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Iñigo Miñón
Viernes, 10 de junio 2016, 20:08
Cae el telón de la temporada. Se apagan las luces del Buesa Arena. Orgulloso. Que despidió a los suyos con la ovación que merece una campaña enorme, pese a la eliminación. El escuadrón de Perasovic ha conseguido un éxito que va más allá de los ... títulos y los resultados, devolver la ilusión por su equipo a una hinchada alicaída y decreciente en las últimas temporadas. El espíritu azulgrana vuelve a latir con fuerza.
El conjunto vitoriano cierra el ejercicio con un balance de 46 victorias y 26 derrotas en 72 partidos. Dicho así, no parece un bagaje demasiado espléndido. 64% de triunfos, no llega a dos de cada tres encuentros. Pero este Baskonia ha ido creciendo, quemando etapas y machacando objetivos desde el principio de temporada. Logró primero el billete para la Copa que se resistió la pasada campaña y peleó un puesto para la final, mientras avanzaba con paso firme en la Euroliga. Hacia un sueño que parecía lejano y acabó siendo indestructible.
Primero se metió en el Top 16 y después se clasificó para cuartos en el llamado grupo de la muerte, dejando fuera a equipos tan potentes como el Olympiacos o el Khimki. Y culminó la obra apartando de su camino al Panathinaikos de un plumazo, con una gran victoria en el temido OAKA, que terminó empequeñecido por el baloncesto enérgico de los de Perasovic. Quinta Final Four de su historia, primera en ocho años. Y solo en unos minutos finales malditos ante el Fenerbahce dobló la rodilla el Laboral Kutxa, que desafió con descaro a toda la jerarquía continental.
Final al límite y renovación
Fue ahí donde amenazó con torcerse la temporada, aunque ésta ya era mágica, pasara lo que pasara después. Lo que pasó fue, que, después de tocar el cielo, un Baskonia de rotación corta no pudo mantener ese espíritu competitivo infinito que le llevó a cotas inesperadas. Seis derrotas en los siguientes diez partidos. Un equipo física y mentalmente agotado que solventó con apuros la primera serie del play off, ante el Gran Canaria, para volver a las semifinales ligueras después de tres años de ausencia, uno de los objetivos marcados al principio del campeonato. Y que no ha podido con el potencial del Barcelona, pero sí tuvo tiempo para dejar por el camino, el miércoles, la enésima prueba de orgullo y fe, dos virtudes que le han hecho un hueco en la leyenda baskonista.
En el trayecto Velimir Perasovic ha utilizado a quince jugadores. Encabezados por el dominador Ioannis Bourousis, flamante MVP de la ACB, líder espiritual y deportivo del ilusionante equipo vitoriano. El nombre propio del Baskonia. A su alrededor han pivotado pilares básicos como Darius Adams, máximo anotador del campeonato doméstico, Mike James o el sorprendente Adam Hanga, más la constancia de Kim Tillie. Ha sido el quinteto más sólido de un equipo condicionado por las lesiones de Shengelia y Causeur y el titubeante regreso de Davis Bertans. La fogosidad de Blazic y los intercambiables Ilimane Diop y Planinic han perfilado un puzzle completado por los temporeros Kangur y Roll, el residual Corbacho y el anecdótico Mamadou Diop.
Ahora el club deberá afrontar una renovación profunda. El peaje de destacar. Bourousis ha llamado la atención de Europa, jugadores como Hanga y Bertans van a tener ofertas, el futuro de Causeur parece lejos de Vitoria y se antoja muy complicado retener a Adams. Incluso el banquillo se mueve. Aunque Perasovic tiene contrato, existe un fuertes interés del Efes, que debería pagar un traspaso, y la necesidad y el dinero turco invitan a pensar en posibles alternativas al croata.
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