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Carlos Pérez de Arrilucea
Miércoles, 1 de mayo 2024, 18:49
Tres días de descanso. Tres jornadas en las que preparar un tercer asalto ante el Real Madrid con alguna que otra sesión de baño y ... masaje. El Baskonia y Dusko Ivanovic han descubierto esta temporada las virtudes de encontrar ese margen de asueto en el que bajan las armas de la competición. Puede que no exista el cansancio, pero el concepto del descanso está cada vez más presente en el discurso del montenegrino. Por algo será. Desde la sufrida victoria del sábado ante el Zunder Palencia, la plantilla azulgrana ha disfrutado de un paréntesis inhabitual antes de retomar la serie de cuartos de la Euroliga contra el Real Madrid. Tiempo de recuperación, reflexión y de confirmación de que Chima Moneke sigue, muy a su pesar, encerrado en la enfermería. Un margen para reapuntalar la moral dañada después de recibir dos repasos en el WiZink Center a manos de una escuadra marengue intratable. Tiempo de espera en el que incluso ha habido margen para la alegría de Maik Kotsar, ese pívot taciturno en los últimos tiempos. Su compañera Veronica ha dado a luz en las últimas horas a Kilian Francis Kotsar. La familia baskonista crece. Ojalá que el pan que trae debajo del brazo que trae el pequeño tenga forma de victoria.
Todo vale para alentar el optimismo. Al fin y al cabo, el Real Madrid también es humano por mucho que no lo pareciera en los dos primeros encuentros de la serie. El Baskonia se sabe contra las cuerdas, con un pie y medio en la fosa de la eliminación, pero cuenta con un Buesa Arena cuyo empuje es el ingrediente perfecto para cualquier tipo de milagro baloncestístico. Al final, se trata de ganar un partido más que reviva la serie y que dé a la plantilla de Ivanovic una razón más para seguir peleando en un frente continental cruento. Se trata de sobrevivir.
Si se echa un vistazo general a las cuatro series de cuartos, se deduce que el Baskonia es el rival con mimbres más limitados. Mientras el baloncesto de perfil duro, golpes continuos y tensión máxima invade las otras tres series, la protagonizada por el Baskonia y el Real Madrid es como una balsa de aceite. Se cumplen pronósticos, no hay ruido alrededor de la labor arbitral, ningún pique entre jugadores o cruce de declaraciones entre técnicos o dirigentes. Calma chicha después de dos partidos a la espera de que despierte de una vez el ogro dormido del Buesa Arena. Porque el Baskonia con su gente es otro.
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