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Hubo un tiempo ya lejano en que marzo fue sinónimo de taquicardias, de recibimientos que ni los del 4 de agosto y de orgullo de ciudad. La Copa de Europa, frente ya finiquitado por los mandamases de la canasta, se tiñó de azulgrana de 1994 ... a 1996. Lausana-Estambul-Vitoria, triángulo isósceles con una fecha mágica en un vértice; el martes 12 de marzo de 1996. El día D. Fecha sacrosanta para cualquier baskonista de pro. El día que fuimos reyes de Europa.
La afición azulgrana venía de saborear los caldos caseros de la Copa del Rey (título en Granada'95), pero esto era otra historia. La marca Taugrés –entonces patrocinador– sonó por primera vez en enclaves tan dispares como Finlandia, Croacia, Israel, Bélgica o Rusia. El idilio con la Copa de Europa –equivalente a la actual Eurocup– fue tan intenso como fructífero. Tres finales cosidas. A su sombra germinó el fenómeno de la movilización baskonista, tan habitual hoy en las ediciones coperas, con multitudinarias kalejiras incluidas.
Cientos de alaveses hicieron el hatillo embelesados ante la posibilidad real de retornar con una corona continental. Entre ellos, el vitoriano Ibon Navarro. El flamante entrenador del Andorra contaba con 17 años cuando aquel 14 de marzo de 1994, un día antes de la finalísima, se subió a uno de las decenas de autobuses litera que partió hacia la ciudad suiza de Lausana. 1.100 kilómetros de ida y 1.100 de vuelta.
Ibon Navarro, Presente en las tres finales
«Hacía COU (segundo del bachillerato actual) en Corazonistas. Junto a mi amigo Iñaki Pérez pedimos permiso al hermano Félix Larrauri, que no puso demasiado reparo porque también era aficionado. Nos perdimos tres días de clase», evoca Navarro, cinco años de entrenador ayudante y uno al frente del Baskonia. Como muchos otros, solicitó un crédito especial a la Caja Vital. «Pero me imagino que la mayor parte la pagarían nuestros padres».
Poco que decir de la final. Las muñecas mágicas de Horvat y Hauptman, 33 y 27 puntos, respectivamente, sepultaron su ilusión. Aquella noche, con el presidente del COI en el palco, el ya fallecido Juan Antonio Samaranch, el Smelt Olimpia esloveno coló 16 triples. «Como la mayoría soñé durante un montón de meses con ambos. Chico, aquello fue un infierno. Vaya dos. '¿Pero estos tíos de dónde han salido?', nos decíamos». Boris Gorenc, potente alero que participó en ese 91-81 reconoce que «fue el mejor partido en la carrera de mi compañero Horvat». De hecho, después de ese partido peregrinó por un sinfín de ligas menores.
«Fuimos con la idea de que era una oportunidad histórica y única, que no se iba a repetir más, y luego hubo dos seguidas más», cuenta el técnico desde la nevada Andorra. El Taugrés de Manel Comas demostró a todos que la fiesta podía continuar al colarse de nuevo en la final, Estambul'95. Navarro voló con toda su familia. «Fue más como unas vacaciones porque la Benetton era clara favorita». La escuadra de Treviso tenía en nómina a un exNBA Orlando Woolridge, a Ricardo Pittis, a Stefano Rusconi y a Petar Naumoski.
Éste último ejerce ahora de presidente de la Federación Macedonia de Baloncesto. Fue el MVP con 26 puntos. Salió al parqué del Abdi Ipekci con ventaja. «Me lo conocía a la perfección porque había jugado los dos años anteriores en el Efes», confiesa desde su despacho en Skopie. «Para el Benetton fue muy importante ya que representó su primer título europeo. Se había hecho una apuesta muy importante en fichajes. De ahí que saliera hipermotivado». Bien lo saben sus pares, a los que borró del mapa.
Navarro y su familia siguieron su exhibición desde unas localidades situadas detrás de los banquillos. «Nuestro partido fue mejor que el de Lausana, pero es que ellos eran muy buenos», admite Ibon. En el aeropuerto coincidió con los campeones. Esas fotos se guardan como un tesoro en el piso de sus padres.
El Baskonia se había convertido en el Poulidor de la Copa de Europa, la segunda competición continental. Lograr levantar el título se convirtió en poco más que una obsesión. «Volveremos a estar en una final», prometió el propio Querejeta sin digerir el segundo sinsabor.
