El péndulo que va de un extremo al otro

Ha lucido sus mejores prendas en el escenario internacional por partidos memorables frente a los dos clubes archirrivales de Belgrado, fundamentalmente. Aunque también aportó lo suyo durante el ejercicio triturador y coral de todo el grupo en la visita del Maccabi y pese a la derrota azulgrana en el OAKA ateniense.

Ocurre que semejante péndulo llevado al extremo más favorable vuelve hasta el otro peor según las actuaciones de Howard. El ex de Phoenix, un 'goleador' de impacto súbito y acometidas incandescentes, un virguero del bote bajo y cruzado en los ojos de su defensor antes de levantarse para clavar triples fascinantes (40 de 101) pasa de tocar el firmamento a caer encima del barro. Lo mismo que grapa la felicidad y el asombro en los rostros que pueblan las gradas del Buesa Arena desentona lejos de Betoño. Sí, porque los cinco duelos en los que ha entregado valoraciones negativas corresponden a citas en Barcelona, Bilbao, Manresa, Villeurbanne y Mónaco.

Desde luego que no cabe cargar sobre la espalda de Markus la mala racha alavesa en sensaciones y resultados. Pero sí es cierto que su oficio dentro de la cancha se centra en producir mucho en poco tiempo. Se trata de un ariete sutil que necesita la pelota para acabar las jugadas, no un base pendiente de sus compañeros. Cuando anota parece un tipo indefendible que procura triunfos en sus grandes noches. Pero sin nutrir el marcador apenas aporta algo. De hecho, sólo una vez (Estrella Roja) ha acreditado más valoración que puntos.

Es Howard el enemigo de la centralidad, alguien reñido con la tibieza. Llamaradas de fuego o hielo estadístico. El jugador más extremo de un bloque que en los diez últimos días también ha pasado de oler la fragancia de las rosas a herirse con sus espinas.