
Pablo Laso entrenará al Baskonia
Pablo Laso, la promesa que se acostumbró a ganarEn el Olimpo ·
Del MVP en el primer gran título del Baskonia a sus 22 trofeos en el Real Madrid, Laso es el eterno coleccionista de títulosSecciones
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Pablo Laso entrenará al Baskonia
Pablo Laso, la promesa que se acostumbró a ganarEn el Olimpo ·
Del MVP en el primer gran título del Baskonia a sus 22 trofeos en el Real Madrid, Laso es el eterno coleccionista de títulosEn un deporte donde perder es lo normal y en el que solo un puñado de afortunados pueden tocar un trofeo en algún momento de ... su carrera, Pablo Laso ha hecho del éxito costumbre. La suya es desde hace tiempo una trayectoria envidiable que trasciende el mero hecho de ganar títulos, pero reforzada por su deslumbrante palmarés. El Baskonia ha fichado a un técnico ganador. De los que ya no hay tantos. Uno que supo construirse desde la nada para serlo todo tanto en el rol de un certero y generoso base como en el de ingenioso y volcánico estratega.
La pasión de Laso por la canasta estaba en los genes, pero encontró en el fértil patio de San Viator el trampolín para desarrollarla. Un jugador curtido a base de rasguños en las rodillas tendrá para siempre una voluntad a prueba de balas. Ahí aprendió a botar, fajarse con tipos más altos y con cara de pocos amigos y, sobre todo, a entender el baloncesto. Laso desentraña como pocos los secretos que guarda cada esquina de un rectángulo de poco más de 28x15 metros. Ese base cerebral que es segundo en el ranking de asistencias en la historia de la ACB (2.896) tenía ya un entrenador dentro desde el mismo momento en el que se vistió de corto por primera vez.
Por eso pudo dejar pronto huella. El Baskonia en el que debutó poco tenía que ver con el actual, pero un talento así estaba llamado a emerger en cualquier escenario. Por eso debutó siendo un adolescente. Creció, bebió de abundantes fuentes y cerró su década vitoriana por todo lo alto con la Copa de 1995 en la que fue designado mejor jugador. El primer gran título también del Baskonia. Antes tuvo que llorar y tragarse la rabia por derrotas en Copas y Recopas. Ahí probó la hiel que le hizo grande. Porque perder también curte.
Se retiró en junio de 2003 y en diciembre ya era entrenador. Un año después le llegó la oportunidad en Valencia. Su debut en la ACB. Tal vez demasiado pronto. Tuvo que dar un paso atrás. Y encontró su casa en el Gipuzkoa Basket. Ascendió a la ACB, entendió el placer que suponen los pequeños éxitos del día a día los modestos y en 2011 le llamó el Real Madrid. Un caramelo envenenado. Era un grande con los pies de barro. Pero también un reto vibrante que le deparó once años de placer.
No era tan fácil como parece. Pero desde la normalidad de no ser una estrella sino un trabajador del baloncesto construyó un gigante. Veintidós títulos de todo pelaje adornan su palmarés: seis Ligas ACB, seis Copas del Rey, siete Supercopas, una Intercontinental y, sobre todo, dos Euroligas. Se acostumbró a ganar. Uno tras otro. No había forma de frenar a una plantilla dotada de recursos económicos casi infinitos pero también autora de un baloncesto bello.
Laso entendió la exigencia de la Casa Blanca y supo capear los temporales. Sus célebres 'lasinas', broncas feroces de los tiempos muertos, ponían todo en orden. Su final en Madrid fue abrupto por un infarto y encontró en Múnich otro estímulo para su inquieta mente. Le gustaba el proyecto, aunque no fuera el de un gigante continental. Pero el incansable coleccionista de títulos se ha marchado del Bayern con un doblete doméstico. Otros dos más para su palmarés. Como si fuera fácil. En realidad, para el nuevo entrenador del Baskonia sí que lo es.
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