Petar Naumoski, MVP en Estambul'95
Primero logró convencer a la FIBA para acoger la final de 1996. Se celebraría el 12 de marzo en el Araba, con sólo 5.200 asientos. Estar sobre el parqué se convirtió en una obsesión para la plantilla, dirigida por Manel Comas. Perasovic, Rivas y Green, que se la perdió por lesión, eran los capos de aquel equipo en el que también destacaba Marcelo Nicola. Tras apear a escuadras como el Dinamo de Moscú, el PAOK se convirtió en el último escollo.
Nicola, la primera gran alegría baskonista importada de Argentina, sonríe al rememorar aquel 88-81. «Tengo un recuerdo bonito después de perseguirlo tanto, tras los dos sinsabores anteriores. El día anterior tuve muchos nervios, también muchas ganas de que llegara el partido.Ya era hora de ganarla», expresa.
Por supuesto, en la grada saltó y vibró como uno másIbon Navarro. «Jugaba un tal Kinis (nombre griego del exNBAStojakovic) ¿Te acuerdas?Nadie sabía quién era y mira. Era un buen equipo», analiza el preparador, que ahora tiene 42 años. El PAOKcontaba con un buen ramillete de jugadores y una hinchada de reputación nefasta. De hecho, muchos fueron alojados fuera de Vitoria para rebajar el riesgo de disturbios. Al final no fue para tanto. «Los tenía al lado y metían tanto ruido como nosotros o más. Pero no hicieron honor a la mala imagen, hubo muy buen ambiente». Navarro conserva una bufanda que intercambió con uno de los aficionados rivales.
Marcelo Nicola, Campeón en Vitoria'96
El preparador se queda con dos imágenes del desarrollo del partido, que acabó con un 88-81. El primero;«el triple frontal a tablero que mete Peras, que no estaba haciendo un gran partido». Por cierto, el croata –actual técnico del Baskonia– era uno de sus ídolos deportivos de juventud. Décadas después coincidirían en el staff técnico del club vitoriano. «De chaval llevaba su foto en la carpeta, un día se lo dije en un entrenamiento y no se lo creía», confiesa Navarro entre risas.
Otra secuencia que se le quedó grabada fue la bronca del 'sheriff' Comas a Nicola por rendir por debajo de su nivel. El argentino reingresó en la cancha transformado. ¿Qué le contó? Casi 23 años después el exjugador lo desvela. «Nada raro, de verdad. Me dijo que saliese y que me divirtiese. Que saliese a jugar como sabía, que estuviese tranquilo, que no pasaba nada raro y ya está».
El rey de esa cita ya legendaria fue Ramón Rivas. A su estadística de pánico –31 puntos y 14 rebotes– adjuntó su marcaje sobre Garrett, uno de los puntales helenos y que abandonó Vitoria sin un triste punto en su casillero. «Fue un partido que se sacó no por buen juego, sino porque había que sacarlo, era en casa, la tercera...», considera Navarro.
Con el pitido final llegó el éxtasis. Nicola alzó el trofeo al cielo. El presidente Querejeta se fundió en un abrazo con el lehendakari Ardanza. La felicidad plena. «Fui de los últimos en salir del pabellón», afirma el vitoriano. «Había gente que estaba despegando el vinilo del círculo central y allí fui. Me llevé un trocito. Estaba ya destrozado ¡eh!». Una marea humana saturó esa noche de martes el Casco Viejo, sumergido en una borrachera de gloria nunca vista. Al día siguiente, eso sí, Ibon cumplió con su deber de acudir a sus clases en la universidad. «No tuvo mérito, tenía horario de tarde».
Olimpia
Daneu (2), Hauptman (27), Horvat (33), Durisic (2), Nosov (3);Gorenc (10), Tusek (8) y Kraljevic (6).
91
-
81
Taugrés
Laso (3), Perasovic (22), Abad (8), Bannister (32), Rivas (3);Iñaki Gómez (12), Talaverón y Juan Pedro Cazorla (1).
Benetton
Gracias (3), Naumoski (26), Pittis (16), Woolridge (26), Rusconi (4); Ragazzi (14), Iacopini, Vianini (5) y Esposito.
94
-
86
Taugrés
Laso (7), Perasovic (19), Abad (10), Green (26), Rivas (15);Ferrán López (7), Gómez (2), Talaverón y Pedro Rodríguez.
Taugrés
Millera (9), Perasovic (17), Nicola (19), Reyes (7), Rivas (31);Garbajosa (5), Carlos Cazorla y López.
88
-
81
PAOK
Boudouris (10), Prelevic (34), Stojakovic (20), Rentzias (12), Garrett;Balogiannis (3), Giannoulis (2), Tsekos y Nikolaides.
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