Urgente Grandes retenciones en la A-8 y el Txorierri, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Concluido el magnífico partido que le llevó a la victoria ante un desconocido Olympiacos, es momento para reflexionar sobre el valor real del Baskonia de esta temporada. ¿Es la plantilla suficientemente fiable para mantener una regularidad en las dos competiciones que participa? Definitivamente, no. Faltan, ... como mínimo, dos jugadores que puedan mantener el nivel al que nos tienen acostumbrados los baskonistas a lo largo de los años. Hasta el día de hoy, el equipo ha jugado 38 partidos, de los que ha salido victorioso en 20. No es un buen balance para un club acostumbrado a un 70% de victorias como mínimo.

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Desde esta realidad que los números muestran, no vale la pena meterse en discusiones tecnico-tácticas. Solo pesa el valor intrínseco de la plantilla. Dusko recurre constantemente a su paradigma de juego: defensa colectiva y paciencia en ataque. Sin embargo, el grupo y los jugadores que lo conforman no parecen los más apropiados para imponerse a los contrarios basándose en este estilo. Ni Moneke ni Howard tienen en sus genes esta capacidad de disciplina. Y así va llevando Ivanovic el día a día de una competición a la que todavía le queda mucho. Lo mejor es la sensación de grupo que se mantiene unido, al que las derrotas no quebrantan su ánimo.

Qué rápido pasa el tiempo, el club celebra su partido 300 en la mejor liga del continente. A pesar de lo modesta de la celebración, no dejemos pasar por alto el valor del acontecimiento. El mérito en su parte mayor corresponde al club, desde una gestión reposada y con muchos más aciertos que errores. Hay algo que pude contrastar ante la derrota que el equipo sufrió frente un incontestable Real Madrid. Hablo de la actitud comprensiva del público en los malos tragos del equipo. A las duras y a las maduras. Su participación en los momentos más gloriosos o más amargos convierte a los aficionados en la mejor garantía que puede tener el club en el devenir de los años.

Los 750 partidos de Ivanovic, celebrados con su habitual contención, no es solo un éxito personal como entrenador de baloncesto. Se le debe valorar como educador de la cuarentena de jugadores que han pasado por la disciplina del club. No olvidemos que nadie como un entrenador inculca valores. Quizás esta circunstancia sea la que responde a la gran contradicción del Baskonia. Sabida su poca paciencia con sus entrenadores, ninguno dura tiempo al mando del grupo. Incluso muchos han sido cesados con buenos resultados. Solo el montenegrino aguanta carros y carretas.

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Desde la anómala tranquilidad de haberse visto apeados de la Copa, el buque sigue su camino con una salud envidiable buscando su lugar en un baloncesto europeo. En este escenario en el que desembarca el dinero del petróleo, no se sabe qué va a pasar con los equipos rusos y tampoco está clara la situación del Maccabi.

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