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Carlos Pérez de Arrilucea
Miércoles, 7 de octubre 2015, 20:42
El Baskonia abre un nuevo curso 2015-16 con un pesado lastre de frustraciones y desaciertos en las tres últimas temporadas. Ha sido un período de bandazos continuos de estructura, irrelevancia competitiva y una incómoda sensación de que la gloria convertida en costumbre en la ... que se vivió durante la primera década del siglo XXI ha dado paso a un bache profundo de indefinición. El mismo Laboral Kutxa que mantuvo mal que bien su reputación en el frente continental, ha visto cómo los problemas se acumulaban en la Liga ACB . En el último trienio no ha logrado pasar de la primera ronda de los play off y el año pasado se vio sorprendido con una señal de Prohibido el paso en su camino a la Copa del Rey. Entre medias, un transitar continuo de jugadores y, sobre todo, la inestabilidad en el cargo de entrenador y la identidad perdida. Desde aquella noche del 18 de noviembre de 2012 en la que Dusko Ivanovic fue despedido, el banquillo azulgrana no tiene dueño estable. De Zan Tabak a Sergio Scariolo; de Marco Crespi a la promoción de Ibon Navarro. Entrenadores de diferente perfil y caché, con personalidades diversas, sin opciones de echar raíces.
Todos sacrificados por la insatisfacción de un club que ahora confía en haber encontrado en Velimir Perasovic a su jefe de obra ideal. El mito croata, forjado durante su etapa como jugador en Vitoria y que más tarde probaría la dureza del banquillo azulgrana en los primeros pasos de su carrera como entrenador, vuelve a un club sumido en tiempos convulsos. Su figura encarna como pocas aquello que se ha venido en llamar Carácter Baskonia; la exigencia incansable y el espíritu inconformista. Quizás escarmentado de anteriores experiencias, Josean Querejeta le ha concedido un crédito limitado con un contrato por una temporada con opción a otra. Peras vuelve como una figura familiar que protagonizó hace poco más de siete años una salida del Baskonia extraña, en la que sus problemas cardíacos se entremezclaron con las dudas del club respecto a su capacidad para gobernar la nave azulgrana.
Velimir Perasovic recupera el timón vitoriano convertido en una apuesta personal de Querejeta para devolver la personalidad y el pulso competitivo a un equipo sumido en la intrascendencia. La contratación del balcánico supone la vuelta a la fórmula tradicional, el capataz estricto y alérgico a las excusas. Peras toma el mando con años acumulados de oficio, pero también aterriza en un Baskonia de perfil menor al que conoció en su primera etapa, sin la capacidad de antaño para pescar grandes piezas en el mercado y que trata de seguir navegando en la élite bajo la borrasca de las limitaciones económicas. A sus 50 años, suma ya muchas experiencias como entrenador, pero su esencia se mantiene invariable; una vara de mando severa con la que enderezar, ordenar y exprimir al máximo una plantilla reapuntalada en verano con las lógicas imperfecciones y que marcan la actual disponibilidad monetaria del club vitoriano. En su momento, Peras se encargó de marcar los objetivos del curso; trata de situarse entre los cuatro primeros de la Liga ACB. Aquí, se incluye el retorno a la cita copera y la clasificación para el Top 16. Esta última meta se antoja imprescindible para que la entidad azulgrana mantenga su posición de privilegio en una competición continental que apunta a profundas reestructuraciones en su modelo de cara a la temporada 2016-17.
Después de tres años de sinsabores, el club azulgrana ha reconstruido una plantilla de rendimiento todavía imprevisible, equilibrada entre la continuidad de un núcleo importante de jugadores y la incorporación de cuatro nuevas caras; Alberto Corbacho, Jaka Blazic, Darko Planinic y Ioannis Bourousis. Se despidió el pasado verano el último gran símbolo, Fernando San Emeterio, y el Baskonia trata se reconstruir su personalidad.
Deseos y realidad
Entre los objetivos estivales del Laboral Kutxa se encontraba la adquisición de un base con dotes de mando, pero las pesquisas fueron infructuosas en los casos de Oliver Lafayette y Antoine Diot. Al final, el club se decantó por mantener intocable la pareja formada por Darius Adams y Mike James, la misma que voló libre la pasada temporada con un sello personal de individualismo.
Sin San Emeterio y con Davis Bertans todavía ausente y aún sumido en la rehabilitación de su rodilla, tocaba rellenar las vacantes en el perímetro. La continuidad de Fabien Causeur concede al francés la condición de puntal de solidez. Junto a él, Jaka Blazic se convirtió en la alternativa tras el fichaje frustrado de Víctor Claver. El valenciano pudo haber aportado altura, nervio defensivo y polivalencia al poder alternar las posiciones de alero y ala-pívot, pero el Baskonia tuvo que cambiar su planes para hacerse con el esloveno, de talla física menor y con capacidad para aportar en muchas facetas del juego sin destacar de forma sobresaliente en ninguna. Mientras, Adam Hanga parte como tres titular mientras que la pólvora triplista de Alberto Corbacho se estrena en el nivel más alto.
El perímetro azulgrana muestra cierta carencia de músculo y de capacidad para desequilibrar en ataque a golpe de iniciativa individual. Hay óptimos actores de reparto, pero no virtuosos a primera vista. El perfil medio se traslada a un juego interior. La baja de OD Anosike y la incorporación de Ioannis Bourousis habla a las claras de los esfuerzos del club vitoriano por apuntalar una parcela muy mejorable. De Shengelia y Tillie se espera un paso más mientras que Darko Planinic eleva la competencia en el puesto de cinco. Aquí, Bourousis debería llevar el peso de la responsabilidad mientras Ilimane Diop busca un resquicio por el que abrirse paso en la rotación. Más allá de apellidos rutilantes, que no los hay, el Baskonia debe ser, más que nunca en los últimos tiempos, plural para despertar de un trienio escaso de alegrías.
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