demasiado pronto?
–Cada uno tiene que ver su momento y hacer lo que le apetezca. Haciendo lo que me apetecía, he tenido la suerte de estar en la NBA, el Real Madrid o el CSKA. A otros muchos les apetecía igual, pero no lo han logrado. Esas experiencias que he tenido me han ayudado a crecer y a valorar más las cosas. Guardo muchísimo cariño a esa primera época en la NBA. Me fui con 20 años cuando tres antes estaba jugando en Getxo. Antes de marchar a Estados Unidos, ya sabía que tenía que seguir creciendo. Para mí, alcanzar la NBA no era la culminación de algo, como pasa con muchos otros jugadores. Tenía claro que debía seguir aprendiendo. Tal vez había muchas prisas desde el exterior por sobresalir cuanto antes, pero aprendí muchísimo de aquella época.
–¿Qué papel jugó Pablo Laso en su carrera?
–Más que detalles que puedan darse en cada partido, me ayudó a llevar las cosas de una forma diferente, saber ver que las cosas no se acaban en el corto plazo y que hay que saber encauzarlas para estar lo más cómodo posible.
–¿Diferencias entre el vitoriano y su actual técnico, Dimitris Itoudis?
–La mayor virtud de ambos es que les encanta el baloncesto. Disfrutan con lo que hacen y eso lo transmiten a sus jugadores. Son caracteres algo diferentes, pero entienden mucho de este juego y saben llevar bien el grupo. He tenido la suerte de estar a las órdenes de dos de los mejores entrenadores modernos de los diez últimos diez años en Europa.
–¿Cuál es la clave de esa máquina de baloncesto que es el CSKA?
–Somos un equipo muy físico, sin tanta altura como otros pero sí muy atlético. Tratamos de imprimir un ritmo muy alto. El año pasado había una base en el equipo de grandes jugadores que se ha ampliado más esta temporada porque apenas ha habido cambios. Eso ayuda a que el equipo sea mejor. Estamos mentalizados para hacer las cosas bien, competir y sufrir. No creo que hayamos alcanzado aún nuestro techo.
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