Nunca rendirse, siempre crecer y disfrutar sufriendo'. ¿Qué padre o madre no daría este consejo a un hijo que se va lejos de casa estudiar una FP o una carrera universitaria (si la pueden pagar) o simplemente en esas pocas ocasiones en que el adolescente ... se presta a una conversación tan deseada por los progenitores? Resulta que la frase le sale del alma al entrenador del Baskonia. Dusko, emocionado, muestra su actual forma de ser, desprovisto de la coraza mental y física que tanta fama cosechó hace años. El paso del tiempo ha desvanecido en Ivanovic sus miedos en forma de intransigencias. Ya no necesita convencernos de su invulnerabilidad. Es momento de disfrutar de la vida haciendo lo que sabe hacer: entrenar a un equipo de baloncesto.
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Les cuento una historia. San Antonio es un equipo NBA singular. Sus propietarios son media docena de familias adineradas que supeditan sus éxitos deportivos a beneficios económicos. Producto de una buena gestión, el club camina de la mano de un entrenador que conoce y acepta el proyecto. Gregg Popovich lleva más de veinte años dirigiendo el equipo. Logró el título de la NBA en cinco ocasiones, pero en la presente temporada sus chicos son últimos en su división. Este veterano personaje es el presidente del club, dirige al gerente y a la secretaría técnica además de ejercer de entrenador. Cuanto menos, curioso. Esta forma de gestión podría darse perfectamente en el club vitoriano por la forma en que está constituida la Sociedad. No tiene que rendir cuentas a nadie.
La pareja formada por el Baskonia y Dusko se asemeja a una de esas largas relaciones de algunas parejas que no se casan por el miedo a perder libertades y, ya mayores, ponen fin a la interinidad después de haber perdido mucho tiempo y posiblemente por alguna circunstancia puntual. Firman solo como divertimento, nunca como consejo y menos como propuesta. Pudiera ocurrir que en una cena amigable, regada de buenos caldos, en el ánimo de abrir corazones, el Baskonia le ofreciera a Dusko un contrato de cuatro años, con el compromiso de hacerle participe en la gestión deportiva del club. Ambas partes podrían planificar una visión de equipo a más largo plazo, el entrenador se quitaría de problemas de caracteres incompatibles como Baldwin, Nedovic o Teodosic y el club tendría una visión más amplia de futuro.
No solo el Baskonia debería aceptar el reto. Los entrenadores cuando les va mal, aconsejados por sus agentes, se ponen la chaqueta de hierro, esperan la liquidación y hasta otra. El compromiso debe ser de profundidad, por convencimiento. El miedo al fracaso por resultados no debe existir. En la traumática resolución de la pasada temporada, las consecuencias del fiasco no hubieran sido las mismas si Dusko Ivanovic hubiera estado al frente del banquillo. El técnico montenegrino no es ni para el club ni para la ciudad lo que era un buen entrenador como Joan Peñarroya.
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Pero dejemos de soñar. El equipo hoy es más sólido que hace un mes, la concentración del grupo es máxima y los jugadores muerden cuando el contrario se despista. Disculpen tanto dislate.
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