Urgente En directo, Bilbao Basket-Lleida
Vanja Marinkovic avanza hacia el aro merengue bajo la amenaza de Yabusele. rafa gutiérrez

El primer capítulo de la refundación

ANÁLISIS ·

Hasta la fecha suman más las decepciones temporales, lideradas por Baldwin y Marinkovic, que las sonrisas de una oreja a la otra

Jueves, 4 de noviembre 2021, 00:23

Ahora que -por fin y después de tanto oscurantismo- conocemos la inminente operación a la que se ha sometido Alec Peters en Chicago para rehabilitar su maltrecha rodilla, podemos recurrir a los símiles y las metáforas con sentido. El ingreso del estético ala-pívot en ... el quirófano de Illinois procura un buen arranque para abrir debates, establecer disyuntivas y aprovechar la parte (el propio jugador) por el todo (el equipo como tal). ¿Tratamiento conservador o cirugía? De momento, la pérdida a medio plazo del 'cuatro' norteamericano a quien se añora desde que la temporada alzó el telón reabre los capítulos de las causas, las consecuencias y las coincidencias. A falta de un Peters (ese interior de corte moderno que abre la cancha) llega otro del mismo apellido, un base de credenciales esperanzadoras y corta trayectoria europea que habrá de convalidar sus aptitudes en la exigente caldera de Zurbano.

Publicidad

Flota en el ambiente la sensación de que algo, de mayor rango o menor enjundia, deberían de afrontar los rectores del club vitoriano para detener un pesimismo deportivo que se extiende últimamente como la niebla en cuarto creciente. Y en este primer movimiento sobre el tablero de ajedrez (el fichaje de un presunto 'uno' hasta el término de la campaña) pueden leerse a la vez el empeño de enderezar el rumbo de la nave, siquiera aumentando la nómina de hombres disponibles, y cierto reconocimiento de ilusiones previas y no tan fundadas después. El aterrizaje de Lamar -joven de pasado universitario, inestabilidad NBA y corto bagaje en Turquía- supone el primer paso de una reconstrucción que, seguramente, la entidad alavesa no deseaba a estas alturas tempranas del calendario. Entre el problema físico de 'sir' Alec y las adversidades propias del juego -rendimientos individuales muy por debajo de las expectativas- llegamos al primer capítulo de la renovación azulgrana.

Siete de los doce componentes de la plantilla no cobraban nómina en Betoño durante el ejercicio anterior. Y salvando el regreso del hijo pródigo, este Granger que sujeta como puede el andamiaje del conjunto, suman más las decepciones temporales que las sonrisas de una oreja a la otra. Empezando por Baldwin, gran esperanza tras su año en Múnich, cuya traca como base se reduce al sonido tenue de un petardo. Y continuado con Marinkovic, convocado sin éxito alguno a rellenar el hueco de escolta desde que hace más de un año prescindió el club de Carrington. Comprobadas las dificultades, tampoco hasta la fecha rinde el cuarto de la saga en el puesto de 'dos'.

Y ya si ahondamos más en las heridas cabe añadir la debilidad de la renovada batería interior con respecto a la mayoría de los adversarios. No se trata sólo de admitir que el determinante Tavares, en colaboración necesaria con Poirier, sobrepasa las aptitudes como 'cincos' del dúo Knoko-Enoch. Es que los pívots del Manresa, pongamos por caso ya visto, también levantan el puño de la victoria en las pugnas con sus homólogos azulgranas. Cuestión mayestática porque el grupo vitoriano cimenta buena parte de su ADN en las transiciones que procura el candado del rebote (una sangría capitular hasta la fecha), las ayudas defensivas que ahora llegan tarde y la sobrevigilancia de las líneas de pase.

Publicidad

Cierto que una parte alícuota de la responsabilidad corresponde a Dusko Ivanovic, profeta y apóstol del baskonismo, que no ha acertado de momento a armar un baloncesto colectivo sólido. El que distinguía al equipo vitoriano por su efervescencia. Engrudos en el ataque posicional, demasiados botes, pocos pases y escaso movimiento de las piezas sin balón que se traducen en espesuras y ausencia de juego coral… El cuadro alavés vive de las carreras, pero algunas alternativas habrá de encontrar cuando el rival le dobla la pista por en medio.

Y para concluir, cuestión nada menos, el lenguaje corporal. Caras de velatorio en los hombres del banquillo cuando los partidos amenazan tormenta, inaudita bajada de brazos en un equipo tradicionalmente orgulloso mientras los parciales le caen encima como riadas devastadoras (24-0, 44-7…), parálisis del aparato locomotor y fases con carencias de rebeldía impropias de un club que proclama el carácter. Tiempo hay para invertir la tendencia. Pero ya.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad