Obligado a una escalada monumental

El 2-0 es un lastre que pesa de lo lindo sobre el ánimo de un Laboral Kutxa que presenta las fuerzas justas para encarar el tramo final de curso. Superó el tenso trance de deshacerse en cuartos de un pegajoso Gran Canaria, pero ahora se ha topado con la mejor versión posible del coloso culé en el presente curso. Puede ser que su estilo no fulmine a nadie, pero el plantel que gobierna Xavi Pascual es ahora un estrangulador lento pero seguro que ha tomado la medida a los baskonistas. Hace una semana, el pase a semifinales era poco menos que una liberación. Después de dos bailes en el Palau, competir se ha convertido en una tortura para la desgastada tropa de Perasovic.

La historia apunta que nadie ha logrado superar semejante desventaja en el umbral de las semifinales. Ahora, el Laboral Kutxa debe abordar un complejísimo ejercicio de escalada en una pared vertical sin demasiados asideros, donde un nuevo tropiezo le manda de cabeza al vacío. El de esta noche es el pulso por la supervivencia, en el que los vitorianos calibran su capacidad para encender una llama que mantenga viva la eliminatoria. Si la superan, deberán seguir ascendiendo el próximo viernes con el objetivo de forzar al quinto en el Palau. Hay posibilidades de que el conjunto catalán pueda experimentar algún momento de relajación, dada la amplia ventaja que maneja. Pero no hasta el punto de tomarse todo tan a la ligera como para provocar la resurreción del Baskonia. Toca intentar dar forma a una nueva proeza, tal vez la más compleja que ha tenido que afrontar el conjunto de Velimir Perasovic.

Entre el querer y el poder

Si algún equipo ha sido capaz de asombrar y revertir pronósticos a lo largo de la presente campaña, ese ha sido el vitoriano. Ahora que todas las circunstancias le sitúan como víctima, le toca protagonizar un nuevo acto de rebeldía, quizás de los últimos del curso. Sin embargo, su pulso actual genera dudas razonables sobre su capacidad para convertir en realidad sobre la cancha cualquier deseo que puedan forjar los jugadores y el técnico azulgranas. Es esa sensación de declive progresivo, pero imparable que ha rodeado al equipo desde la disputa de la Final Four la que produce reticencias a la hora de apostar por el Baskonia, genial constructor de hazañas meses atrás.

Más allá del ánimo que ahora le invade, el Laboral Kutxa ha sufrido a la hora de hacer brillar su esencia baloncestística ante el Barcelona. Lo agrietada de su defensa le ha dejado sin uno de sus puntos de apoyo, ese dispositivo que antes era capaz de hacer trizas líneas de pase y dominar el rebote para después acelerar el juego de ataque. El Baskonia corredor y vertiginoso en la transición se ha convertido ahora en un equipo que duda, sin la determinación de antaño y con síntomas de fatiga, tanto en lo colectivo como en algunas individualidades. Ahora, todo depende más que nunca del acierto de Adams y James mientras la incidencia de Bourousis en el juego se ha reducido. La rotación queda recortada con el ostracismo de Corbacho y lo anecdótico de Ilimane Diop y Tornike Shengelia hasta el punto de condenar al Baskonia a bordar la perfección para responder al potencial blaugrana. No parece el mejor momento del año para que aflore la excelencia en las filas vitorianas, pero conviene no subestimar a un Baskonia que suele sentirse con una reserva extra de fuerzas cuando se siente al cobijo del Buesa Arena.