La revancha de un clásico
Dusko Ivanovic. Entrenador del Baskonia ·
Con el título liguero, el balcánico demuestra con 62 años que su decálogo sigue vigente para competirSecciones
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Dusko Ivanovic. Entrenador del Baskonia ·
Con el título liguero, el balcánico demuestra con 62 años que su decálogo sigue vigente para competirFue durante un entrenamiento por videoconferencia realizado en pleno confinamiento. «La única razón por la que trabajamos tanto es porque vamos a ganar la Liga». Dusko Ivanovic lanzó a sus jugadores una frase que sonaba a reto o a locura visionaria. En realidad, ... no hacía más que reproducir una escena similar a la que se vivió hace diez años en el vestuario del Buesa Arena. Entonces, su Baskonia había caído en cuartos de final de la Euroliga contra el CSKA. Un par de triples errados de Oleson y San Emeterio fueron los últimos cartuchos antes de la derrota en el cuarto partido de la serie. Sobre las cenizas de aquella derrota, Ivanovic fijó el objetivo de lo que un par de meses después se convertiría en la tercera Liga ACB ganada por el club vitoriano.
En aquella plantilla que capitaneaba Tiago Splitter, hubo quienes pensaron que era una broma. Puede que también hubiera incrédulos entre aquel grupo que se ejercitaba de manera telemática mientras el Covid-19 campaba a sus anchas y que ha terminado por alcanzar la cuarta estrella liguera en la fase final de Valencia. Para Dusko Ivanovic, el poder de convicción es una herramienta más de trabajo. No solo lo aplica sobre sus jugadores y su grupo de colaboradores. También la transmite a sus superiores, en este caso la directiva baskonista, encabezada por su presidente, Josean Querejeta. Ivanovic dice y luego pone todo el empeño en hacer. Esfuerzo y trabajo sin importar burlarse de la lógica. Poco le importa que lo tilden de loco y que se muestren reticencias ante sus ambiciones. Su desdén cae siempre sobre los conformistas y sobre los inconstantes. Hace diez años, aquellos jugadores baskonistas le siguieron en un asalto a la gloria que terminó de manera exitosa. Anteayer, una tropa con idéntico cierre de filas le brindó un premio para la posteridad. Fin a la sequía de títulos del Baskonia, pero también a la que atravesaba el propio Dusko Ivanovic.
Ganar lo cura casi todo. El título logrado en la fase final de Valencia devuelve a la entidad azulgrana el vigor para encarar un futuro inmediato difícil. De paso, también refuerza la figura del preparador balcánico, que vuelve a ganar a su manera, con su estilo y su convicción intactos. Cuando aterrizó en diciembre por tercera vez para conducir en una tercera etapa la nave azulgrana, el negocio baloncestístico observó con sorpresa el retorno de una figura a la que se le consideraba desterrada de la élite de los banquillos europeos. Caía Velimir Perasovic y volvía Dusko Ivanovic. El Baskonia volvía al patrón clásico, a su entrenador talismán.
El efecto de su llegado no fue ni mucho menos inmediato. Han hecho falta varios retoques de plantilla, la recuperación de algunos lesionados y un largo período de confinamiento y reseteo de la máquina para reinventar al equipo que ahora es campéon de la Liga ACB 2019-2020. La hazaña adquiere una apariencia de revancha contra aquellos que le consideraban un entrenador de métodos caducos. Al final, ganar refuerza cualquier decálogo; ya date de la época de los pioneros o beba la ultramodernidad.
Como entrenador, a Dusko Ivanovic se le tiende a achacar su falta de variedad táctica. El reproche puede tener razón de ser en algunos momentos de su carrera, pero la fase final ganada en La Fonteta también ha mostrado a un notable director de partidos y a un hábil manejador de plantilla. Siempre bajo sus premisas, claro.
De sus métodos de entrenamiento, se resalta la dureza y la exigencia continua, sin atender demasiado a la psicología del jugador. El tópico tiene sus matices. En esta versión Baskonia 3.0 se detecta cierto ánimo dialogante con sus jugadores, sin renunciar al juego del palo y la zanahoria para buscar la reacción. En su decálogo, la jerarquía es la jerarquía y evita paternalismos con sus jugadores. Ánimos y reconocimiento al trabajo, los que hagan falta, pero el trato suele ser el mismo, ya sea la estrella mejor pagada del equipo o el jovenzuelo recién subido del filial. En el arranque de la final ante el Barcelona, la desatención defensiva de Shengelia con Mirotic lleva al capitán al banquillo. No hay privilegios ni para el líder del grupo. Y menos cuando hay un título en juego. Otra cuestión es el reparto de las responsabilidades ofensivas. En este aspecto, no suele haber sorpresa; el talento se lleva la mayor cuota de tiros.
La voz del preparador balcánico es firme y su lenguaje gestual, impetuoso en el desempeño de su labor profesional. Sin embargo, quienes han estado bajo su mando resaltan la acción persuasiva de su mirada, de efectos fulminantes cuando toca llamar al orden. El símil castrense tiende a asociarse con Dusko Ivanovic. Con el tiempo, se ha acostumbrado a vivir acompañado por ese tipo de definiciones, aunque es posible que prefiera la comparativa con la figura del director de orquesta; un Karajan baloncestístico alumbrando una partitura sobre el atril que comprende el área técnica de un banquillo.
Bien visto, a sus movimientos en pleno partido en ocasiones solo le faltan una batuta para dirigir con mayor precisión a su quinteto en cancha. Devoto de la música clasica, el Dusko Ivanovic entrenador, con ese perfil de volcán en constante ebullición, también da paso a un hombre más distendido, con interés por el arte y que tiene entre sus literatos favoritos al japonés Haruki Murakami. Un hombre familiar que tras ganar la final al Barcelona fue cubierto de besos por su esposa Liliana y por su hija Dea, presentes en la Fonteta, y que seguro que recibiría la llamada de felicitación de su hijo Stefan. En la cancha taronja, Dusko Ivanovic parecía tener todo lo que puede necesitar a sus 62 años: la gloria de un título, un equipo entregado y el reconocimiento unánime.
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