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Iñigo Miñón
Miércoles, 28 de septiembre 2016, 20:55
Último partido de pretemporada. O primero, según se mire, ya que Sito Alonso no había dispuesto antes de tantos jugadores en un duelo de preparación solo faltó Beaubois. Un Baskonia en hilvanes a tres días del inicio de la Liga, más allá de la faena ... de aliño que le ha servido para ganar al Guaros de Lara (96-81), un rival apañado lejos de la exigencia de lo que viene. Un equipo, el vitoriano, que todavía sobrevive a impulsos individuales en medio de cierta, y hasta lógica, incertidumbre colectiva. Los de Cooney, el inesperado referente ofensivo de un bloque aún heterogéneo; los de Hanga y Larkin, que se subieron al carro del norteamericano cuando éste lideró la reacción azulgrana tras un inicio nebuloso.
La primera canasta ha sido de Bargnani. A modo de estrategia de promoción. El italiano ha debutado con la camiseta baskonista y ha evidenciado estar todavía fuera de ritmo, muy lejos de esa versión dominadora que se espera de un número 1 del 'draft'. Lo ha hecho como parte de un quinteto reconocible, junto a Larkin, Blazic, Hanga y Shengelia. Mucho talento junto, pero sin electricidad aún. Sin física ni química. Un bloque en plena construcción.
El 6-0 inicial ha parecido sumir al conjunto de vitoriano en una apariencia de autocomplacencia que maridaba a la perfección con la falta de tensión que reinaba en la cancha y la ausencia de emoción en la grada. Un choque frío, de pretemporada. De voltaje autoregulado. Circunstancia que ha aprovechado el Guaros de Lara para reivindicar su constante baloncesto calmado, apoyado en los kilos de Echenique en la zona y la potencia de James de fuera hacia dentro. Los de Sito se han movido a ráfagas de calidad individual, intermitentes, y los venezolanos han alcanzado el final del primer cuarto con una exigua ventaja en el marcador (19-20), que poco antes era de cuatro puntos.
Cooney, el más enchufado
La ha maquillado Trevor Cooney. El temporero que llega al inicio de la competición como el baskonista más enchufado. Esta noche ha vuelto a serlo. El escolta ha emergido de entre ese nebuloso baloncesto inicial para espabilar al Baskonia a golpe de intensidad y buena muñeca (13 puntos y tres triples al descanso). Ha sido el líder de una reacción necesaria que después, subidos a lomos del norteamericano, ha reclutado para la causa a los puntos de Hanga y Larkin enorme destreza con la pelota para poner tierra de por medio en el marcador (40-30 y 45-35). Claro que el termostato azulgrana ha vuelto a adaptarse a la temperatura del duelo para ajustar de nuevo esos guarismos al descanso (45-35).
Poco ha variado después el escenario. Cositas, chispazos. Un baloncesto arrítmico que contenía a duras penas la mayor regularidad venezolana (56-53). Además de un Blazic desorientado, se han echado de menos los puntos interiores y ha tenido que salir Ilimane Diop para corregir un déficit que hasta ese momento no han podido enderezar el testimonial Bargnani y los hoy fallones Shengelia y Kim Tillie. El Baskonia amagaba, pero no terminaba de golpear, sin traducir su mayor calidad en sensación de dominio (68-58 al final del tercer cuarto).
Amenazaba el choque con fracturarse, pero ha derivado en un insulso e inconexo intercambio de canastas que ha jugado con esas diferencias hasta casi el final en función del lado del acierto. Ha aparecido Voigtmann, han respondido Graham y Cvetkovic, ha acertado por fin Blazic... Y el esloveno ha sacudido la cabeza, como desquitándose de su aportación anterior, aunque una posterior falta antideportiva por agarrón a un rival dejó claro que no estaba en su nivel más alto de concentración.
Un último parcial de trámite que ha servido para terminar de constatar que este Baskonia recién gestado aún camina entre algunas luces y bastantes sombras.
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